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De vuelta a la realidad (0-1)

  • La Balona, sin dar mala imagen, sucumbe ante un rival que demuestra en los detalles que sí pertenece a la clase noble del grupo Mateo salva antes del descanso a los albinegros, que encajan el gol cuando mejor lo hacían

El fútbol se encargó ayer de elevar de nuevo a la categoría de sueño la clasificación de la Balona para la fase de ascenso a la Liga Adelante, algo que, después de tres victorias consecutivas, el conjunto de La Línea había transformado, de manera más que legítima, en objetivo. El Cartagena ganó en el Municipal y distanció un poco más a los de Rafa Escobar de la zona VIP. Lo hizo en la forma en la que sólo está al alcance de los equipos buenos, dejando la sensación de que no necesitó alardes, pero escenificando sobre el terreno de juego una clase magistral de disciplina táctica adornada con muchas dosis de calidad.

Pero al contrario de lo que sucedió en buena parte de los muchos [demasiados] contratiempos albinegros en casa de esta temporada, al equipo de La Línea no cabe reprenderle. Aquello de que cuando uno da lo que tiene... Si acaso, le faltó ese punto extra de intensidad, ese ir más allá de su verdadera realidad, que es la única forma que tiene de competir con equipos de auténtica envergadura. Pero hay que asumir que no siempre es posible. Bueno, le faltó eso y le sobró el ataque de entrenador de Rafa Escobar, que no eligió el mejor día para hacer experimentos y casi regaló la primera mitad.

Vaya por delante que Balompédica y Cartagena obsequiaron con un partido con muchas más cosas de lo que suele ofrecer un partido de esta Segunda B tan rácana. Hubo más batalla táctica, más ocasiones y más chispazos que en semanas enteras de esta liga tan ramplona de la categoría de bronce. Unos y otros justificaron su clasificación. El Cartagena, que pertenece a la clase alta de este grupo IV. La Balompédica, a la media/alta. Y es verdad que eso le permite codearse con frecuencia con la élite, pero a la hora de la verdad, y ayer fue una de ésas, cada cual acaba dónde le corresponde. El fútbol, muchas veces, no es más que el reflejo de la vida misma.

En el primer tiempo Rafa Escobar, seguramente con la intención de sorprender, organizó un cacao del que sus jugadores no eran capaces de salir. Montó un pivote con Alberto Merino y Blas, al que se unía desde una falsa media punta Chema Mato. La consecuencia fue que el santanderino corría y corría pero como pollo sin cabeza, que Ramiro se desesperaba en una banda y que el juvenil estaba totalmente desbordado por el ritmo del juego. Blas, está escrito aquí, tiene pinta de que puede ser un jugador extraordinario, pero hay que dejarlo madurar. En barrica, como al buen vino. Precipitar su presencia en partidos de cara o cruz puede tener consecuencias muy negativas para el chaval, al que por lo pronto hoy le toca aprender a digerir las críticas. Que es una de las miles de lecciones que le faltan por superar antes de ser futbolista con todas las letras. Que lo será. Pero a su debido momento.

Tevenet leyó mejor el partido. Carlos David, con diferencia el mejor sobre el césped, De Lerma y Marcos Rodríguez se adueñaron de la zona ancha y con ello, su equipo del balón. Bien es cierto que mientras que un Mateo agigantado se las ingeniaba para ir abortando las opciones de los visitantes la Balona reunió los arrestos para tener, paradojas de este bendito deporte, las dos oportunidades más claras. En la primera Limones sacó una mano de portero-top. En la segunda el balón le llegó a Chema Mato, solito en el segundo palo. Pero entre la empanada que manejaba y que le sorprendió el error de la defensa regaló el esférico al guardavallas visitante.

En el último cuarto de hora de esta primera entrega la Balona sufrió de lo lindo y tanto Tarantino -que jugaba en aquel Tenerife que eliminó a la Balona de la fase de ascenso en 2012- como Carlos David acariciaron el cero-uno. Pero estaba Mateo. Ayer súper Mateo.

En el descanso Escobar recompuso a su equipo, al que devolvió al sendero de la lógica, y el Cartagena zozobró. El de La Línea fue un combinado respondón y tuvo dos oportunidades para haber cambiado el curso de la historia quien sabe si no sólo del partido, sino de toda la temporada. En la 61' Hugo Díaz estrelló el esférico en el larguero. En el 70' Olmo cabeceó un córner a un metro del marco y, de manera incomprensible, el esférico se fue por encima del larguero.

Cuando peor lo pasaban los departamentales llegó el cero-uno. Una falta innecesaria de un desafortunado Manu Palancar, de esas que se pitan o no, la botó Menudo con escuadra y cartabón. La defensa se tragó el engaño practicado, seguro, miles de veces y Carlos David, a placer, encontró el justo premio a su descomunal partido y cabeceó el cero-uno.

A partir de ese momento, el Cartagena hizo valer su condición de equipo grande. Tiró de oficio, paró el partido y cortocircuito a la Balona y a su afición (poca, dolorosamente poca), que se sabían perdedores. No es el fin, pero sí un duro golpe. Es complicado, muy complicado, que la Balona repita la hazaña de hace dos ligas se mantiene su irritante fragilidad en casa. Pero aún quedan diez jornadas. Y mientras haya vida...

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