Elecciones

El señor de las infraestructuras

DESDE el triunfo siempre es fácil alcanzar la meta. Casi te deslizas por un trineo, en suave pendiente, y hasta tienes la oportunidad de lucirte. Desde la derrota, cualquier obstáculo, por pequeño que sea, se convierte en un Everest difícil de ascender.

El candidato del Partido Popular por Almería, Rafael Hernando, ha vivido los dos estadíos y en ambos se ha desenvuelto a la perfección. Hizo oposición siendo un "pipiolo" recién llegado a Almería, cuando Manuel Arqueros era el gran prócer del Partido Popular y esta fuerza política estaba reducida a su mínima expresión. Saboreó la miel de la victoria en las dos legislaturas en las que Aznar fue presidente del Gobierno, alcanzando la portavocía del PP. Allí, en la cima, mantuvo el la serenidad, sin excesos ni alardes de superioridad. El PP perdió las elecciones y el diputado almeriense, nacido en Guadalajara, bajó de nuevo a la tierra e inició una nueva etapa de oposición, en defensa de los intereses de Almería y de los de su partido.

Alto, delgado, flequillo revuelto, casi siempre con zapatos castellanos, vaquero y chaqueta, Hernando es hoy un almeriense más. Soportó con estoicismo las acusaciones de 'cunero' que el PSOE usó a veces en su contra y las de diputado de 'fin de semana'. Ambas pruebas las superó con éxito. Aunque nunca ha estado hundido, si es cierto que emerge con fuerza, cual 'ave fénix' una y otra vez en la reivindicación de las infraestructuras que la provincia de Almería aún necesita.

No tiene horarios, y seguro que tampoco fecha en el calendario para viajar por la provincia, conocer los problemas y arremangarse en la defensa de los proyectos de agua, agricultura, carreteras, ferrocarriles o conexiones aéreas, sin olvidar la agricultura.

Se las ha tenido tiesas con los socialistas en el Congreso. Algunos de los rifi-rafes han sido memorables, aunque las aguas nunca han llegado al río. Aquí en Almería famosos fueron sus enfrentamientos, algunos subidos de tono, con el exsecretario general del PSOE, aunque el objetivo último siempre era el mismo: el regreso del PP al gobierno de la nación. Ahora, a menos de una semana de las elecciones, el dirigente popular se ha convertido en el "hombre tranquilo", en aquel que sabe las tiene casi todas consigo para que su partido vuelva al Gobierno de España. Y en eso está. Enfrascado en una campaña serena, casi plana, a la espera que la fruta madure del todo para pasarse a recogerla.

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