Elecciones

Apuntes previos al derrumbe

  • La campaña electoral de las generales comienza en la provincia de Sevilla con unas cifras de desempleo históricas y las dudas sobre si en esta ocasión el PSOE será capaz de resistir la creciente marea del PP

CINCO meses después volvemos a empezar. Idéntico ceremonial. El mismo bucle electoral del que parece que no vamos a terminar de salir nunca. El viaje hacia las urnas tiene en esta ocasión aspecto infinito. Interminable. También es previsible: no esperen sorpresas. Los comicios generales del 20-N probablemente son los que menos emoción suscitan en el tablero de juego político e inmediato. La victoria del PP se tiene por cosa ya descontada -las encuestas auguran una diferencia de hasta 15 puntos en relación a los socialistas- y todas las dudas (como si en realidad lo fueran) consisten en ponerle la lupa al programa de Rajoy para tener alguna base a partir de la cual poder atisbar el panorama venidero. Ejercicio inútil: los políticos, al convertirse en gobernantes, acostumbran a dejar sus promesas personales a un lado para -ya desde el poder- trabajar en su propia agenda. La suya.

cambio de prioridades

En Sevilla ha ocurrido justo esto tras los últimos comicios locales, cuando Zoido llegó a la Alcaldía aupado por un alud de sufragios y una representación de veinte concejales. La mayor de la historia de la democracia. El respaldo electoral del alcalde fue abrumador, lo que daba a entender (a aquel que no obvie la evidencia) que los ciudadanos preferían una propuesta alejada de la grandeur de antaño y más ligada a la política doméstica. La gestión municipal. Lo que algunos neófitos en la materia llaman ahora la micropolítica.

El paso del tiempo, sin embargo, ha torcido el sendero original: el día a día municipal está siendo demasiado discreto y, salvo excepciones, todos los esfuerzos del nuevo equipo municipal siguen concentrados en los habituales golpes de imagen. No hay cambios de registro. El tono es monocorde. Acaso porque están pendientes de lo que suceda en primavera. El prometido cambio de valores, que consiste en gobernar de otra forma, no con caras distintas, continúa aún por abordar. La incógnita es si este necesario tránsito llegará a producirse algún día. Esto es: si tras las elecciones autonómicas el PP se decidirá por fin a gobernar Sevilla (en lugar de achacar todo al pasado reciente) o seguirá durante cuatro años más concentrado en sacarle brillo a la Copa Davis.

Que las prioridades de la campaña -barrios, eficacia, soluciones, empleo, inversiones- han mutado es obvio. Basta abrir la web municipal [sevilla.org] para encontrar la mejor metáfora del cambio de perspectiva. El cuento del open goverment se guardó en un cajón: hay departamentos como Urbanismo cuya página electrónica es un verdadero monumento al desastre. De la web oficial ya sólo emerge, rutilante y brillante, la ensaladera, en la que el PP ha puesto extrañamente todo su predicamento (que era mucho) al mismo tiempo que Sevilla sufre una de las peores etapas de su historia reciente, que, a pesar de todas las apariencias, nunca fue muy dada a las alegrías.

El alcalde se fotografiaba hace unos días en un barco en el río -¿dónde quedó aquella idea de un transporte fluvial regular para todos los ciudadanos?- con el único trofeo inmediato de la nueva era, que es prestado. Mientras, los datos del paro en Sevilla -más familias que caen en el agujero negro del desempleo- certifican el raudo avance de un creciente malestar social ante cuyo paso no sirven iniciativas como la organización de trofeos deportivos.

En otros tiempos, cuando algunos confundían el trabajo con la especulación y el dinero con la riqueza, estos excesos acaso tuvieran algún sentido. Yo siempre he pensado que son el preámbulo de la decadencia. De Sevilla, en este caso. Basta repasar la historia: los fastos públicos en Roma eran mucho más deslumbrantes cuanto más mancilladas se encontraban las virtudes romanas que sirvieron para forjar el imperio. En el contexto económico actual, estas estampas denotan esencialmente dos cosas: o ausencia de sensibilidad social o falta de vista. O las dos. Ambas hipótesis son malas.

Alguien ha dejado de preocuparse por la dirección en la que sopla el viento. Y las velas del barco están destrozadas. Tenemos encima de nuestras cabezas un temporal que no cesa y cuyas consecuencias -la factura social de la crisis- son los 257.500 parados registrados en la provincia de Sevilla. Un 27%. Hasta seis puntos por encima de la media oficial española. El mayor índice de desempleo contabilizado en los últimos quince años. ¿Realmente tenemos algo que celebrar?

El gobierno local, por lo visto, sí: se celebra a sí mismo. Sonríe de forma permanente ante el triunfo que todos los sondeos pronostican para el 20-N y, también, para la primavera del año 2012. Dicen que la clave de cualquier victoria política o bélica consiste en lograr antes un triunfo psicológico. Lo que significa que el PP quizás ya ha ganado la guerra. Aún así habría que preguntarse si, incluso pese a esta posibilidad, no sería deseable algo más de sobriedad. Ética y estética.

La batalla que sucede en la calle, en la que combaten los sevillanos anónimos, consiste en tratar de sobrevivir, pagar las deudas, no ser despedido, seguir caminando a pesar de las heridas diarias. La pelea en la dirección de los grandes partidos es totalmente distinta. Los socialistas aspiran a resistir la marea azul -en Sevilla, al menos- mientras los populares cuentan los días que restan para abrir las urnas, conscientes de que el descrédito de los sucesivos gobiernos socialistas -en Madrid, en San Telmo- les llevará en volandas a un poder que, por muy rotunda que sea su victoria, a la larga será efímero -como todos- si se separa nada más llegar de las causas profundas que lo explican. Si no se centra en hacer lo que se le prometió a la gente: contribuir a arreglar sus problemas. El ejemplo de Zapatero, el verdadero muñeco roto de la política nacional, es bastante ilustrativo.

El voto en sevilla

Sevilla, en los distintos comicios generales que se han sucedido en la última década, siempre ha votado en una misma dirección: PSOE. Si se repasan los resultados históricos, se llega a dos conclusiones: la abstención se ha mantenido cercana a un tercio de electorado -bastante inferior a las convocatorias locales- y la distancia entre socialistas y populares prácticamente no se ha visto erosionada en dos lustros. Según algunas encuestas, Sevilla aparece todavía como una de las contadas provincias en las que los socialistas podrían ondear su banderín rosa. A pesar del cambio político en la capital, la provincia nunca ha dejado de apoyar a los socialistas: casi el 60% de los votos en los anteriores comicios generales -2004 y 2008- frente al tercio largo de votos captados por los populares, que nunca han pasado del 34% del total de los sufragios en disputa. El PSOE ha captado siempre el 49% de votos. La traducción en actas de diputados es expresiva: ocho a cuatro. Justo el doble.

Si se cumplen los pronósticos, los socialistas bajarán en votos en Sevilla, aunque se antoja difícil -pero no imposible- que queden por debajo del PP. La clave está en la participación. La movilización del electorado popular es muy alta, lo que augura que su cuota de votos superará el 34% de los sufragios que lograron en el año 2000. Éste es el techo histórico del PP en Sevilla en unas generales. Cinco diputados. Justo los que ahora les otorga el barómetro del CIS, que quita dos a los socialistas y asigna uno a IU, que lleva ya dos legislaturas sin representación sevillana en Madrid.

La tendencia actual favorece al PP. Aunque la lectura de los resultados no pasa tanto por Madrid -el hecho de sentar más o menos diputados en las Cortes- como por el Palacio de San Telmo. El comportamiento de la provincia sevillana decantará las elecciones autonómicas, previstas en marzo. La mayoría del PP en Andalucía depende de lo que ocurra en Sevilla. Expulsados de Madrid, a los socialistas sólo les quedaría el asidero de su feudo del Sur, en trance de convertirse en la nueva Alhama. El 20-N puede ser el preámbulo del derrumbe político definitivo del PSOE. Para ellos es una tragedia. La de los demás es otra: el naufragio económico en el que braceamos desde hace ya cuatro años.

La Noria

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