Entrevistas

"En la era del miedo, los desafíos son enormes"

-¿Cómo ve el panorama?

-La situación es preocupante. Preparo un libro sobre lo que denomino la era del miedo. Los desafíos de este siglo, que ha arrancado de manera tan incierta, son enormes.

-¿Miedo a qué?

-A problemas nuevos que convergen con otros antiguos en una sinergia negativa: terrorismo, piratería, conflictos irresueltos, geopolítica del agua, control de materias primas esenciales…

-Y tremenda crisis económica, claro.

-Esta crisis tan brutal dejará secuelas y cicatrices. Tendrá consecuencias gravísimas para nuestros países y para la estabilidad del euro.

-¿Europa es un gigante con pies de barro?

-Europa está inmersa en un proceso de construcción sin precedentes. Es muy difícil encajar todas las piezas y hay que entender que, en este camino tan intrincado, se producen vicisitudes. Más aún en la actual coyuntura.

-Con países como Grecia en la picota.

-Las dificultades del momento demuestran que hay algunos aspectos del diseño de la UE que tienen que ser revisados. Pero estoy seguro de que Europa saldrá de ésta fortalecida.

-¿Cómo cree que nos ven desde fuera?

-Mi mujer es marroquí y, por lo tanto, árabe. Creo que a veces piensan que nos preocupamos sólo de nuestros problemas. No nos damos cuenta de hasta qué punto nos afecta lo que ocurre en nuestro vecindario.

-¿Pecamos de ombliguismo?

-Siempre me acuerdo de lo que decía mi padre: los occidentales del mundo rico tendemos a pensar que el planeta entero es como nosotros.

-¡Y somos la excepción!

-Somos la excepción en un mundo implacable y terrible de guerras, pobreza, miseria e inestabilidad, aunque en algunos lugares se haya mejorado bastante en los últimos 30 años.

-¿La diplomacia se ha complicado mucho con el siglo?

-La diplomacia siempre es compleja, porque la relación entre estados soberanos tiene muchos matices. Occidente y Europa han caído muchas veces en el error del paternalismo y la arrogancia.

-¿Por complejo de superioridad?

-Nos hemos sacudido ese complejo en el último medio siglo, pero ahora no deberíamos caer en el integrismo al dar clases de democracia a los pueblos en transición. Hay que respetar sus ritmos y ayudarlos.

-Describa el peor lugar para nacer.

-Un país pobre, con una dictadura implacable, un conflicto inacabado o guerras permanentes, sin sanidad ni educación, desigualdades extraordinarias, derechos humanos pisoteados…

-¿Se le ocurren muchos sitios así?

-Hay muchos países con estas características en África, como Somalia o Sudán, en Asia Central, en zonas de Afganistán controladas por los talibanes…

-¿Qué es lo más duro que ha visto en su carrera?

-El genocidio en Ruanda. Hay quien dice que en los grandes lagos ha habido cincuenta millones de muertos. En general es un sitio espantoso.

-¿Y qué experiencias vivió como hijo de diplomático?

-Viví la guerra de Nicaragua siendo mi padre embajador de España. Fue una experiencia dura. En Córdoba, Argentina, con mi padre de cónsul general, vivimos la brutal represión de la Junta militar.

-También sufrió la guerra del Líbano.

-Hubo momentos terribles en el Líbano, donde murió mi padre, en atentado, en el año 89.

-¿Qué aprendió ese día?

-Que el mundo se te puede poner boca arriba en un segundo. Pero después de los momentos de dolor y de pérdida, sobre todo cuando se trata de una muerte durísima como fue el asesinato de mi padre, hay que sobreponerse.

-¿Usted cómo lo logró?

-Me debía a mi vocación y a mi familia. Apreté los dientes y tiré hacia adelante. Yo entonces tenía un niño de apenas dos meses.

-¿Sigue amenazado por Al Qaeda?

-La amenaza del yihadismo genérico es un estigma para toda la vida. Pero no llevo escolta, este gobierno decidió que no la necesitaba, lo digo con ironía.

-Estuvo en Libia, ¿conoció a Gadafi?

-Estuve con él en varias ocasiones por mi trabajo como embajador en funciones. Tuve ocasión de conocerle en un encuentro muy pequeño con Nelson Mandela.

-¿Cómo lo recuerda?

-Era un hombre histrión, cruel, sanguinario, megalómano y revanchista. Tenía todas las patologías del comportamiento que uno puede imaginar. Era bipolar.

-¿Se justifica la vejación de su cadáver?

-Las imágenes que hemos visto me causan horror, espanto y repugnancia. Creo que esta exhibición de sordidez cruel y tortura pública merece una censura mundial.

-¿Le preocupa la indiferencia de Occidente?

-Muchos piensan, como yo, que no se puede justificar ese ensañamiento en base a la furia del pueblo libio contra el monstruo de Gadafi y sus horrendos crímenes.

-Pero los gobiernos han callado.

-No ha habido muchas condenas públicas porque los gobiernos tienen otro lenguaje. Pero como yo ahora ni siquiera estoy en las listas electorales, tengo cierta libertad.

-Del 1 al 10, ¿cómo anda nuestro nivel de hipocresía?

-A veces hemos mirado hacia otro lado ante un dictador que nos ha vendido una mercancía caduca: garantizarnos estabilidad y seguridad. Eso no lo deberíamos permitir como demócratas.

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