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La mordedura certera de Antonio Soler

Antonio Soler (Málaga, 1956), en una imagen reciente.

Antonio Soler (Málaga, 1956), en una imagen reciente. / Francisco Guasco / Efe

Allá por el año 2006, Antonio Soler (Málaga, 1956) disfrutaba la tan extraña y efímera condición del escritor de éxito: acababa de ganar el Premio Nadal por El Camino de los Ingleses, cuya adaptación a guión cinematográfico había firmado también para la película de Antonio Banderas estrenada aquel mismo año, y parecía tener garantizada toda la atención con vistas a su próxima entrega. Sin embargo, para su siguiente novela, Soler adoptó un cambio de rumbo con el que muy pocos contaban: frente a aquella historia de amistad, juventud y poesía atravesada por el verano malagueño de finales de los 70, con toda su luz y sus dosis de dolor y nostalgia, los lectores encontraron una propuesta mucho más oscura, turbia, perturbadora y audaz a la hora de explorar los rincones menos amables de la condición humana. El sueño del caimán era la reacción menos acomodada a aquel éxito, la que llevó a Soler a asumir los mayores riesgos, pero también fue la novela que confirmó su madurez como narrador y consolidó su posición referente en la literatura española contemporánea. Todo lo que el autor ha escrito después nace, de una manera o de otra, de este órdago, por más que El sueño del caimán no sea uno de sus títulos más populares, ni siquiera entre sus lectores habituales. De hecho, hacía ya algún tiempo que el título se encontraba fuera de catálogo y de los estantes de las librerías. Ahora, felizmente, la editorial Galaxia Gutenberg ha decidido recuperarlo con una nueva edición que permite comprobar su vigencia, terrible y clarificadora.

El mismo sello, en el que Soler ha publicado sus últimas novelas, ha devuelto recientemente a la sección de novedades otros dos libros fundamentales del autor que habían quedado también fuera de órbita, Las bailarinas muertas (1996) y El nombre que ahora digo (1999). Y el propio Soler confirma que, si bien la reedición de la segunda, una historia de amor ambientada en la Guerra Civil, exigió algunas modificaciones significativas en el texto, en el caso de El sueño del caimán la revisión ha sido “mucho más somera. Apenas he corregido algunos términos y he eliminado ciertos adjetivos que no aportaban gran cosa, pero poco más. Yo nunca releo mis novelas una vez publicadas, así que estas reediciones me producen una inquietud razonable ante lo que pueda encontrar en ellas. Con El sueño del caimán tuve una impresión de cercanía, como si lo hubiera escrito muy recientemente, tanto por el tema que aborda como por el estilo. Y esta impresión resultó, claro, bastante grata”.

"No podemos hacer política del pasado como si la hiciéramos del presente"

Portada de la nueva edición de 'El sueño del caimán'. Portada de la nueva edición de 'El sueño del caimán'.

Portada de la nueva edición de 'El sueño del caimán'. / Galaxia Gutenberg

Frente al eje netamente malagueño de El Camino de los Ingleses, El sueño del caimán empieza en Toronto, donde el recepcionista de un hotel, un español exiliado, cree haber encontrado a un viejo conocido. Los dos personajes, que ejercen en la novela un protagonismo bifronte dentro de un particular triángulo amoroso, representan con fidelidad la lucha fratricida que ni la Guerra Civil ni la dictadura habían logrado sofocar. A partir de este instante, Soler despliega una historia cruda, sin artificios, que desciende a las profundidades de la resistencia antifranquista para ofrecer un reflejo fatal de los instintos humanos menos nobles, preñado en cierto modo de la exégesis camusiana del absurdo. Y lo cierto es que con esta obra Soler hacía honores a la tradición novelística europea en la que supo situarse como heredero legítimo, llevando de paso al lector a un territorio en gran parte inédito, frágil por tanto pero resuelto con la mayor autoridad. Soler establece un cierto paralelismo entre El sueño del caimán y su siguiente título, Lausana, “ya que son dos novelas que toman distancia al estar ambientadas lejos de Málaga. Esto se debe, en parte, a que entre 1996 y 2010 pasé varias temporadas fuera de España, lo que influyó sin remedio a la hora de crear personajes y delimitar acontecimientos”. Y admite Soler al respecto que, aunque sus últimas novelas (Sur, publicada en 2018, y la especialmente celebrada Sacramento, aparecida el año pasado) vuelven a hacer de Málaga su hábitat natural, aquella mirada curtida en la distancia dejó una huella visible en su escritura: “Con El sueño del caimán quise afinar mi estilo, hacerlo más depurado, con frases más cortas y con mayor respiración. Para mí ya habían pasado los años primerizos en los que los escritores gustan de hacer alardes, ahora quería desprenderme de artificios e ir al grano”. Tal empeño cristalizó en la madurez definitiva y espléndida del novelista Antonio Soler.

"Cuando empecé esta novela ya habían pasado para mí los años primerizos en los que los escritores gustan de hacer alardes"

Esta escritura más llevada al filo resultaba, de paso, la idónea para una obra que abordaba sin tapujos el que quizá sea el principal denominador común del relato político e histórico en España: el rencor, entendido como sed ciega de compensación “que termina enquistándose en el delirio y que ignora que los ajustes de cuentas sólo pueden resolverse de manera traumática”. El título de la novela hace referencia a la inacción que parecen mostrar los mecanismos del odio cuando, en realidad, se dedican a aguardar el momento idóneo para volver a golpear; una lógica desde la que a menudo se ha entendido una militancia política “dispuesta siempre a contar cuántos muertos tienes tú más que yo. Es cierto que la necesidad social de pasar página exige un sacrificio doloroso para muchos. En mi caso, mi familia era republicana por parte de mi padre y de mi madre, así que hemos contado mucho sufrimiento, mucha angustia y mucho miedo. Pero no podemos hacer política del pasado como si la hiciéramos del presente. Es cierto que la Transición ha sido muy denostada, pero al menos señaló un camino distinto del ojo por ojo”. En este sentido, y ante la recientemente aprobada Ley de Memoria Histórica, Soler reivindica que el marco legal al respecto “debería ser siempre aséptico, exento de cualquier mediación ideológica. Lo terrible es que la interpretación de la ley se haga desde posiciones partidistas todavía enfrentadas a cuenta de la Guerra Civil. Que sigamos así casi noventa años después es de locos”. Los acontecimientos delatan de esta manera que esa aproximación al rencor que Soler abordó en El sueño del caimán no sólo no ha perdido vigencia, sino que su oportunidad se conserva intacta.

Más allá de esta reedición, el escritor malagueño confirma que trabaja ya en una nueva novela, aún en fase inicial pero para la que optará “por un formato distinto de todo lo que he hecho hasta ahora”. Sigue rehuyendo así las fórmulas previsibles y domesticadas el mismo Antonio Soler que dio con El sueño del caimán su mordedura más certera.   

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