Economía

La resurrección de Arteoliva

  • La empresa de aceite de oliva y gazpachos recupera el pulso con alianzas con una quincena de multinacionales a las que les hace productos a medida. Tras pasar una dura crisis, fue adquirida en subasta judicial por un empresario sevillano.

José Manuel Navarro Bernal, actual propietario, y Felipe Silvela, uno de los fundadores

José Manuel Navarro Bernal, actual propietario, y Felipe Silvela, uno de los fundadores / José Ángel García (Sevilla)

Arteoliva se convirtió en una referencia en aceite de oliva por méritos propios. Nacida en Palma del Río (Córdoba) a finales de los 90 por el impulso de un grupo de amigos, muy pronto se hizo famosa por introducir una innovación a contracorriente, el envase tetrabrik en el aceite, que rompió con el prejuicio que asociaba la calidad a envases de vidrio o de diseño. “Nuestro envase imitaba las características de la piel de la aceituna, el 100% es opaco a la luz y sin aire, el mejor posible para el producto”, afirma Felipe Silvela, director de Comunicación y uno de los fundadores de la firma.

La firma fue innovadora en los primeros 2000 con el envase brik para aceite de oliva.

El éxito, apoyado en un departamento de I+D muy potenciado y en productos asociados como el gazpacho, fue meteórico. En 2006 ya vendía en 85 países, y facturaba 18 millones de euros, más del 60% procedente del exterior. Pero la crisis llegó y le afectó, mucho. Le hizo un daño especial el cierre del mercado ruso, que sustituyó de la noche a la mañana el aceite de oliva por el de girasol. Y allí vendían 500.000 litros al año. “Vender tanto en ese país fue un error, porque era un cliente que empezaba a pesar mucho en la facturación”, dice Silvela. Comenzaron los impagos a proveedores, llegó la asfixia de los bancos y el proyecto petó. Fue a concurso a finales de 2013 y tras un largo proceso terminó siendo adquirida en subasta judicial a finales de 2016 por el empresario sevillano José Manuel Navarro Bernal.

Prevé ampliar la fábrica de Palma del Río y negocia comprar otras dos más para ampliar su portfolio de productos

Esa fue su salvación. Navarro Bernal es especialista en comprar empresas en crisis y hacerlas rentables con los mismos gestores que había. Hizo una oferta en subasta judicial equivalente al valor del pasivo de la empresa y el juez la aceptó. A través de Comerandalus –de la que es único accionista– adquirió la unidad productiva de Arteoliva, y la sociedad Compañía Alimentaria del Sur de Europa, la antigua propietaria de la marca, entró en vía muerta.

Se puso el contador a cero: la compañía propietaria era nueva, la cuenta corriente se ponía a cero, la facturación estaba vacía. Nada en la mochila. “Un tren saliendo de la estación”, dice Silvela. “Me reuní con los proveedores –añade Moreno Bernal– y les expliqué la situación. Los cité en una fábrica de tubos [la compañía primigenia de su grupo] y me preguntaban que qué tenía que ver una fábrica de tubos con una de alimentación. Les dije que yo estoy detrás y que sí hacía falta yo avalaba a los proveedores, que no se fiaban de la antigua dirección”.

Y de estar prácticamente muerta, en un tris de no pagar los salarios, con los suministros de las materias primas bloqueados y con los bancos comiéndose las transferencias pasó a facturar cinco millones de euros en 2017. El muerto, que ya estaba en la caja, resucitó.

¿Cómo? Primero, Arteoliva ha potenciado aquello en lo que es buena: el desarrollo de producto, gracias a la I+D. Y ha establecido, sobre todo en España, una red de alianzas con multinacionales –Navarro Bernal cita una quincena– para hacer productos muy específicos, trajes a medida, relacionados con el aceite de oliva. Algunos se han dado a conocer, como la fabricación para Unilever del gazpacho Knorr o el acuerdo con Migasa para hacer un gazpacho y salmorejo fresco, sin pasteurizar. También, con su marca propia, ha entrado en los aviones de Iberia y Air Nostrum con el gazpacho y el salmorejo.

Hay otros muchos acuerdos –Arteoliva fabrica la mayonesa con aceite virgen extra para un gran fabricante, “algo muy difícil porque se puede cortar la emulsión– pero se prefiere la discreción. “Presumimos de estar a la sombra de los grandes, fabricamos lo que ellos quieran, y no ganamos nada diciéndolo”, afirma Navarro Bernal. Esa política le va a permitir a Arteoliva llegar a los seis millones en ventas a lo largo 2018, un 20% más, con un 70% de cuota nacional.

Aparte de esto, la marca propia también se va a potenciar, y eso es sinónimo, casi, de exportación. Ya ha recuperado 22 países –vende gazpachos en mercados tan improbables como Austria e Inglaterra– y tiene la vista puesta, respecto al futuro a corto plazo, en EEUU. Arteoliva negocia con un gran distribuidor su despegue en ese país, en el que factura unos 300.000 euros. Con esta operación, pasaría a dos millones y sería el líder. Este operador ha visto una oportunidad en la introducción del envase brik en conciertos, donde vendería no sólo gazpacho, sino también sangría, que Arteoliva fabrica bajo la marca Achispados.

El modelo de la nueva Arteoliva es diferente. Sigue fabricando aceite, pero pone el acento, en salsas, gazpachos, salmorejos y zumos ecológicos, con idea de diversificar más y no depender tanto de las oscilaciones de un único producto. La empresa es la única capaz de mantener once meses bien conservado el gazpacho, lo que facilita la exportación. Y lo ha logrado con un sistema de pasteurización que “no compromete térmicamente el tomate”, de tal manera que “no sabe, como pasa en otras marcas, a tomate frito”.

Navarro Bernal prevé que la empresa siga creciendo, pero sin locuras. Ha invertido cerca de 400.000 euros en una nueva cámara frigorífica y ya tiene encima de la mesa los planos para ampliar la fábrica: ahora hay 7.000 metros construidos y prevé llegar a los 14.000, con nuevos productos. Ya han hecho pruebas, por ejemplo, para hacer crema de verduras y caldos, a demanda de algunas multinacionales. Navarro Bernal también se refiere a una negociación en marcha para adquirir dos fábricas del sector –una en Andalucía y otra en Murcia– que complementarían con otro tipo de productos lo que hace Arteoliva.

Pero todo con los pies en el suelo. “No podemos llegar aquí y actuar como un elefante en una cacharrería. Hay que tener tranquilidad y consolidar el proyecto. No tenemos prisa, de éxito también se muere. Mi idea de empresa no es facturar y facturar. En Plásticos de Huelva –una de sus empresas– pregunté cuánto era necesario vender para cubrir gastos y eso es lo que hicimos, y los proyectos que vengan ya veremos si los cogemos”. “Yo estaría contento con 20 millones de facturación, no me gustaría más –abunda el empresario– y si puede ser sin acercarme a ningún banco, mejor”.

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