Andrés Cárdenas | Periodista y escritor

"El miedo a la muerte nos pasará factura"

"El miedo a la muerte nos pasará factura"

"El miedo a la muerte nos pasará factura"

-¿Una novela más sobre el tema de la muerte?

-Sí, pero esta es más original. Mi familia vivía de la muerte. Mi padre fue funerario del pueblo donde nací y desde muy chico he estado familiarizado con la de la guadaña. A mi casa llegaban personas casi todos los días a llamar a mi padre porque se les había muerto un familiar. Y él iba enseguida no sólo a solucionar el papeleo para el entierro, también para consolar a los dolientes. La novela está cimentada en la profesión de mi padre, tan digna como cualquier otra.

-Entonces es una novela más sobre el tema del padre.

-Puede ser. Con el paso del tiempo he llegado a amar a mi padre por lo que fue y por lo que significó en mi vida. Al escribir sobre él he comprendido su bondad y su forma tan significativa de estar en este mundo. Estaba para ayudar a los demás a superar la pérdida de un ser querido.

-O sea, que hay mucho de autobiografía

-Sí, claro. Es una novela de esas que llaman personal o de autoficción, que no es ni más ni menos que aprovechar cosas que te han pasado para mezclarlas con otras que no han pasado, pero que pudieran haber pasado. Todo lo que digo de mis padres es cierto. Hasta ahora tenía cierto pudor al hablar de ellos, pero creo que se merecen que alguien los recuerde.

-Es un escritor al que le es difícil prescindir de la ironía y del humor. Y ahora...

-Este libro también tiene muchos momentos propicios para sacarle una sonrisa al lector. Creo que hay mucha ternura e ingenuidad. No todo lo referente a la muerte tiene que ser triste. Los velatorios de antes eran, por ejemplo, muy divertidos. Tras la pena inicial, todo el mundo se ponía a contar chascarrillos y chistes. Todo se hacía con una naturalidad impresionante y demostraba aquel dicho que decía: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. En algunos países sudamericanos hay figuras que se dedican a amenizar los velatorios. En mi pueblo había dos que eran geniales. La gente iba a los velatorios sólo para oír sus cuitas.

-¿En qué parte de nuestro cuerpo están los recuerdos?

-Deben estar en el cerebro, pero yo creo que también deben de estar en el corazón. Y hasta en los pulmones, si me apuras.

-¿Y hasta dónde llegan sus recuerdos?

-Pues a aquellas tardes en que mi madre me despiojaba y me contaba historias para que me estuviera quieto. No sabía leer ni escribir, pero tenía una imaginación portentosa. Me hablaba de duendes, de brujas, de príncipes que antes se habían convertido en ranas… Y yo me quedaba extasiado oyéndola. Escribo ahora para devolverle a mi madre las historias que me contaba.

-Juan Marsé decía que todo lo importante en la vida pasa antes de cumplir doce años.

-No le falta razón. La infancia es la época más interesante de una persona. El recuerdo de una infancia feliz hoy día es un privilegio. Yo tengo una hermana que cree que no le han ido muy bien las cosas y se siente desgraciada. Pero cuando hablo con ella y me cuenta algo de su infancia, se le ilumina el rostro. El recuerdo de su infancia y de mis padres es un bálsamo para su alma.

-A muchos autores les es difícil escribir sobre la muerte.

-Pues es un tema como otro. Otra etapa más de la vida, la última y definitiva. En mi libro yo la trato con mucha naturalidad, con la ingenuidad de un niño que está acostumbrado a ella. A los niños de antes nos llevaban a ver al abuelo o a la abuela cuando se estaban muriendo para que comprendiéramos que era algo a lo que no había que tener miedo. A lo niños de ahora se les oculta como si eso fuera algo horrible. Creen que protegen al niño al evitar que oiga algo relacionado con la muerte y la enfermedad, cuando en realidad lo que se está haciendo es apartarlo de la realidad inmediata.

-Es que la gente, en general, le teme a la muerte. Es lógico.

-Ya, pero también el miedo desmesurado puede ser contraproducente. A mí, por ejemplo, me preocupa ahora ese temor que nos están inoculando con respecto a la pandemia que estamos sufriendo. Creo que es exagerado y que nos pasará factura. Hay personas mayores que no se atreven a salir a la calle, personas que han perdido la seguridad en sí mismas y que viven enclaustradas. Y otras que rechazan cualquier contacto con los semejantes porque les pueden contagiar el virus. El recelo se ha instalado en la sociedad. Yo no digo que no haya que cumplir con las normas que nos han impuesto, pero ese desmesurado temor a la enfermedad y a la muerte nos ha hecho ya perder parte de nuestras vidas.

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