De libros

Ante las soledades domésticas

  • César Romero publica una serie de relatos con apetito por la extrañeza y la diversión.

El susurro de los arbustos. César Romero. Paréntesis Editorial. Colección Umbral. Sevilla, 2011. 186 páginas. 13 euros.

César Romero (Sevilla, 1970) cree que "uno, por mucho que intente o crea disimularlo, escribe como es. Si eres pensativo o digresivo, como Javier Marías, escribes de esa manera. Si eres grave, como Rafael Chirbes, lo mismo". En su caso, como apreciarán los lectores de su último libro, El susurro de los arbustos, el sentido del humor alienta estos dieciséis relatos escritos hace una década que sólo ahora ven la luz gracias al compromiso de la editorial Paréntesis con la narrativa andaluza, un empeño similar al que el sello Isla de Siltolá lleva a cabo en el terreno de la poesía.

La fuerza de las obsesiones, el pasado que nunca nos suelta del todo, la soledad de los ancianos pero también la soledad de las parejas, como atestiguó Dorothy Parker, son asuntos graves a los que Romero presta aquí su prosa sinuosa tanto como su apetito de extrañeza y diversión.

Algunos de estos relatos vieron la luz próximos a su escritura: la enloquecida fábula de los trasplantes titulada Contra mano, finalista del extinto premio de relatos Alberto Lista; Mi lucha, sobre la vigencia del fanatismo; o esa triste balada de amor apresada por el tiempo que es Reloj de arena. Sin embargo, para la inmensa mayoría de los cuentos, ha sido ésta la ocasión al fin de salir del cajón de los inéditos y conformar un volumen donde la sorpresa (amable, macabra o delirante) trastorna unos ambientes y paisajes cotidianos, fácilmente reconocibles, que incluyen el supermercado de barrio, la sala de estar y el cementerio.

Tal vez las piezas más rotundas sean precisamente las que indagan en el hastío y desamparo de la vida doméstica (La hora de las oblicuas tristezas), y sobre todo, en el desconocimiento que tenemos de las existencias de los seres que nos son más próximos, como los hijos de Buzón de voz y La música cansada de la mar respecto de sus padres.

Sorprende también en El susurro de los arbustos el dibujo certero de caracteres tan diversos: por sus páginas desfilan marineros curtidos por la sal y las ausencias, mafiosos de poca monta, asesinos en serie, jubilados que viven solos en pisos sin ascensor y se distraen convirtiendo a rústicas cajeras en "dulcineas" y hasta pícaros que eluden el infortunio mediante concursos televisivos y escribanías.

"Sin sentido del humor yo no escribiría. La vida es algo tan serio que cómo no tomársela con humor", ha dicho alguna vez César Romero. Aquí, como en su anterior obra narrativa (las novelas Tierra de orates y Campo de minas, además de los libros de relatos La cerilla de Faulkner y Todo suena), su estilo envolvente se pone al servicio de una mirada comprometida, sin ser por ello seria o ceñuda, con unas vidas solitarias que otros muchos autores tienden a ignorar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios