Elecciones

Resultados 10-N: Vox se proclama triunfador en la patria de los descontentos

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto a Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio y Jorge Buxade, en el balcón del partido en Madrid.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto a Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio y Jorge Buxade, en el balcón del partido en Madrid. / Javier Lizón / Efe

Vox se convirtió en el principal ganador de la noche electoral con un incremento de apoyos de casi el 5%, más que ninguno de los partidos concurrentes a la cita del 10-N. El partido de Santiago Abascal ha sido el que más provecho ha sacado de una España contagiada del virus independentista, presentándose al electorado como una vacuna infalible de contenido viral del otro extremo y, naturalmente, nada atenuado.

Sin representación en el Congreso de los Diputados hace sólo un año, Vox ha duplicado el número de representantes en la Cámara Baja –de 24 escaños a 52–, con unas ganancias de un millón de votos en el total de las circunscripciones con respecto a las anteriores elecciones generales del 28 de abril, convirtiéndose en la tercera fuerza de España.

El auge del partido de Santiago Abascal tiene mucho que ver con el descontento ciudadano frente a los políticos que refleja periódicamente el CIS y, principalmente, con una revisión del movimiento indignado vinculado al patriotismo español que siente como humillación la murga independentista. Ya lo avisó Felipe González hace un lustro.

En un debate cara a cara con Artur Mas en La Sexta, el ex presidente advirtió del despertar del nacionalismo español, una especie de monstruo antediluviano que dormitaba al abrigo de todo lo que estaba atado y bien atado. En los instantes en los que se emitió aquel programa, el recién fundado Vox daba curso a a su puesta de largo ante los medios de comunicación.

Un retrato robot del votante

Si hubiera que elaborar el retrato robot del votante de Vox, con todas las imperfecciones que conforma un patrón así de genérico, cabría decir que el prototipo de voxero es un español de provincias situado en los extremos de las cohortes etarias, insatisfecho con el espíritu de los tiempos y, más aún, con la ausencia de una respuesta ante los retos de un mundo que parece haber acelerado el giro alrededor de su eje.

Y si los votantes mayores anhelan las perdidas certezas de antaño de un mundo que era sólido, los infantes con tendencia a la vigorexia han quedado obnubilados por un discurso sin pelos en la lengua, ya sea frente al feminismo más integrista o hacia consensos en torno a valores como la multiculturalidad inherente a la globalización.

Que la formación ultranacionalista haya resuelto vetar durante la campaña electoral a medios de comunicación no complacientes, por decirlo de algún modo, una práctica condenada por la Junta Electoral, no ha sido obstáculo para que más de tres millones y medio de españoles hayan elegido una opción renuente a unos valores predominantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La sensación de fin de ciclo ha terminado de socavar las lógicas electorales.

Salvini y Le Pen como aliados...

En los mismos parámetros lógicos que Vox se encuentran partidos de una derecha desacomplejada europea de nuevo cuño. No cabe extrañarse si, nada más conocerse el subidón del grupo de Abascal, líderes políticos del entorno como Matteo Salvini o Marine Le Pen celebraran en las redes sociales los resultados.

"Gran avanzada de los amigos de Vox. Ya veo los diarios con victoria de la extrema derecha, racistas, soberanistas, fascistas... Qué racismo o fascismo, en Italia como en España solo queremos vivir tranquilos en nuestra casa", escribió el ex ministro del Interior italiano en Twitter.

... Con matices

Hay un factor notable en la genética de Vox que los separa de los postulados de los partidos mencionados. El carácter liberal, si no ultraliberal, del partido de Abascal lo hace una rara avis en su entorno. Y hay quien sostiene que si Vox mantuviera una voz económicamente proteccionista similar a las proclamas falangistas del siglo pasado, y tan cercanas a las del mismísimo Donald Trump, ganaría aún más votantes en la patria de los descontentos, en la España que reclama unidad frente a la centrifugación.

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