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La Balompédica se mete a hibernar

  • Estéril Los albinegros dominan de principio a fin, pero no consiguen marcar y salen, por primera vez, de las plazas de ascenso Polémica El árbitro anula dos goles a Chico Díaz, casi seguro, de forma correcta Rácano El rival se va sin lanzar entre los palos

La victoria mil y el gol 3.500 en categoría nacional se hacen esperar. Tanto que, por primera vez desde que empezó la competición, la Balompédica se ve fuera de la zona VIP. Los albinegros estrellaron su dominio sin paréntesis en el exquisito orden defensivo y el esfuerzo hercúleo del Cacereño, directamente proporcionales a la falta de ambición de los extremeños, que no dieron el paso adelante ni cuando jugaban con un hombre más. Y tuvieron veinte minutos para hacerlo.

La Balona no pasó del empate en un partido propio de la Segunda B. Si el fútbol se decidiese a los puntos hubiese ganado y, de no mediar los jueces del combate de Pacquiao, por unanimidad en las cartulinas. Pero esto no es boxeo. Y el equipo de La Línea puso de manifiesto que ha perdido la frescura, la chispa arriba que le convirtió en un equipo incontestable en los primeros compases de la competición. Ya no encuentra la línea de flotación de los rivales, que cierran sus bandas con siete candados. No es una casualidad que los albinegros hayan marcado un solo gol en las tres últimas jornadas.

El partido fue un monólogo ofensivo de la Balona. Cincuenta por ciento por argumentos propios y en una proporción similar por la disposición del rival, que saltó al campo pensando que el punto era bueno, acumuló hombres en su propio medio campo y ofreció un recital de dominio del juego aéreo por parte de sus dos centrales, Tomás y Carrizosa. De sombrerazo ambos.

Fruto de ese control territorial llegaron algunas inquietudes para René, del que sólo se pudo barruntar su condición de extraordinario guardavallas que hizo que la Balona pujase por sus servicios en verano.

Chico Díaz, Alberto Merino, Juampe Rico y Bello lanzaron con algo parecido al peligro, pero, todo hay que decirlo, las más de las veces desde lejos y sin que las intervenciones del meta forastero fueran de ésas que hacen que sus compañeros se vuelvan para felicitarle. Al dominio no sólo le faltó el gol, le faltaron también las ocasiones flagrantes.

El conjunto visitante dio muestras en todo momento de una disciplina táctica envidiable y de conocer al contrincante como a la palma de su propia mano. En los de casa, David Hernández parecía desconcertado, como si echase en falta a Ocaña o a Copi. Chico Díaz estaba inquieto como mediapunta. Desajustado. Parecía que todo lo fiaba a una acción a balón parado. Y en medio de todo eso, ninguno de los que vestía la indumentaria del Centenario era capaz de echarse el equipo a la espalda para mostrar el camino. De ejercer de líder.

La segunda parte comenzó con polémica. En apenas cuatro minutos (54' y 58') el árbitro, Álvarez Pinardo, anuló dos goles a Chico Díaz. En dos jugadas muy rápidas, pero da la impresión de que con aciertos del colegiado de por medio.

A renglón en diez minutos (59' y 68') Francis se ganó a pulso su expulsión. La segunda de las amarillas, a setenta metros de su propio marco, para multarle, sobre todo teniendo en cuenta que otra chiquillada, frente al Cádiz, ya le costó verse fuera del equipo un buen número de semanas. Indiscutible su expulsión, como también que el colegiado debió ser igual de justo con el central cacereño Tomás, que antes de ver su primera amarilla ya se había hecho acreedor, al menos, a otras dos admoniciones.

La Balona afrontó los últimos veinte minutos con un hombre menos, pero el panorama apenas cambió. Es verdad que en superioridad el conjunto visitante por fin se atrevió a hacer dos pequeñas incursiones por las cercanías del área de Pagola, pero quedaron más en sobresalto que en ocasiones al uso. Literalmente, el Cacereño se fue de La Línea sin tirar entre los tres palos. Para hacérselo mirar.

En ese tramo final la Balona se quedó a medio camino entre el querer ganar y el no querer perder. Los cambios (entre ellos el de Copi, por aclamación popular) sirvieron de poco. Un montón de balones aéreos, unos pocos de uys de esos que generan ansiedad, pero poco más.

La Balona desciende un peldaño y esta vez su afición no le despidió con aplausos. Y su añeja hinchada sabe mucho de esto.

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