El dedo acusador de los despachos parece más tímido que nunca para señalar a los entrenadores, puesto que, atravesada la duodécima jornada de la Liga española, por primera vez en los últimos quince años tan solo un técnico, Michael Laudrup, ha firmado el finiquito.

La crisis presenta en esta campaña sus efectos colaterales de manera amplificada. La impaciencia con los técnicos se atempera. Los clubes parece que sopesan cada vez más los relevos técnicos y evalúan con lupa la cuantía de los finiquitos.

A estas alturas de temporada y hace tan solo un año, dos entrenadores habían visto ya la puerta de salida de sus respectivos clubes. Aunque también existían agudas restricciones económicas, Antonio Alvarez (Sevilla) y Jesualdo Ferreira (Málaga), éste en la novena jornada (2 de noviembre), fueron destituidos.

Por el momento solo Laudrup, por desavenencias personales y de mutuo acuerdo con la directiva del Mallorca, ha dejado aparcado su proyecto. El técnico danés presentó su dimisión tras la sexta jornada, aunque finalmente el asunto cobró carácter de despido.

A punto de comenzar la decimotercera jornada liguera (la primera no se disputó por una huelga de jugadores) nunca, en los últimos quince ejercicios, diecinueve entrenadores habían conservado todavía su sitio en los banquillos.

Tan sólo en la campaña 2006-2007 se llegó con la misma cifra de entrenadores consolidados en sus puestos para el mes de noviembre. José Mari Bakero se vio obligado a abandonar el banquillo de la Real Sociedad. Miguel Angel Lotina le reemplazó tras la séptima jornada. Sin embargo, la tranquilidad en los despachos se quebró acaba la duodécima jornada (26 de noviembre). Luis César (Gimnástic de Tarragona) y Félix Sarriugarte (Ath.Bilbao) recogieron sus respectivas cartas de despido.

De las últimas quince temporadas, el récord de entrenadores destituidos atravesado el primer tercio de campeonato se produjo en la de 1997-98. Seis preparadores (Cantatore, Valdano, Montes, Silva, Goikoetxea y Víctor Fernández) sufrieron las consecuencias de un dedo acusador ahora más distraído.