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Traspaso de poderes

  • Rafa Nadal conquista su primer torneo en Londres ante Roger Federer, en una final épica que se decide en el quinto set por 9-7 · Desde Manolo Santana, hace 42 años, un español no conseguía este trofeo

Drama, récords, lluvia: nada faltó en la memorable final en la que Rafael Nadal terminó con la hegemonía de Roger Federer en el torneo de Wimbledon. El español derrotó al campeón suizo en una final eterna, con cuatro horas y 48 minutos de juego, por 6-4, 6-4, 6-7 (5-7) y 6-7 (8- 10) y 9-7, con lo que logra su primer trofeo en Londres y trunca la racha de cinco títulos seguidos de su rival.

El suizo seguirá siendo número uno del mundo, pero el español se acerca cada vez más a un puesto que Federer lleva ocupando desde 2004. Tras convertirse en el primer jugador en encadenar triunfos en Roland Garros y Wimbledon desde que lo hiciera el sueco Bjorn Borg en 1980, Nadal podría haber forzado en la cancha central del All England Club un cambio de ciclo.

Nadie ganaba a Federer sobre césped desde el año 2002, con cinco títulos en Halle y cinco en Wimbledon, pero el suizo parece sufrir de un complejo de inferioridad frente al número dos del mundo, que le ha vencido en 12 de sus 18 enfrentamientos.

Sobre la arcilla, donde Nadal es casi imbatible, era lógico, aunque nunca perder por 6-1, 6-3 y 6-0, como sucedió hace un mes en Roland Garros. Sin embargo, como el mismo Nadal advirtió, lo es mucho menos que el suizo caiga sobre una superficie para la que su juego se adapta a la perfección.

Federer no había cedido ni un set en todo el torneo, y sólo había concedido dos breaks, pero Nadal rompió el servicio del campeón en el tercer juego, después de que el suizo cometiera un error en la devolución. ¿Una premonición?

Federer pudo recuperar al siguiente juego, pero el español siempre parece mentalmente un punto por encima del helvético, que tampoco aprovechó las bolas de break que tuvo con 5-4 en contra. Explicable, por tanto, que Federer gritara con rabia cuando al fin logró quebrar en el segundo juego de la siguiente manga.

Hasta 4-1 llegó a liderar el suizo, pero ante la atónita mirada de los más de 15.000 espectadores que llenaban la pista central del All England Club, Nadal recuperó el servicio perdido en el séptimo y rompió en el noveno para acabar apuntándose el segundo set un juego después, en una repetición a menor escala de sus remontadas en Montecarlo y Hamburgo, también ante el mismo hombre.

Borg, que tras Roland Garros apostó por Nadal y antes de la final se inclinó por Federer, observaba desde la grada un partido de enorme nivel, jugado con la máxima temperatura tenística, pese a que el viento y la lluvia, que obligó a empezar con media hora de retraso, habían dejado una clásica tarde fría de principios de julio en Londres. Aunque el sol se dejó ver tímidamente durante el segundo set, el cielo volvió a encapotarse en el tercero dando a la situación un tono lúgubre. No podía ser, se murmuraba en el estadio, que el pentacampeón de Wimbledon perdiera en tres sets.

El público quería más tenis y se puso claramente detrás del número uno, que hacía sufrir más de la cuenta a su compañera, la habitualmente hierática Mirka Vavrinec, sentada justo debajo del equipo del español, con su técnico y tío, Toni Nadal, a la cabeza.

Ni eso levantó el ánimo de Federer, cuyo rostro era más sombrío que las nubes que acechaban el club. No consiguió romper en el sexto y tuvo que salvar tres pelotas de break que olían a match-ball en el séptimo, con el marcador 3-3. La lluvia fue, al final, quien vino al rescate del suizo.

Quizá el agua no quiso perder protagonismo en el último año antes de que en el cancha central se instale un techo corredizo para evitar demoras excesivas. En esta ocasión, fueron una hora y 20 minutos de interrupción, algo que Nadal creía antes de empezar el partido que le perjudicaría principalmente a él, un jugador que necesita meter ritmo a su juego.

El Federer que salió del vestuario fue diferente, más certero con su derecha y, sobre todo, letal con su servicio. Se llevó el tercero sin sufrir en el tie-break y se agarró a la pista con todas sus fuerzas en el cuarto, en el que Nadal tuvo hasta dos match-ball. El segundo, el suizo lo salvó con un passing de revés que levantó al estadio de sus asientos.

A la épica sólo le faltaba la lluvia, y no faltó a la cita, como si el cielo de Londres no quisiera que el partido acabara. Pero un partido así debe tener un final, y las nubes lo entendieron pronto. A las ocho y media de la noche -horario inglés- con la luz decayendo rápidamente, el juego se reanudó con 2-2 en el quinto. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder y fueron ganando su servicio casi hasta el límite del drama. En el décimo quinto juego, sin embargo, Federer cedió. Nadal volvió a imponerse en el juego siguiente, en el que terminó tirado por el suelo tras convertirse en el segundo español en ganar el trofeo masculino 42 años después de que lo lograra Manolo Santana.

Nadal, que en cualquier otra época habría llegado ya probablemente al número uno, saldrá de Wimbledon a 545 puntos del primer lugar para cerrar así una semana de ensueño para el deporte español, que el domingo pasado se proclamó campeón de Europa de fútbol tras 44 años.

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