CON Pedro a tope en la campaña electoral. Pero después le exigiremos que presente las cuentas". La frase la pronunció hace un mes, en una reunión informal, un dirigente socialista que ya no tiene mando en plaza pero sí gran predicamento en el partido. Y añadió más: si el resultado de Sánchez era el que auguraban las encuestas, que confirmaban los datos que manejaba el propio partido, el Comité Federal del PSOE podía aprobar la destitución del secretario general y designar una comisión gestora que preparara el congreso para elegir nueva Ejecutiva. Incluso avanzaba el nombre que la presidiría: Patxi López.

Este comentario demuestra que lo que hoy se vive en el PSOE se preveía hace tiempo. Sánchez no ha cumplido las expectativas creadas, ha cometido graves errores como secretario general, ha llevado al PSOE al punto más bajo de su historia y el partido no puede permitirse el lujo de seguir en un declive que lo aboca a la práctica desaparición. Más aún cuando pisa firme un partido que se llevado el voto de gran parte de su electorado, Podemos.

La prueba de que nuestro interlocutor sabía bien qué ocurría en las entrañas del PSOE es que efectivamente Sánchez ha contado con el apoyo claro de los pesos pesados del partido, los que han hecho historia. Felipe González y Zapatero han participado en la campaña y no han escatimado elogios al candidato, la propia Susana Díaz ha sonreído y se ha dejado abrazar por Sánchez como si no existiera la menor fisura en su relación política y personal, y Rubalcaba, una de las cabezas socialistas más lúcidas -si no la más- se ocupó de ayudarlo a preparar el cara a cara con Rajoy.

Un debate que gustó a la mitad del partido porque Sánchez efectivamente acorraló al presidente, pero que a la otra mitad disgustó porque ofreció la imagen de un dirigente maleducado con sus interrupciones constantes y que recurrió a la ofensa personal para no responder a cuestiones que no le interesaba responder.

El malestar hacia Sánchez sin embargo no se debe sólo al mal resultado electoral; pésimo, en definición de Fernández Vara, el presidente extremeño.

Desde tiempo atrás sorprende su afán de protagonismo y de no atender las sugerencias de sus compañeros. No gusta la forma en que lleva César Luena el PSOE, que en cambio cuenta con el respaldo absoluto de Sánchez, y han provocado auténtica indignación algunas decisiones tomadas por los dos. La más grave, proceder al relevo de la dirección del partido en Madrid sin contar con la aprobación previa de la Ejecutiva regional, y mucho menos de la dirección federal. Sánchez se inclinó por una joven, Sara Hernández, sin apenas trayectoria que acababa de lograr la Alcaldía de Getafe gracias al apoyo de IU y de una franquicia de Podemos. El resultado en Madrid, en las generales, es el peor conocido, lo que provoca un grave problema, pues el PSM siempre ha sido una de las federaciones que más votos ha aportado.

A esa designación que provocó tanto malestar, se suma la forma en que Sánchez tomó como asunto propio la lista madrileña al Congreso, colocando en lugares de salida a la comandante Zaida Cantero, sin más mérito que haber denunciado a un superior por acoso, y a la ex diputada de UPyD Irene Lozano, siempre muy ácida contra los socialistas. Relegó Sánchez a su adversario en las primarias, Eduardo Madina, y a una de las cabezas más sólidas y relevantes, José Enrique Serrano. Los dos han perdido sus escaños.

Sánchez abrió otra polémica en Galicia, al apoyar la elección del presidente regional, Gómez Besteiro, para ser senador por el Parlamento autonómico; una elección muy cuestionada porque Besteiro está imputado por corrupción. La polémica la zanjó el propio Besteiro en cuanto se conoció el resultado, con descalabro generalizado y las Mareas gallegas haciendo un importante roto al socialismo gallego. Renunció a ser candidato al Senado, pero en el debe de Sánchez se ha incluido esa operación que incluso era mal vista por un sector relevante de los socialistas de Galicia, incluido Pepe Blanco, que sin embargo había tenido un papel clave en la elección de Besteiro hace dos años como secretario regional.

A esas decisiones tan cuestionadas se suma el pacto municipal y autonómico con Podemos. Gracias a él logró el PSOE gobiernos municipales y autonómicos sin haber ganado las elecciones, pero no todo el mundo entendió, ni aceptó de buenas maneras, la alianza con un partido que además de no acatar los principios constitucionales y ser caldo de los antisistema, araña sin cesar votos al PSOE, y lleva camino de convertirse en primera fuerza de la izquierda si los socialistas no defienden sólidamente su sitio y sus principios.

Entre quienes más se oponen a la estrategia que marca Sánchez se encuentra Susana Díaz. En el PSOE se habla con toda naturalidad del momento en que la presidenta andaluza se convertirá en la secretaria general del partido; en lo único en lo que no hay coincidencia es en que unos apuntan que tendría que esperar al menos a cumplir la mitad de su mandato como presidenta del Gobierno regional y otros, sin embargo, que no se puede prolongar excesivo tiempo el relevo porque Sánchez lleva el partido al desastre.

La relación entre los dos no es tensa, sino "inexistente", según alguien próximo a la presidenta. Se refugian en la cortesía para ocultar sus diferencias y apenas dialogan para evitar la confrontación. Estos días posteriores al 20-D ha aparecido la auténtica cara de la situación. Ante el empeño de Sánchez de ser presidente a cualquier precio e intentar aproximaciones con Podemos, la mayoría de los dirigentes regionales, con Díaz a la cabeza, ha expresado públicamente su rechazo a esa alianza, pidiéndole que aceptara ser líder de la oposición porque además, la falta de mayoría del PP, hace pensar que la legislatura no va a llegar ni a su ecuador. De hecho, incluso podrían repetirse las elecciones ante la imposibilidad de Rajoy de superar el trámite de investidura.

Sánchez, en un alarde de arrogancia, advirtió que era el secretario general y por tanto el que tomaba las decisiones en nombre del partido, y la respuesta de Díaz no se hizo esperar: por encima de la autoridad del secretario general está la del Comité Federal, que se va a reunir mañana. Unas declaraciones de una virulencia nunca vista hasta ahora. Por otra parte, Díaz y gran parte de los barones regionales, sobre todo los más influyentes, pretenden presentar en el Comité Federal un documento en el que proponen una serie de medidas para potenciar el PSOE y detener la sangría de votos a Podemos. Una situación insólita, pues generalmente es la Ejecutiva la que hace propuestas al Comité Federal, no un grupo de dirigentes regionales. Sánchez, en una reacción con la que intenta enderezar su complicada situación, ha convocado hoy a los barones para ver si suaviza las posiciones.

Quizá lo consiga, pero la situación es extrema. Tanto, que Sánchez ha lanzado la propuesta de aplazar el congreso federal del partido, que debe celebrarse en tres meses, en primavera, para provocar así que si hay una repetición de elecciones, siga siendo el candidato a la Presidencia. Propuesta que ha sentado muy mal en las baronías, que insisten en que el congreso debe celebrarse en la fecha prevista.

Hoy por hoy, a no ser que Sánchez consiga cambiar radicalmente las cosas en el Comité Federal de mañana, en ese congreso pintan bastos para el dirigente socialista, que podría verse desplazado de la secretaría general tras una gestión que para el PSOE está siendo letal.