Elecciones

La resaca

TODOS los sondeos urgentes encargados por medios de comunicación, excepto el de Público, coincidieron finalmente en que Mariano Rajoy ganó el cara a cara a Alfredo Pérez Rubalcaba, por un estrecho margen. Con todo a su favor, sobre todo con la crisis y el paro como arietes infalibles, el gallego se limitó a no meter la pata ostensiblemente y a insistir en que su partido representaba el cambio que necesita España. Para ello, miró hasta 600 veces los papeles que llevaba encima y leyó directamente algunas de sus intervenciones más relevantes. Pese a esas formas poco brillantes y a que eludió pronunciarse sobre algunos asuntos poco claros en su programa electoral -financiación sanidad pública, prestaciones por desempleo y matrimonios gays-, salió, si cabe, más presidente del Gobierno.

En lo que resta de campaña podrá dedicarle algo más de tiempo a conocer España -así se aprenderá que Cazalla y Constantina no pertenecen a la provincia de Cádiz sino a la de Sevilla-, o a preparar el debate de investidura o a perfilar su primer Gobierno.

Por su parte, Pérez Rubalcaba le facilitó el camino a Rajoy. Aunque le buscó contradicciones de forma machacona en un intento de que aflorara el programa oculto del PP, asumió en sus intervenciones el papel de líder de la oposición pronto y sin complejos. Cuando acusó al popular de preparar una reducción de las prestaciones por desempleo se dirigió en dos ocasiones al gallego como si éste hubiera ganado ya las elecciones. Curiosamente, el minuto de oro del debate se produjo en este preciso instante. Muy por encima de los 13 millones.

Puede que este rol fuera un error, pero lo más normal es que el candidato socialista, visto cómo evolucionan los sondeos, decidiera asumirlo premeditadamente para lanzar un mensaje de continuidad a los suyos tras el 20-N; es decir, el cántabro le dijo a los socialistas que quiere ser el secretario general del PSOE sea cual sea el resultado electoral. Convencido de que la victoria de Rajoy es ya imparable, prefirió mirar hacia el futuro, un futuro lleno de dificultades para un Gobierno popular que recibirá mucho crédito pero que tendrá que devolverlo en poco tiempo. Esta crisis está poniendo de manifiesto su enorme voracidad política. En Grecia, por ejemplo, la crisis se ha llevado ya por delante a dos Gobiernos, en Irlanda y Portugal, los partidos gobernantes perdieron las elecciones. Y en Francia y Alemania, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel van por detrás del centro-izquierda en las encuestas. En Italia, la inminente caída de Silvio Berlusconi pudiera abrir las puertas del poder a la izquierda. A estos movimientos pendulares pareciera haberse encomendado el candidato socialista.

Más allá de ese papel de perdedor, Pérez Rubalcaba sí logró pescar algunos votos en el debate en el mar de votantes socialistas indecisos. Pero posiblemente no sirvan ni para maquillar la derrota.

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