Tribuna Económica

gumersindo ruiz

Comida, comunidad y generosidad

Estuve dudando si leer el libro de Priya Basil Sé mi invitado, pero la comida no es lo mío y sólo le he echado un vistazo; sin embargo, hay algo atrayente en este peculiar librito de recetas y filosofía social que dejan un gusto a la vez familiar y exótico. Nos dice que desde el nacimiento somos absolutamente dependientes de la experiencia familiar de los alimentos, tradicionalmente vinculada a las madres y abuelas, con detalles propios en cada familia. Es algo que damos por supuesto, y sólo al pasar los años se valora lo que tiene de tomar y dar, expectativas que crea, gustos que establece, satisfacciones y esfuerzos del trabajo de cocinar, que se extiende más allá de la jubilación laboral.

También destaca que el tiempo dedicado a cocinar y comer se reduce, se cocina cada vez menos, y se come con prisas; pero hay diferencias, los programas y concursos de cocina, por ejemplo, muestran el interés que despierta en algunos lugares, y la receta es una de las formas más fáciles y generosas de intercambio entre gentes y culturas. Sin embargo, en las raíces del lenguaje, el huésped, el hospedado, y el extraño, juegan sus papeles en la comida y en la vida, el término hostilidad tiene raíz común con ellas, y es raro que se comparta sin condiciones. En fin, el alimento es poder, y se cita en el libro la explotación colonial, que a países como Gran Bretaña tanto les irrita que se recuerde. Hoy los alimentos forman parte del mundo financiero; miro el índice de precios de la FAO (Food and Agriculture Organization), y con base 100 hace 20 años, subió a 200 antes de la crisis (cuando todo subía), y tras caídas y bajadas, llega hasta un 177 actual, de manera que los habitantes de países exportadores e importadores siguen dependiendo -algunos más, otros menos- de estos movimientos.

Aunque es un hecho que está muy bien documentado, Douglas Smith ha publicado Un trabajo ruso" sobre la sorprendente ayuda humanitaria que se prestó a Rusia a finales de diciembre de 1921, cuando padecía una terrible hambruna. A la gestión desastrosa de la agricultura se unió la sequía, extensos territorios se llenaron de muertos -se calculan unos cinco millones-, y se llegó a practicar el canibalismo. Estados Unidos, a través de Herbert Hoover, que aún no era presidente pero dirigía el programa de cooperación, prestó un apoyo que el gobierno ruso aceptó impotente. Llama la atención que la ayuda no se vinculó a ninguna concesión por Rusia, y pese a la oposición de sectores conservadores, se tramitó en Estados Unidos en sólo siete días. El libro de Douglas Smith elude la política y destaca que fue un acto genuinamente humanitario, sin contrapartidas; aunque lo importante es un buen gobierno en los asuntos públicos y privados, y justicia y equidad en los procesos económicos y sociales, no dejan de reconfortar estos gestos extraños de fraternidad y compasión. Volviendo al librito de Priya Basil, nos recuerda que "cocinar algo" significa también maquinar o planear sobre algún asunto; y estos días, en que tanto se cocina en España, a veces la mejor receta es la más sencilla, y es obvio que la abstención sin condiciones de los partidos evitaría tener que pasar tanto tiempo en la cocina preparando recetas complicadas que a nadie gusta.

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