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¿Clichés derribados o puesta en escena?

  • El ambiente festivo en las calles, la ausencia de incidentes y los estadios modernos acallan a quienes miraban con escepticismo al anfitrión ruso

Vladimir Putin, junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino -a la derecha-, en el palco del Bolshoi el sábado.

Vladimir Putin, junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino -a la derecha-, en el palco del Bolshoi el sábado. / ALEXEI druzhinin / efe

Estadios modernos, ambiente festivo en las calles, ningún tipo de incidente ni problema organizativo, anfitriones cálidos y hospitalarios y hasta una policía amable. Pese a las críticas y el escepticismo de muchos países en Occidente, todo funcionó en Rusia durante el Mundial. ¿Derribó entonces el torneo algunos clichés? ¿O sólo fue una gran puesta en escena?

El presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), Gianni Infantino, no tiene dudas sobre la respuesta."Este Mundial ha cambiado la percepción del mundo sobre Rusia. Un millón de personas vinieron y han descubierto un país bonito, receptivo, muy rico en cultura e historia", valoró el dirigente sobre su primer gran torneo como líder del organismo. "Las opiniones preconcebidas han cambiado gracias a esta competición. Se ha visto la naturaleza real de la gente de Rusia", comentó.

Guste o no el presidente Vladimir Putin, el país anfitrión superó con éxito su prueba de fuego. Basta comparar con lo sucedido hace cuatro años en el Mundial de Brasil, donde los estadios estuvieron listos a último momento y hasta cayó un puente en Belo Horizonte en pleno torneo. O lo ocurrido dos años atrás en la Eurocopa de Francia, donde los violentos incidentes entre ultras generaron imágenes escandalosas que recorrieron el mundo.

De los temidos hoolingans rusos o de otros países no hubo ni siquiera noticias. La Plaza Roja y las calles de Moscú y de las otras diez sedes ofrecieron un clima de permanente fiesta desde que el balón comenzó a rodar el 14 de junio, con el partido entre Rusia y Arabia Saudí. Los ciudadanos rusos recibieron alegres la llegada de aficionados de todo el planeta, especialmente latinoamericanos, y demostraron que la imagen inflexibles no se corresponde del todo con la realidad.

El FAN-ID, el sistema empleado para identificar con una acreditación a cada uno de los espectadores que acceden a los estadios, funcionó en forma eficiente. Fue un torneo hipervigilado, sí, pero la Policía rusa actuó siempre con proporcionalidad y no se informó de ningún tipo de abuso.

A pesar de tratarse del país más grande del mundo, el desplazamiento entre sedes ubicadas en algunos casos a miles de kilómetros de distancia funcionó relativamente bien. Los aeropuertos fueron remodelados y se habilitaron trenes gratuitos de cara al traslado de aficionados y periodistas, aunque en ocasiones con viajes de más de 20 horas.

Lo que no se pudo evitar es el clásico de cada gran evento: el abuso de precios en hoteles y alojamientos, con múltiples cancelaciones de último momento para volver a ofrecer la misma cama a un valor mayor. La barrera idiomática también fue un problema en algunas sedes, sobre todo en las más pequeñas, aunque muchos recurrieron a las aplicaciones de traducción.

"Nos alegramos de que nuestros visitantes hayan comprobado con sus propios ojos que sus mitos y prejuicios no son verdad", declaró Putin en una gala en el teatro Bolshoi de Moscú en la que se mostró agradecido a la FIFA. "Gracias por creer en Rusia como un país que cumple su palabra, que respeta a sus socios y que defiende las reglas del deporte", añadió el político.

Putin e Infantino pueden estar satisfechos. El presidente ruso pudo llevar adelante uno de sus proyectos más ambiciosos en un momento en el que su imagen internacional se encuentra seriamente cuestionada. E Infantino pudo devolver la atención al fútbol después de los numerosos escándalos de corrupción que salpicaron a la FIFA hace unos años.

El gran interrogante, no obstante, es qué sucederá una vez que el circo pase y Rusia vuelva a la realidad. Los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi 2014 también fueron un éxito organizativo, pero tiempo después se destapó una enorme trampa de dopaje que oscureció al deporte ruso.

Tras el Mundial 2018 quedarán enormes estadios que difícilmente se llenen en la liga rusa. De hecho, sólo seis de los 12 recintos se utilizarán en la competición local. Quedará también, en un plano diferente, un fuerte aumento en la edad de jubilación dispuesto por el Gobierno en mitad de la competición.

Como legado positivo, hay que apuntar también importantes obras de infraestructura, aunque sin dejar de considerar que el coste del Mundial llegó a los 12.000 millones de dólares, siendo el más caro de la historia.

También quedará, por supuesto, una enorme pasión por el fútbol entre los rusos. No es que el fútbol fuera impopular en el país anfitrión, pero la gran actuación de la Sbornaya de Stanislav Cherchesov, con su pase a los cuartos de final, y el fervor de los cientos de aficionados que llegaron procedentes de todo el mundo, marcarán un antes y después en Rusia. Al menos en lo deportivo.

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