Frederic Kanoute. Jugador del Sevilla F. C.

“En Malí comprendí la futilidad de muchas cosas en Europa”

  • Tiene 31 años, mide 1,94, pesa 90 kilos y lleva cuatro temporadas jugando como delantero del Sevilla F.C., donde cobra más de un millón de euros al año y destaca como uno de los ídolos de la Liga española. El éxito no le ha apartado de sus profundas convicciones religiosas y desde su llegada a España dedica parte de su tiempo libre a la Fundación Kanoute. Su principal proyecto es la aldea infantil que construye en Bamako, la capital de Malí, que tendrá cabida para 150 huérfanos. También contribuye a luchar contra el hambre en uno de los países más pobres del mundo ayudando a los pequeños granjeros con cabras y gallinas. Está casado con Fátima y tienen dos hijos, de 7 y 5 años.

–¿Su padre emigró de África?

–Mi padre nació en Malí, bajo dominio colonial francés, y emigró a París con 21 años. Allí trabajó de tornero en una fábrica de componentes electrónicos y se casó con una profesora de Filosofía del Liceo. 

–Hizo una buena boda. 

–Luchó mucho para prosperar. Pero antes era más fácil abrirse camino en Europa. Faltaba mano de obra y los trabajadores de las colonias tenían derecho a los papeles. 

–¿A usted le condicionó ser hijo de emigrante?

–Noté prejuicios por parte de alguna gente en más de una ocasión, pero nunca nada que me impidiera crecer. No sufrí el racismo y me moví en un ambiente multirracial y multicultural en Lyon. 

–¿Tuvo la oportunidad de estudiar?  

–Estudié el Bachillerato y empecé Lengua Extranjera Aplicada en la Universidad, pero lo dejé en unos meses porque me metí de lleno en el fútbol. 

–Su gran pasión...

–El fútbol es mi pasión, aunque esa palabra no acaba de convencerme, porque es muy fuerte. Bajo sus efectos se hacen cosas negativas.

–¿A qué edad conoció Malí?

–Con 9 años. Recuerdo el calor al bajar del avión y la libertad para jugar en la calle. ¡Encontré una gran familia, con montones de tíos y primos! Fueron unas de las mejores vacaciones de mi vida.

–¿A pesar de la pobreza?

–Entonces no me di cuenta. En esos años en Malí, y en África en general, se vivía un poquito mejor. La capital, Bamako, era un pueblo grande. La cosa ha empeorado mucho.

–¿Su familia es de Bamako?

–Mi familia procede de Kayes, cerca de la frontera con Senegal, pero viven en Bamako. Pertenecemos a la etnia de Kasonkhe, una de las muchísimas que hay en Malí. Hablan el bambará, el dialecto más común. 

–¿Cuándo fue consciente de la miseria en su país? 

–En un viaje que hice con 21 años. Visité a mi abuelo y me di cuenta de que tenía muchas carencias. Comprendí que incluso mi familia era muy humilde.

–¿Qué le impresionó más? 

–La pobreza generalizada y los niños de 5 ó 6 años mendigando en la calle. Hay muchos huérfanos, porque la esperanza de vida es muy baja, de 48 años. No hay acceso a la sanidad.

–¿Le entristeció lo que vio?

–No es que me produjera tristeza, pero fui consciente de la diferencia y ello me hizo relativizar. Comprendí la futilidad de muchas cosas en Europa, el consumo superfluo... ¡Aquí nos quejamos por nada!

–¿Y qué hizo?

–Al volver a Francia no paraba de pensar sobre lo que había visto.  Me dije que más adelante intentaría hacer algo para ayudar. Fue así como surgió la idea que desembocó en la fundación que lleva mi nombre y la Aldea de los Niños.

–¿Entonces abrazó el islam?

–Ya con 19 años leía mucho sobre las religiones. Aunque en casa recibí una educación prácticamente laica, desde chico me preguntaba cosas sobre la existencia de Dios. 

–¿Leyó el Corán?

–Leí el Corán y es lo que me ha dado más satisfacciones.

–¿Qué descubrió en el islam?

–La fe musulmana, y creo que todas las otras religiones monoteístas, se basa en la relación de cada uno con Dios y en la necesidad de que nuestros actos sean consecuentes con esta relación. Tiene que haber armonía.

–¿Por eso ayuda a Malí? 

–En el islam, la ayuda a los más pobres es algo más que caridad. Hay una ley musulmana, el zakat, que obliga a los creyentes a donar un porcentaje de sus ingresos a los necesitados. Es una forma de purificar el dinero.

–Y hay que ser consecuente.

–Estoy seguro de que el mundo sería mejor si todos lo fuésemos.

–¿Por qué compró una mezquita en Sevilla?

–Cuando lo hice dije que era una buena inversión, aunque no precisé a qué tipo de inversión me refería. Es algo que me toca muy de cerca, porque es una mezquita y quiero que la gente pueda seguir rezando sin problemas. 

–¿Las religiones separan en vez de unir?

–Las religiones separan hoy más de lo que unen, lo cual no es lógico, porque todos los mensajes son iguales. El problema son los fanatismos.

–Y la desconfianza...

–Al desconocimiento del islam se une el hecho de que hay gente que da mala imagen de la fe musulmana, como ocurre con el cristianismo y el judaísmo. Pero no se puede juzgar a toda una sociedad por una minoría.

–¿Cuando reza le pide a Dios más goles?

–Rezo cinco veces al día: para estar en equilibrio con tu creador tienes que estar conectado a él. Después le puedes pedir lo que quieras. En los partidos, le pido que ocurra lo mejor.

–¿Mejorará el mundo con Obama?

–Todo lo que hacen los americanos influye muchísimo en el mundo. Me alegra que haya ganado Obama, pero no por el color de su piel. Lo fundamental para mí es qué política va a hacer. 

–¿El negro está de moda?

–Si, bastante. He visto muchas bromas sobre eso en la televisión americana. Los que se quejan por sistema ya no podrán decir más: “¡Esto me pasa porque soy negro!”.  

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