Fernando Martínez Laínez | Periodista y escritor

“España tuvo buenos espías que sirvieron muy bien al imperio”

Fernando Martínez Laínez.

Fernando Martínez Laínez. / M. G.

Periodista de larga trayectoria –corresponsal de Efe entre otro lugares en sitios muy de espías como Cuba o la Unión soviética –, Fernando Martínez Láinez (Barcelona, 1941), doctor en Ciencias de la Información, vivió esa época en la que las corresponsalías fijas daban la medida de un periódico solvente. Como escritor es autor de ensayos, novela negra, novelas juveniles, biografías, libros de viaje y relatos de divulgación histórica sobre el Siglo de Oro y el mundo de los tercios. En Espías del imperio (Espasa, 2021), su última obra, nos descubre el origen de los servicios secretos españoles y su labor a lo largo de la historia.

–Tiene lógica que un imperio en el siglo XVI y XVII del tamaño del español tuviese una red de inteligencia, de información, como la que relata su libro, ¿no?

–Sí. Era una red información proporcional y obligada por el papel preponderante que tenía España en aquel tiempo. Ahora diríamos que era una gran potencia. Y como tal, tenía también muchos enemigos. Ante eso, España se veía obligada a mantener unos servicios de inteligencia, con espías muy buenos, que le servieran para hacer frente a ese conglomerado de adversario que tenía en ese tiempo. Era una herramienta operativa al servicio de los intereses del Estado.

–El reinado de Felipe II quizás es el paradigma de este momento, ¿pero el servicio de inteligencia empieza antes?

–Con Felipe II se alcanza una especie de cénit, pero efectivamente es anterior. Viven desde los Reyes Católicos, como fundadores del Estado moderno. Y sobre todo Fernando el Católico. Isabel murió antes. Fue un Rey muy volcado a la acción exterior. Tenía una mente militar muy clara. Gran parte de las ordenanzas que se dictaron en tiempos del Gran Capitán, que es cuando España sale al exterior militarmente, fueron dictadas por Fernando el Católico. Él fue claramente el iniciador.

–¿Quién fue el espía por excelencia del imperio?

–El gran maestro de espías fue Juan de Idiáquez. Aunque trabajó antes, con Felipe II alcanza un predominio en las inteligencias que marca una época. De origen vasco, aunque nacido en Madrid, era un hombre que se entendía perfectamente con Felipe II. Era su hombre de confianza para los temas de inteligencia. Asesoró muchos años al Rey sobre los servicios secretos.

–¿Qué vinculación tiene este servicio de inteligencia con la leyenda negra del imperio español?

–La única vinculación es que la leyenda negra surgió en un momento muy conflictivo, sobre todo por las guerras de Italia y sobre todo la guerra de Flandes. Ahí los servicios de inteligencia hispanos tuvieron que contrarrestar esa leyenda negra, que venía de Antonio Pérez e incluso antes, de la conquista de América.

–¿Se gesta como un medio de desgaste?

–Como un arma de guerra. Se trató de echar basura contra España y lo que representaba en ese momento. Se exageran y se inventan una serie de cosas. Y la propaganda adversaria, fundamentalmente holandesa, francesa e inglesa, hace mucha mella en Europa. Los servicios secretos hispanos no supieron contrarrestar bien esa especie de avalancha de leyenda negra que se les vino encima. Quizá también por un punto de orgullo. Porque como España era militarmente muy fuerte entonces, pues se entendía que eso de que hablaran mal daba igual, porque al final se iba a imponer la victoria y nuestros tercios seguían siendo invencibles. Pero lo cierto es que la leyenda negra hizo mucho daño porque creó una imagen de España absolutamente siniestra. Y ha persistido mucho. E incluso ha sido creída, a pies juntillas casi, por muchos españoles.

–Todavía hoy pasa, ¿pero ahora es quizá porque se intentan mirar siglos pasados con ojos del XXI?

–Claro, claro. Pero sobre todo porque no se ha hecho nada por desarraigar esa leyenda negra. No existió una contrapropaganda para neutralizarla desde el Estado. Tenía que haberse llevado a las escuelas, incluso. La leyenda negra sigue haciendo estragos en los medios académicos anglosajones. Sólo que hay que ver la propaganda norteamericana en las guerras de Cuba y Filipinas en 1898. Es un sambenito que sigue ahí.

–El libro aborda la labor de espías de importantes literatos. Me llama la atención Miguel de Cervantes, porque El Quijote es mundialmente conocido pero no así la vida de su autor.

–La vida de Cervantes es desconocida en muchos aspectos. Tuvo una vida agitada y con lagunas tan grandes como cinco años de cautiverio en Argel. Cervantes tiene incógnitas biográficas. Cervantes hasta que empezó a escribir, básicamente era un soldado, y como tal, se debía a su milicia. Así, acepta misiones de inteligencia y las cumple a satisfacción.

–¿Y Quevedo?

–Quevedo es un gran agente. Un gran patriota. Los intereses españoles en Italia coincidían entonces con los del Duque de Osuna, que era el virrey primero de Sicilia y luego de Nápoles. Quevedo se entrega a su causa. Una persona tan inteligente como Quevedo logra ponerse al tanto de todo lo que ocurre en Italia. Pero cuando el duque cayó en desgracia, pues él también, porque era su protector y amigo. Pero tanto con Cervantes como con Quevedo sigue habiendo incógnitas sobre su trabajo como espías. Por ejemplo por qué estuvo tanto tiempo Quevedo preso en León.

–¿Por qué decidió novelarlo más que hacer un ensayo?

–Es un libro divulgativo. Una gran crónica, casi periodística, pero no desde el punto de vista académico.

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