Rubem Dantas | Percusionista

"El problema del flamenco en España es el racismo"

Rubem Dantas.

Rubem Dantas.

Dijo el cantaor Ramón el Portugués, y dijo bien, que no conocía a nadie que tuvieran tantos hijos como el profeta Abraham y Rubem Dantas (Salvador de Bahía, 1954). Y no es que el músico brasileño cuente con una enorme descendencia familiar pero, musicalmente hablando, Dantas es el padre del cajón flamenco. Sus hijos son ya legión. De hecho, actualmente, desde su residencia en Granada, se encuentra preparando el 40 aniversario del cajón, que se cumplirá en 2021, recordando el primer disco donde se introdujo el instrumento, Sólo quiero caminar.

-Llega a España desde Salvador de Bahía en el año 76. ¿Por qué se queda?

-Por lo que vine, por el flamenco. Es que yo tenía un amigo guitarrista, Leonardo Boccia, que estuvo practicando un tiempo flamenco y cuando escuché lo que estaba tocando le dije: "¿Qué es eso?". Me fascinó. Nosotros en Brasil nunca habíamos escuchado nada de flamenco, lo que escuchábamos era un programa que se llamaba Cartas de España, que era más de folclore regional, y luego la presencia fortísima de Sara Montiel, que era la representación más impresionante de España en el mundo latino. Una voz preciosa y qué guapísima ella.

"Paco y Camarón eran gente simple, compuesta, primitiva y derivada. Así eran estos dos maestros"

-Le gustaba a usted, por lo que veo...

-Tanto que fui con mis padres a un concierto y pillé a mi madre pellizcando a mi padre por culpa de Sara Montiel. Pero no era sólo mis padres, sino todos, los chicos y las chicas, estaban locos con ella.

-Pero claro, esa era su idea de flamenco: nada.

-Claro y, después de escuchar a mi amigo, cuando le pregunté por la orquesta que llevaba el flamenco y me dijo que era palmas, guitarra y voz, pues me dije: "Allá que me voy a ponerle percusión". Y surgió la oportunidad de venir con el Viva Bahía, un grupo impresionante de cultura africana en el Brasil.

-¿Alguna vez imaginó la trascendencia que tendría en el flamenco la introducción del cajón peruano?

-Ni lo pensaba, nunca me preocupó eso, pero es cierto que la gente me daba toques. "¿Sabes lo que va a suponer esto dentro de 20 años?", me llegó a decir algún compañero como Pepe Perea que me dijo en camerinos: "Vas a cambiar la historia de esto". Pero yo sólo he tratado de hacer el trabajo que tenía en mi cabeza y compartirlo con las personas con las que lo he compartido.

-¿Se encontró con muchos detractores?

-Sí y no. A los artistas, principalmente, les encantaba. Pero para los detractores no es que sólo fuera el cajón es que me veían las pintas y pensaban: "¿A este tío por qué le interesa el flamenco?". Como que no les pegaba. Pero yo me decidí por el flamenco y le eché mucha paciencia. Fue mucho trabajo, pasé mucho tiempo sin dormir y tuve que acostumbrarme también a un ritmo distinto al mío, un ritmo muy loco.

-¿Qué sintió la primera vez que tocó el cajón peruano?

-Fue como volver a la infancia, a cuando tocaba en la mesa (toca un ritmo de samba en la mesa con sus manos), fue así, muy natural. Es que ya para mí el cajón no es el cajón peruano o flamenco, es el cajón de todo: de funky, de samba, de tango argentino, de rock and roll... Y eso, claro está, gracias al flamenco. El cajón hoy en día tiene la misma posibilidad que tiene la guitarra, se está sumando a muchas cosas, pero, claro tiene que venir el instrumentista que ponga las cosas en su sitio.

-¿Quién vio primero que encajaba en el flamenco, Paco de Lucía o usted? ¿De quién es el mérito?

-A ver, es que yo paso de la cuestión del mérito... De lo que no paso es del trabajo, y fue un trabajo enorme por mi parte, ni tampoco de la relevancia de que a Paco le gustara, que no es que le gustara, es que le encantó.

-Trabajó y fue amigo de Paco y de Camarón. ¿Cómo los definiría?

-Gente simple, compuesta, primitiva y derivada. Así eran esos dos maestros. Muy buenas personas y muy cariñosos con sus amigos.

-¿Por qué no llamó a Paco tras aquel primer encuentro casual en que le dio su teléfono?

-¡Por vergüenza! (ríe). Además que yo en el momento ni sabía quién era. Yo fui a Barajas a despedir a mis compañeros del grupo, estuvimos jugando a capoeira en el aeropuerto, que no veas la que se formó porque en España nadie sabía qué era eso, y cuando se fueron me tomé un café en el bar y allí estaban unos guitarristas que se iban para México y Venezuela. Estuvimos charlando, les dije que era percusionista y uno me apuntó su teléfono en una servilleta para que lo llamara a su vuelta porque querían contar con un percusionista en su próxima gira. Francisco Sánchez Gómez, ponía. Yo no sabía que era Paco. Me enteré después por una amiga. Y ha habido cachondeo con eso toda la vida.

-Sinceramente, ¿cómo ve el flamenco hoy en España?

-Estancado.Se ha quedado para los chiringuitos, mientras que fuera de España es otra cosa, y perdone que se lo diga, pero es que tengo esa experiencia. Hay una alfombra roja en el mundo entero para el flamenco y llegas a España y la gente ni lo sabe.

-¿Cuál es el problema?

-Creo que el problema en España es el racismo. ¿Cuántos arquitectos gitanos conoces? ¿Cuántos ingenieros? ¿Cuántos abogados? Bueno, ahora está empezando a cambiar y sobre todo gracias a las mujeres. Pero el flamenco no tiene el lugar que se merece en España porque a los gitanos no se les ha respetado. Como en América con los africanos, ¿no? Tuvo que venir un blanco para que no estuviera prohibido el baile con la cintura.

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