Bastiana Romero Fernández | Bailaora, cantaora y madre de Tomasito

“Yo ya no voy a fiestas, pero el compás lo sigo teniendo”

Bastiana posa junto a su hijo Tomasito, durante la entrevista.

Bastiana posa junto a su hijo Tomasito, durante la entrevista. / Miguel Ángel González (Jerez)

–A usted el compás no le pesa.

–Bueno, ya he dejado de ir a muchos sitios. Este verano me llamó Pastora Galván, vino por mí para que fuera con ella a Sevilla, pero ya no me veo en un escenario. Han sido muchas cosas, teatro, la obra de ‘Carmen’, el espectáculo ‘¡Viva Jerez!’ con mis amigas, que son como yo. Pero ahora, estamos mayores, nos echamos para atrás. Ya no me arranco a una fiesta.

–¿Prefiere que la reconozcan como madre de Tomasito o que dijeran “ahí va el hijo de Bastiana”?

–(Ríe). Me da igual. Él es mi hijo y yo soy su madre...

–Usted se crió en el campo y luego aprendió el oficio en la carnicera junto a su marido, en la plaza.

–Me defendía muy bien en los dos. Fui aprendiendo ... y con la barriga, embarazada, así fueron llegando los ocho.

–Se reconoce una mujer lista, echá p’lante.

–Hombre, para no saber ni leer ni escribir, digamos... Las letras de pluma no las entiendo, ahora, las de libro sí las conozco. Aprendí a leer con los prospectos de las medicinas. Tampoco he sido tan torpe: me he hecho cargo de ocho niños, un puesto, si me sale una fiesta, una obra de teatro. Me encontraba con valor para hacerlo.

–¿Qué le hace estar arriba?

–Mis hijos, mis 14 nietos... Es verdad que ese arranque sí lo tengo, que se te pone ese cuerpo como para bailar. Eso sí me sale. No lo perdí.

–Usted pasó muchos buenos ratos con Lola Flores.

–Sí, éramos amigas, en el tablao, en el ‘Lerele’, por ejemplo, me decía que le echara un vistazo al guiso que estaba haciendo la cocinera para que le diera mi punto. Una vez reconvertí una berza en la que nadaban los ingredientes en algo con mucho sabor, gloria, y es que la mujer no estaba acostumbrada a estos guisos que hacemos. Pues Lola nos pagaba el viaje, el hotel y para Madrid para hacer la tele. A Lola le gustaba la gente con naturalidad, la sencillez, así que con nosotros pues moría.

–¿Qué le parece que Jerez vaya a tener un museo dedicado a Lola Flores?

–Me encanta. Y si le pusieran algo en el barrio de Santiago, pues también.

–Usted, que la conoció bien. ¿qué le contaba de Jerez?

–Ella se sentía muy de aquí, de su calle Sol. Era cariñosa, simpática y quería que siempre tuviéramos lo mejor en el tablao, como en su casa.

–Usted nació en el barrio de Santiago, luego se marchó con su marido e hijos y después regresó a esta casa, este patio de vecinos.

–Aquí es lo que me gusta, mi patio, donde nací. Se lo compré a mis hermanos y poquito a poco se fue pagando. Pero el barrio ha cambiado, no me gusta ahora. Todo se ha vuelto pisos. Aquí en la calle Cantarería sólo estamos dos flamencas, yo, las Caracolas y mi hijo Ángel. Y en la calle Nueva habrá como cuatro casas. Ya no hay esas fiestas que se formaban. Todos eran artistas. Tiraron para otros barros, a sus pisitos, porque es verdad que estas casas antes no estaban acondicionadas. Ahora sí. Pero aquí viene mucha gente a verme al patio, salgo y tengo mi limonero, el corral... Es mi punto de reunión, aunque cuando llegan las 11 de la noche yo ya estoy deseando irme a la cama, al rincón. Soy tempranera para acostarme.

–¿Le hubiera gustado tener carnet de coche?, después de tanto andar por el campo de joven....

–No, nunca se me puso en la cabeza. Me daba miedo.

–¿Habla con sus amigas de flamenco?

–Hablamos más de lo que hemos vivido en el pasado, no del presente.

–¿Y cómo ve usted el flamenco que se hace hoy?

–Yo, lo de atrás. Yo ahora no veo mucho. Pero me quedo con lo de antes, que era escalofriante, lo que he vivido. Lo que había en este barrio. Yo disfrutaba mucho con eso.

–¿Se cansaba alguna vez de tanta fiesta?

–No. Y cómo eran las bodas..., los cantes y bailes que hacíamos. Aquí se siguen haciendo algunos dichos e incluso con el soniquete de la bulería te duermes si la gente sigue de fiesta. Estamos acostumbrados.

–¿Sigue disfrutando con la cocina?

–Sí, cuando viene Tomás de Madrid, sobre todo. Cocino ahora más cuando me apetece. Yo he guisado hasta para la calle, unos ollones de berza para las bodas. Lo hacía con cariño. Y cogimos una caseta de Feria y la gente sólo pedía berza, ¡más berza! Un vez vino el Sordera con tres médicos y querían perdices. Hasta las siete de la tarde no las acabé, a fuego lento. Ahora, cómo estaban de ricas. Me enseñaron a cocinar mis primas, porque mi madre no era la mejor cocinera, por decirlo templadito (ríe).

–¿Tiene alguna cosita que le quede pendiente por hacer, una espinita?

–No, la verdad. He hecho mucho. Estoy contenta con mi vida. Dando siempre gracias a Dios.

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