Crónica Personal

La caída libre de Ciudadanos

Según los sondeos, el llamado partido bisagra que nunca lo fue está en una situación crítica, algo impensable hace unos meses, cuando logró superar los 50 escaños en las elecciones.

La caída libre de Ciudadanos

La caída libre de Ciudadanos

No suman suficiente los partidos de izquierdas, no suman suficiente los partidos de derechas... Sánchez y Casado están pendientes de lo que puede suceder con Ciudadanos porque es Rivera el que podría inclinar la balanza y dar el Gobierno a uno o a otro. A no ser que tras el 10-N tanto Sánchez como Casado se vean afectados por un ataque de responsabilidad –lo que desearía un alto porcentaje de españoles– y lleguen a un acuerdo para que gobierne el que consiga más escaños, sea investido con acuerdo previo de apoyo mutuo para las grandes cuestiones de Estado –Cataluña, Presupuestos del Estado, lucha antiterrorista, UE, financiación autonómica–, y el segundo partido pase a liderar la oposición. Oposición dura pero leal en esos puntos fundamentales para el futuro del país.

Cada vez se asienta más esa posibilidad –que niegan tajantemente Sánchez y Casado, pero es lógico que lo nieguen en campaña– porque el llamado partido bisagra que nunca lo fue, Cs, está en una situación crítica si se hace caso a las encuestas. En caída libre, según esos sondeos. Algo impensable hace apenas unos meses, cuando en abril superó los 50 escaños y los seguidores de Rivera acariciaban la idea de verlo un día en La Moncloa.

Exceso de ego

La sede central de Cs, frente a la plaza de Las Ventas, se ve desde lejos por su diseño con el chaflán redondeado, de vidrio, y el corporativo color naranja. Toda una pista de lo que alberga. Durante un tiempo, al poco de alquilarla, una gran fotografía de Rivera en la fachada asombraba a quien no conoce más edificios con caras conocidas que las de centros comerciales que anuncian la llegada de una nueva temporada de moda. La foto fue objetivo de comentarios jocosos y se retiró unos meses después. Pero para los que acusan a Rivera de un ego excesivo, de afán de protagonismo, de un evidente ordeno y mando, esa fotografía gigante en la fachada de la sede es el referente para sus acusaciones.

Hubo polémica con esa sede. Había sido ocupada previamente por un departamento de la consejería regional de Sanidad, y no faltó mucho para que el PP hiciera comparación entre lo que pagaba la consejería por el alquiler, y el que pagaba Cs. El edificio pertenecía a la compañía aseguradora Caser, participada por Liberbank, de donde era consejero Luis Garicano. No hicieron falta muchos más datos para que Cs fuera acusado de trato de favor, pero ni el partido ni Caser entraron en la polémica. La formación naranja, por otra parte, ya llevaba tiempo habituada a convivir con el sambenito de que varias empresas del Íbex estaban detrás del partido.

Todas estas peripecias de alquileres y vanidades han quedado muy atrás ante el asunto que hoy preocupa al partido: la importante pérdida de escaños que auguran todos los sondeos privados, aunque el CIS ha dado un respiro a Rivera al concederle un número de escaños menor que el alcanzado el 28-A, pero muy superior al de otras encuestas.

Todos los ojos convergen en Rivera. Para sus incondicionales, es el principal valor del partido; para los que lo abandonaron –figuras relevantes en desacuerdo con su política contra Sánchez– es el responsable de decisiones erráticas que están provocando la fuga masiva de votantes. Masiva, hay que insistir en ello, según la opinión unánime de las empresas privadas de sondeos, no del CIS.

Entre quienes abandonaron Cs por desacuerdo con su obcecación en no facilitar el Gobierno de Sánchez y echarlo en brazos de Podemos –operación que no cuajó– se encuentran el eurodiputado Javier Nart, los responsables económicos Toni Roldán y Paco de la Torre, y sobre todo el considerado referente ideológico y ético del partido, además de fundador, Francesc de Carreras. Tampoco ayudó para la imagen del partido que el ex primer ministro francés Manuel Valls, presentado como gran fichaje de Cs, abandonara el partido por discrepar con la estrategia de apoyar gobiernos de coalición con el PP que, a su vez, completaba los votos necesarios con concejales o diputados de Vox. Como tampoco ayudó a la imagen del partido que los dirigentes del partido en Cataluña, con Inés Arrimadas al frente, dieran el salto a la política nacional dejando debilitado al que era el feudo originario de la formación.

Arrimadas es el principal capital del partido. Cometió el error de no intentar formar Ejecutivo en Cataluña a pesar de haber ganado las elecciones. No tenía opciones, pero ni siquiera hizo el gesto de iniciar contactos con otras fuerzas. Sus defensores aseguran que fue Rivera quien marcó esa línea, que impidió que Arrimadas tuviera mayor protagonismo en la vida pública catalana como líder de la oposición. La jerezana, decisiva en la campaña autonómica andaluza y también en la de las pasadas elecciones, tendrá escasa participación en la del 10-N, por un embarazo de alto riesgo que la obliga a reposo casi absoluto por prescripción médica, después de malas experiencias anteriores.

Partido bisagra

La mayor parte de los que analizan la vida política, los que consideran que el problema de Sánchez es su oportunismo, sus bandazos políticos o su empeño en utilizar los medios presidenciales para uso privado o para hacer electoralismo, que Casado ha tardado mucho tiempo en advertir que la renovación de un partido no significa echar a gente de valía para colocar a amigos jóvenes con nula experiencia, o que Iglesias es víctima de sus intereses personales y ha lapidado el espíritu de Podemos, el principal problema que ven en Rivera es que no ha sabido comprender qué se espera de Cs.

Su afán de ser un partido bisagra como los que existen en la mayoría de los partidos europeos (antes de soñar con objetivos más altos) no ha sabido llevarlo a la práctica. En Europa, los partidos bisagra suelen apoyar al ganador para facilitarle o reforzar su mayoría y dar así estabilidad a un Gobierno. Sin embargo, Ciudadanos estuvo en negociaciones con Sánchez para que formar Gobierno cuando había ganado Rajoy, y en abril, cuando ganó el PSOE, negó rotundamente el apoyo a Sánchez, aunque a última hora –cuando el socialista tenía prácticamente decidido convocar elecciones– le ofreció colaboración con condiciones.

Por otra parte, los acuerdos a los que llegó con el PP para formar ejecutivos regionales y municipales en lugares donde había ganado el PSOE han provocado la huida del votante de izquierdas; como ha propiciado la fuga de los antiguos votantes del PP que Ciudadanos decidiera no facilitar gobiernos municipales y autonómicos al PP cuando podía hacerlo, que también ocurrió.

Antes del verano, Sánchez y Casado seguían mirando a Cs haciendo sumas sobre la posibilidad de alcanzar con su apoyo la deseada mayoría absoluta. Hoy, las encuestas –excepto la del CIS– los han obligado a pensar en otro tipo de sumas y restas. Aunque Rivera, que ha dejado su ostracismo para volcarse en la campaña, intenta insuflar ánimo a sus antiguos votantes diciéndoles que "Sí se puede", grito de guerra de otros partidos en tiempos recientes.

Cree Rivera que sí se puede lograr la remontada.

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