El desafío independentista

La Ciudadela quiere repetir historia

  • Los Mossos comienzan a blindar un Parlamento que abandona el pragmatismo que José Patiño recomendó en el fatídico 1714.

Los Mossos blindan el 'Parlament'

Los Mossos blindan el 'Parlament' / J.M.M. P.

José Patiño no es un personaje popular en Barcelona; todo lo contrario que en Cádiz. Quien fuese secretario de Estado de Felipe V, el primer rey borbón de España, trasladó de Sevilla a Cádiz la Casa de Contratación, construyó la Carraca de San Fernando y creó la escuela de guardiamarinas. En Barcelona, se le llama el verdugo de Cataluña, llegó cuando la ciudad fue tomada por las tropas borbónicas mientras se marchaban los últimos partidarios del archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión y fue él quien rindió a las instituciones catalanas. En parte del barrio de Born levantó por orden real un castillo, la Ciudadela, que es hoy sede del Parlament. Una parte, la antigua armería, porque el resto es hoy un parque de una ciudad en extremo civilizada, donde los mayores juegan a la petanca y los jóvenes, al ping-pong en unas mesas municipales que nadie rompe por las noches. El riego de los árboles y demás plantas es un ingenio del ahorro de agua. "Así también hacemos Europa", se explica en los carteles. La Ciudadela vuelve a blindarse, los mossos han comenzado a rodearlas de vallas en previsión del pleno del jueves y el viernes, cuando presuntamente se proclame la república. Esta vez de verdad, la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) ha vuelto a citar a sus partidarios a las 12 del mediodía del viernes con la esperanza de que, ahora sí, Puigdemont declare sin suspender.

En contra de la historiografía nacionalista, José Patiño fue un pragmático, con mucho mejor corazón que su antecesor en Cataluña, Rafael Macanaz, que sí reprimió a contrarios y quiso castellanizar a base de pólvora. Patiño elaboró una memoria de la Guerra de Sucesión que reconocía las crueldades del sitio de Barcelona y que pretendía ser una cauterización histórica. "Poseían los catalanes el mayor bien y, persuadidos de sus discursos, soñándose más felices de lo que estaban, quisieron perder lo seguro por lo incierto". Sus palabras, escritas hace tres siglos, cobran especial relevancia ahora que el Parlamento autonómico parece inclinarse por la rabia, abandonar el seny, y precipitarse hacia lo incierto. Y dice de ellos Patiño: es como el perro que lleva en la boca una gran presa al cruzar el río, pero en el reflejo del agua la ve mucho mayor, codicioso la soltó y la perdió. "Decía uno del país: no es malo el vernos como nos hemos quedado, ni lo que se ha perdido, sino el que ya todos nos han conocido". Mejor descrito, casi imposible.

“Poseían los catalanes el mayor bien, y soñándose más felices de lo que estaban, quisieron perder lo seguro por lo incierto”, José Patiño, hace tres siglos

Cuando el visitante entra en el Parlamento de la Ciudadela, le entregan una guía sobre el parlamentarismo y sobre el edificio, un memorial de agravios, donde se subraya las veces que Cataluña ha perdido. Hay dos modos de leerlo, claro está: en dos ocasiones, dos dictadores, Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco, abolieron la Generalitat en 1923 y en 1939, pero otras dos veces la supresión vino precedida de decisiones erróneas. Fue clamorosa la de 1934, cuando Lluís Companys se rebeló contra la Segunda República por la entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno. Lo de mañana aún puede ser peor: si la Generalitat queda intervenida, con el autogobierno suspendido de facto, será por el empecinamiento de un presidente, Carles Puigdemont, que prefirió entregar las instituciones a declarar una independencia imposible.

Con el tiempo, y cerramos con Patiño, muchos dirigentes catalanes comenzaron a pensar que aquello de apoyar al pretendiente austríaco en vez de al francés fue un craso error. Como explicó Vicens Vives, aquella guerra desescombró Cataluña de fueros y fronteras medievales para abrirla al gran mercado español y americano.

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