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Balona: se acabaron las excusas

  • Un equipo desangelado, del que se borran varios jugadores, acentúa su miedo escénico, esta vez, con un arbitraje intachable Un colosal error de Mateo regala el tanto al visitante Quique y los de casa no reaccionan después

Esta vez no existe el recurso de cargar contra el árbitro para ocultar las vergüenzas. Más bien todo lo contrario, al canario Rubén Jiménez González habría que mandarle una felicitación formal. Después de lo de ayer no habrá coartada para disimular que la Balona va a enlazar casi tres meses sin ganar en casa y que ayer dejó pasar una oportunidad de oro para echar mano al cuarto. Y que eso no es precisamente por casualidad, sino porque algunos de sus jugadores últimamente ni están, ni se les espera. Lo de Juampe, Copi y Hugo Díaz empieza a ser mucho más que preocupante. Y ayer se sumó un Sergio Ortiz desorientado, que parecía sufrir en el césped.

Al Guadalajara le bastó con ejercer de equipo con oficio. El equipo alcarreño se valió de un regalo, hizo el trabajo aseado propio de las escuadras que saben lo que necesitan y se llevó una victoria más que valiosa a la que se había hecho acreedor, porque fue mejor que su rival en todas y cada una de las facetas del juego. Sin alardes, sin estridencias. Sencilla y dolorosamente mejor.

Es cierto que los daños colaterales del marcador no son tantos y que el equipo de La Línea se mantiene a tiro de partido de la cuarta plaza, pero después de dos tropiezos consecutivos en casa es difícil convencer de sus opciones de jugar la liguilla a los pocos aficionados que ayer la respaldaron. Que ésa es otra. A este ritmo cualquier día va a haber más gente en el terreno de juego que en las gradas. Es cuestión de analizar las causas.

Fiel a lo que viene sucediendo desde hace semanas, la Balona tiró literalmente la primera mitad, otro asunto que merecería un estudio. Fue un primer tiempo insoportable, en el que sólo las pinceladas y el sentido común del juvenil Blas en el día de su estreno en Segunda B contrastaban con el bostezo continuo al que invitaba lo que estaba sucediendo en el césped. Dando por entendido que sucedía algo.

En esos primeros cuarenta y cinco minutos lo único que ofreció en ataque la Balompédica fue un centro bien intencionado de Sergio Ortiz que sacó bien Akrong. Y es que es difícil, muy difícil, crear ocasiones cuando más de la mitad de los que juegan en ataque andan en sus cosas. Ausentes. Desaplicados.

Del conjunto de casa sólo se esgrime como atenuante que anda - como se ha dicho que está en infinidad de ocasiones- cogido con alfileres y afrontar un duelo de la trascendencia del de ayer sin Ismael Chico y sin Chema Mato -quien finalmente, enfermo, se cayó de la alineación- lo deja huérfano de muchas cosas. De demasiadas. Claro que también es cierto que con ellos en el césped habían pasado antes por el Municipal Melilla, El Palo, La Hoya y Córdoba B y ni uno sólo resultó doblegado.

Tras el descanso el Guadalajara palpó que podía coger cacho y dio un pasito adelante. Sin retirar del todo la manta. Lo justito para llegar un par de veces a puerta y hacer su tarea. La primera, un lanzamiento de Joan Grasa que se fue por encima del larguero. La segunda, un inocente disparo de Quique que Mateo dejó pasar entre sus piernas en uno de esos errores descomunales que resultan incompresibles para el que mira.

Y con el 0-1, el mismo guión de las últimas entregas. Los cambios y apelar a la heroica. Pero el Guada ya estaba al tanto de la película y se parapetó atrás con un orden exquisito y con una exhibición de anticipación y orden del triángulo formado por sus dos centrales [Akrong y Espín] y por el pivote [Tello].

La Balompédica acabó por desajustarse. Y lo que es peor, por dar la sensación de que había bajado los brazos, de que sentía una impotencia inabarcable. De que daba el partido por perdido sin tan siquiera pelearlo. Tanto que el recurso de mandar adelantarse a Carlos Guerra parecía más un guiño a la grada que cualquier otra cosa. Por no haber no hubo ni el tan habitual tropezón en el área que hubiese puesto en problemas al colegiado. Nada.

En ese periodo final cada equipo tuvo dos ocasiones, las más claras, de los forasteros. Los de casa, en una acción trompicada de Alberto Merino y Copi que salió fuera por poco (59') y en un disparo en postura acrobática de Ramiro (87') que sacó Alvaro Campos. Los visitantes, en un mano a mano de Quique (71') y una falta botada por Álvaro Zazo (85') que sirvieron para que Mateo se redimiese de su pecado. Pero el marcador ya no se movió.

Definitivamente la Balona sufre de 'miedo escénico'. Se angustia tanto en casa que lo ha acabado por transmitir a su gente, que presenció el partido tan en silencio que resultaba fácil oir las voces de los visitantes y de Alberto Merino, porque del resto de los de casa, ni mu. A esta Balompédica se le complica jugar de nuevo la fase de ascenso, que sería una heroicidad, pero que estaba a su alcance. Y lo peor de todo, cada vez le preocupa a menos gente.

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