El caso Moro | Crítica

Las dos muertes de Moro

  • Tusquets reedita oportunamente 'El caso Moro', desasosegante obra de 'no ficción' de Leonardo Sciascia que ha dado pie, entre otros productos de la televisión y el cine, a la reciente 'Exterior noche'. 

Imagen del escritor siciliano Leonardo Sciascia (Racalmuto, 1921-Palermo, 1989)

Imagen del escritor siciliano Leonardo Sciascia (Racalmuto, 1921-Palermo, 1989)

Tusquets recupera, quizá por influjo de la serie Exterior noche, esta obra de Leonardo Sciascia, cuya naturaleza solo cabe reputar de escalofriante. Recordemos que fue Sciascia, como diputado del Partido Radical, el encargado de redactar el informe de la comisión parlamentaria sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro; informe que aquí se incluye, junto a una detallada cronología, y que viene a complementar el texto original de Sciascia, escrito al calor de los hechos, meses después de que lo narrado -lo analizado aquí con superior perspicacia- tuviera lugar.

¿Por qué, pregunta Sciascia, se quiso convertir a un hombre lúcido y brillante en un despojo irrazonable?

¿Por qué escalofriante? El secuestro y el asesinato de Moro, ocurrido en los primeros meses de 1978, fue obra de las Brigadas Rojas, grupo terrorista de adscripción marxista-leninista que desestabilizó Italia en los llamados “años de plomo” europeos, por iguales motivos y con pareja violencia a la que ETA aplicó contra la incipiente democracia española. Moro, como presidente de la Democracia Cristiana, se dirigía aquella mañana a presentar el nuevo “compromiso histórico” entre comunistas y demócrata-cristianos, tutelado por él, y cuyo gobierno presidiría Andreotti. Como sabemos, Moro nunca llegó al Congreso, pero sí vio realizado el fruto de sus negociaciones. Lo que ocurre a continuación es el misterio mismo que da pie a las presentes páginas. ¿Por qué -se pregunta Sciascia-, tanto el nuevo gobierno como la prensa afín se dedicaron a convertir a Moro en un hombre enajenado, fuera de sí, tras la publicación de las cartas donde pedía, sencillamente, y con enorme serenidad, que se procediera a un canje de prisioneros, como siempre había defendido para tales casos? ¿Por qué se quiso convertir a un hombre lúcido y brillante en un despojo irrazonable, en un muerto civil, al que no debía prestársele atención alguna? Y otra pregunta añadida: ¿por qué la policía pareció, según Sciascia, más interesada en aparentar un gran despliegue que en seguir las numerosas pistas que se ignoraron?

Ese es el misterio que flota sobre El caso Moro. Y la respuesta no expresada que se infiere poderosamente de aquellos terribles sucesos; sucesos donde un hombre narra su condena y suplica su salvación mientras el Gobierno y la prensa -¿fue Moro, como quería Pasolini y subraya Sciascia, un cordero sin culpa?- lo tildan de perturbado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios