JOSÉ MARÍA CONGET | ESCRITOR

"He procurado mantenerme siempre al margen de la vida literaria"

  • Premio de las Letras Aragonesas, en su último volumen de cuentos 'Juegos de niñas' enfoca con ironía y ternura las luces y sombras de la condición humana

El escritor José María Conget (Zaragoza, 1948) en la capital andaluza, donde reside.

El escritor José María Conget (Zaragoza, 1948) en la capital andaluza, donde reside. / Antonio Pizarro

José María Conget (Zaragoza, 1948) ha publicado en el sello Pre-Textos su último volumen de cuentos, Juegos de niñas, un libro sin alusiones al confinamiento pandémico durante el cual se envió a imprenta y que marca una cima literaria en su exigente carrera. Su prosa clásica y su arquitectura siempre original convierten en arquetipos sus temas más queridos, como la amistad, el amor que trata de resistir los lances del tiempo y del tedio, el pulso entre libertad y censura en la vida gris del franquismo o la mirada mordaz al oficio de escribir; asuntos que conviven ahora con la presencia de la enfermedad y la conciencia del envejecimiento en estos once relatos atravesados por una pasión cinéfila y musical que proporciona momentos de gozo, distensión o deslumbrantes epifanías.

Desde 1995 Conget, que reside en Sevilla, donde se jubiló como profesor de Enseñanza Secundaria tras una vida itinerante como docente y gestor cultural que le llevó a Cádiz, Londres, Lima, Nueva York o París, entre otros destinos, publica todas sus novelas y cuentos en el sello valenciano Pre-Textos que dirige Manuel Borrás, quien ya tiene en su poder otros dos originales suyos que verán la luz en su debido momento. "En esa lealtad recíproca supongo que soy el más beneficiado; sus libros están exquisitamente editados, son atractivos simplemente como objeto, y a la editorial le acompaña un prestigio que redunda en mi favor. Mis obras no son precisamente best-sellers, así que tiene más mérito su parte de fidelidad", reflexiona.

Premio de las Letras Aragonesas, de este autor asombra tanto su erudición nunca impostada como su maestría para iluminar lo extraordinario en lo cotidiano, sin desligarse nunca de la atmósfera realista. Su literatura se nutre en gran medida de sus propias vivencias, y determina la elección de los escenarios en los que se desempeñan sus protagonistas, cuyas relaciones inspiran algunos de los mejores momentos del conjunto pues, como afirma uno de ellos en el memorable relato Un día de verano, "hay verdades que sólo se saben cuando convives".

-De nuevo las salas de cine recorren muchas de estas historias sobre las luces y sombras de la condición humana, como La sonrisa de los desconocidos o Patrulla cristiana. Esta última, a propósito de un polémico estreno hollywoodiense en Aragón que quiso impedir Acción Católica, inyecta momentos de humor en su retrato del clima moral anterior a la Transición. Esa manera de contemplar a sus criaturas, ¿bebe más ahora de Woody Allen o de Berlanga?

-Aunque, como a muchos de mi quinta, el cine me ha supuesto una pasión y un refugium peccatorum, mis textos nacen del uso del lenguaje y de tradiciones literarias; el cine es una referencia constante, no un modelo. Lo que últimamente admiro más de Woody Allen es que un octogenario continúe rodando comedias, sean buenas o regulares, cuando tan difícil es reírse conforme uno llega a cierta edad. Eso sí me parece digno de emulación. Ojalá Patrulla cristiana se aproxime a esa postura.

"Admiro que el octogenario Woody Allen siga rodando comedias, cuando tan difícil es reírse conforme uno llega a cierta edad"

-Las piscinas, sobre todo las terapéuticas, comparecen aquí también como telón de fondo de una de las historias más sugerentes del conjunto, La piscina de los zombis. ¿Qué opina Paco Gallardo, médico y escritor, de esta visión un tanto distópica de la rehabilitación? ¿Son los males del cuerpo y la hipocondría una de las claves del hombre contemporáneo? ¿De qué modo la literatura le sirve para exorcizar en este libro la enfermedad?

-En efecto, La piscina de los zombis surge de una experiencia personal. Me habían puesto una prótesis de rodilla y mi amigo Paco Gallardo me recomendó trabajar la rehabilitación con dos estupendos fisios en una piscina. Mi mujer asegura que mientras estuve en ello, mejoré mi manera de caminar, que ella define como chunga. Sobre los males del hombre contemporáneo me declaro ignorante, bastante tengo con identificar los míos, entre los que, por cierto, no se encuentra la hipocondría. A Paco le estoy agradecido por varios motivos y uno de ellos es por proporcionarme la inspiración de ese relato.

Portada de la obra, editada por Pre-Textos. Portada de la obra, editada por Pre-Textos.

Portada de la obra, editada por Pre-Textos.

-Los relatos de humor oscilan entre la línea clara de La sonrisa de los desconocidos y el sarcasmo con el que contempla su oficio en Tres cuentos malsanos sobre escritores. ¿No es demasiado duro con su gremio, Conget?

-No dudo de que entre el gremio de los médicos, los empleados de banca y los fontaneros surgirán celos, envidias y rencores. Pero el que yo conozco mejor es de los escritores que, por ser creativos, padecen más, padecemos, los pecados de la vanidad; hay unas ansias de reconocimiento, de distinción, que dan lugar a expresiones grotescas del narcisismo. Son un buen elemento literario que yo he aprovechado, sin pretender excluirme de las miserias que retrato.

-¿Está desengañado a estas alturas de la vida literaria? ¿Son los desconocidos mejores lectores que los críticos oficiales? ¿Qué echa en falta en el reconocimiento a su obra en el contexto actual o qué significa ser un autor de culto en su caso?

-La vida literaria se parece más a las páginas del Hola que a la atmósfera sublime del Parnaso, nunca me ha interesado y de hecho he procurado mantenerme al margen de ella. Como todos los escribidores, pienso que mi obra merece mucha más atención que la de los demás, una majadería que uno debe combatir. El éxito literario, si se mide por las ventas de ejemplares, depende de muchas cosas aparte del azar, hay un seguro azar que controlan las editoriales poderosas, que en nuestro país poseen una fuerza difícil de calibrar. No creo ser un autor de culto, eufemismo que nos aplican a los que no ocupamos titulares en los suplementos culturales, soy un individuo que disfruta escribiendo y tiene la suerte de publicar bien y llegar a unos lectores fieles.

"No creo ser un autor de culto, eufemismo que nos aplican a los que no ocupamos titulares en los suplementos culturales"

-En True Love vuelve a poner el foco en la represión de aquellos años del franquismo, especialmente cruel con las mujeres. ¿Qué lecciones extrae para el presente de aquella vidas marchitadas antes de tiempo y del poder sanador de la música?

-Ese relato es el homenaje a una persona concreta que fue esencial en mi vida: la tía con la que viví hasta los 22 años y me compró mis primeros libros y tebeos y me llevó a mis primeras películas. Ella fue el producto de una época y una familia sometidas a todos los prejuicios y servidumbres del conservadurismo nacional. En cuanto a la música, no sana pero alivia. Mi amigo Juan Lamillar suele repetir una frase de Nietzsche que también suscribo: "Sin la música la vida sería un error".

-Considero una de sus cumbres el relato que cierra este libro y le da título, Juegos de niñas, porque al hablar de la crueldad infantil habla de la memoria, de cómo se conforma la identidad, de quiénes somos, de la escalera social.. ¿Qué es para usted este cuento y qué maestros literarios le inspiraron el tono y la estructura?

-Llevaba cerca de cuarenta años dando vueltas a ese relato y solo hace poco encontré los modos de contarlo, las voces, la estructura que me sería útil. Hay detrás un proceso de reflexión sobre todos esos elementos que mencionas y aproveché una anécdota infantil de mi hija para construir el cuento. ¿Autores detrás? Todos los que he leído. Me gustaría parecerme a los maestros que admiro, pero estoy muy lejos de ellos

-Hay mucho canto al goce de compartir con seres queridos en estos relatos, a la camaradería, aunque nunca se abraza al buenismo ni se aparta de la ironía, siempre parece estar al acecho. ¿Cuál es su visión a estas alturas de la amistad y el amor?

-Decir que son las defensas contra las ofensas de la vida, más que la literatura como defendía Pavese, es un lugar común pero cierto. Lo que ocurre es que ni la amistad ni el amor se nos presentan libres de pegotes enojosos, egoísmos, torpezas… Los maximalismos de autoayuda y de tintes religiosos o buenistas son una reducción ridícula de relaciones que todos sabemos son mucho más enrevesadas y a veces incluso angustiosas. Dicho eso, hasta que no se muere un amigo o un familiar próximo no se asume el enorme peso de la pérdida ni de lo que suponía su afecto.

"Hasta que no se muere un amigo o familiar próximo no se asume el enorme peso de la pérdida ni lo que suponía su afecto"

-¿Cuál será el tema de su nueva novela?

-Se titula Cenas de amigos y la protagonizan unos cincuentones, asociados al mundillo de la cultura, y sus hijos. Hay unos doce personajes importantes con cruces problemáticos entre ellos. Me ha salido con menos humor que en otras novelas mías. Lo compensaré con un libro de cuentos, ya en manos de editor, en que hay algunos de clara vocación cómica.

"De Galdós me asombra su modernidad, su lucidez y la mirada comprensiva pero nada complaciente hacia sus personajes"

-¿A qué maestros literarios permanece más fiel ahora, se sigue sintiendo cómodo con la etiqueta realista aplicada a estos cuentos y a su estética?

-Lo del realismo daría para tantas matizaciones que lo dejo para los profes. Realista ma non troppo, habría dicho en otro tiempo, ahora no me atrevo ni a esa boutade. Es cierto que de joven me estimulaba el monólogo de Molly Bloom y hoy, sin renunciar a él, prefiero Dublineses. Hace unos meses disfruté de la única novela de Galdós que por algún motivo no había leído, El amigo Manso, y me asombró su modernidad, su lucidez y, como siempre, la mirada comprensiva pero nada complaciente hacia sus personajes. Como lector soy, pues, fiel a Galdós, pero a tantísimos otros que sería una injusticia nombrar solo a unos cuantos.

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