Elecciones

Euforia en todas sus acepciones

  • Zoido cierra su campaña con una 'vuelta al ruedo' de Sevilla que escenifica sus cinco años de trabajo · Espadas se crece convencido de que los sevillanos juzgarán al PSOE "por lo que somos, hemos hecho y vamos a hacer"

Yel decimoquinto día descansó. Más o menos. Los candidatos a la Alcaldía de Sevilla festejaron anoche el cierre de una campaña electoral que pasará a la historia, antes que por la originalidad de sus propuestas, por la spanish revolution. De entrada, este movimiento social han proyectado en todo el mundo la herencia más temida de Monteseirín, las setas. ¿Quién le iba a decir al alcalde que le esperaría semejante campaña de publicidad?

La de ayer fue una noche larga en la Encarnación. También de euforia, fingida o real, que sirvió para aliviar las tensiones de una larga carrera que se inició hace meses -unos nueve en el caso del socialista Juan Espadas- o incluso años, pues hasta cinco lleva el popular Juan Ignacio Zoido batallando por el sillón de alcalde. Euforia es un estado de ánimo propenso al optimismo y una sensación de bienestar natural o artificial. Y euforia es también la capacidad para soportar el dolor y las adversidades, según otra de sus acepciones.

En estos últimos quince días, el alcaldable de IU, Antonio Rodrigo Torrijos, ha tenido bastante con proteger la marca de su partido de los chistes de mariscadas y sus imputaciones judiciales, en cualquier caso, menos sólidas que su fiel electorado. Y, por ello, ayer se mostró tranquilo y dejó que sus líderes, el regional y el nacional, cantasen las cuarenta a la juez Mercedes Alaya, a quien acusaron de encabezar una operación para dar al PP la Alcaldía de Sevilla. Horas antes de que acabase la campaña, IU reclamó a la junta electoral que evitase la difusión a través de los medios de comunicación del auto que cita al candidato en calidad de imputado en el caso Mercasevilla y que se ha dio a conocer un día antes de la jornada de reflexión.

Y luego hay otras opciones, como la del PA de Pilar González, que ha jugado a abrazar el Ayuntamiento con la esperanza de que, a diferencia de partidos con aspiraciones como UPyD, tienen una historia y, se supone, un voto huérfano que Sevilla necesita adoptar.

Pero en el juego de la democracia la partida ha sido a dos bandas: la del PSOE y el PP, un bipartidismo que, quizás con desigual reparto, dejará el Ayuntamiento en manos de las mismas fuerzas políticas. Zoido dio ayer la vuelta al ruedo de Sevilla con un tour por los once distritos que comenzó a las ocho y media de la mañana y finalizó a las once de la noche en el río. Desde la Torre del Oro partió rumbo ¿a la Alcaldía? No, "al nuevo destino de la ciudad", con parada en el empleo, la seguridad y la desconcentración de los servicios municipales. El cierre más original fue el de Zoido escenificando una travesía de cinco años a lo largo de los cuales ha ido preparando a su tripulación. "No nos ha quedado nada por hacer", apuntó el candidato. Sin duda, la campaña del PP ha ganado con nota en el examen de marketing político con vídeos, como el del tendero de Su Eminencia, que anoche hizo otro bolo en Marqués de Contadero, y una estrategia alejada de la crispación que ha permitido al PP mantenerse en un segundo plano y rebajar así las posibilidades de meter la pata y restar votos.

Tras una campaña bastante irregular, Espadas, que estuvo más poético el día anterior recitando a Bergamín, no disimuló su ilusión casi infantil por que Felipe González viniese ayer a Sevilla a poner el broche a su campaña. Desconfiando de las encuestas, que no le han sido nada favorables, Espadas se mostró seguro de que ganará si los sevillanos votan. El PSOE confía en recoger votos "por lo que somos, hemos hecho y vamos a hacer". Y Espadas garantizó que la foto de Felipe estará en el Ayuntamiento. Junto a la suya, se entiende.

El socialista se marcó un reto a primeros de año, lograr subir su notoriedad y borrar lo peor de la herencia de Monteseirín para revalidar al PSOE en la Alcaldía. No lo tenía fácil, pero su trabajo merece un notable alto, aunque se desconoce si estos frutos serán suficientes para recuperar las asignaturas pendientes de sus compañeros de partido. Eso se sabrá dentro de unas horas, cuando acabe el recuento de papeletas. Los socialistas no sólo se han encontrado con un rival fuerte, sino con el enemigo del paro y la crisis, y también la corrupción que, además, salpica a la única fuerza política que puede apoyarle con sus votos para formar gobierno de coalición. Dicen, en la intimidad, que ya todo está amarrado y que Sevilla seguirá en manos de la izquierda, mientras dedican lo mejor de su repertorio "a la derecha más a la derecha de la ciudad", que diría el presidente José Antonio Griñán.

El PSOE confía en su marca y, en todo caso, en la de Felipe González, cuyo tirón reconocen incluso en los ambientes más conservadores. Pero el PP tiene otra marca propia, alejada de la etiqueta de la derecha o el neoconservadurismo, que diría Torrijos. La marca es Zoido y ha generado un movimiento que se ha venido a denominar zoidista o zoidiano, según el gusto de cada cual. Dejando atrás las ideologías, lo que de entrada se antoja una misión imposible, Zoido se ha ido ganando la confianza de sevillanos de todos los partidos, dice él, que le prestarán su voto para garantizar el cambio tranquilo.

Que Sevilla necesita un cambio se huele. La gira por los barrios que han intensificado los políticos en estas semanas da para escribir una novela negra. A Pilar González le marcó conocer que hay gente que come sólo una vez al día porque no tiene para más a no ser que la vecina le preste un huevo y haga una tortilla. Y no viven en El Vacie ni en las Tres Mil. Muchos se han agarrado al hombro de Espadas, de Zoido y de Torrijos también suplicando un trabajo. Y, en un intento desesperado por superar al rival, todos los candidatos se dispusieron a ofrecer en los últimos días de la campaña una opción de cambio. Del cambio tranquilo del PP, al cambio de Espadas - "porque soy el único nuevo"-, y el de Torrijios, que garantiza que las cosas seguirán cambiando, para bien, con él en el gobierno.

Pero ya, todo o casi todo lo que se podía prometer se ha prometido, los actos de anoche sirvieron sólo para reafirmar la posición en la que se sitúan los partidos. El PP parte con ventaja y expertos en mercadotecnia apuntan que el 80% del electorado llega a la campaña con su voto decidido. La diferencia esta vez está en que gran parte de esos sevillanos no pensaban ir a votar y el PSOE ha volcado su maquinaria para lograr un vuelco mañana.

Si ya ha hecho su particular quiniela, suerte.

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