Historias insólitas de los Mundiales de fútbol | Crítica

Una historia mundial

  • 'Historias insólitas de los Mundiales de fútbol' es una estupenda recopilación de anécdotas y números de una de las competiciones deportivas más importantes

Un aficionado brasileño durante el Mundial de 2014.

Un aficionado brasileño durante el Mundial de 2014. / DS

Guste o no guste el fútbol, nadie dudará de que el balón ejerce la vez de bola del mundo. Quiere decirse que el deporte rey, con sus 22 Mundiales ya disputados, son historia misma de las naciones. Este libro minucioso y sagaz de Luciano Wernicke viene a ser un estupendo apéndice de anécdotas y guarismos que explican el otro ángulo noticioso que todo Mundial, de Uruguay 1930 a Qatar 2022, encierra como histórico acontecimiento.

No hay Mundial que no haya deparado un dato que, de lo aparentemente pueril, se convierte en hito. Durante muchos años la actual Copa del Mundo fue llamada como Copa Jules Rimet. En Alemania 74 se entregó por vez primera el actual trofeo de oro de 18 quilates, obra del escultor italiano Silvio Gazzaniga. Este Mundial, ganado por el país anfitrión ante la bailarina Holanda de Cruyff, vio no obstante en uno de sus partidos la insólita derrota de la República Federal Alemana ante la vecina DDR del hosco telón de acero. Fue también donde se produjo la primera expulsión de un jugador por tarjeta roja. El turco Dogan Babacan hizo fama al expulsar al virtuoso chileno Carlos Caszely (éste se había negado a asistir a una recepción dada por Pinochet antes del viaje a Alemania porque su madre había sido torturada).

La Copa de Suecia 1958 ve titilar a una incipiente estrella: Pelé. Brasil sería la campeona. Pero la memoria no olvida que también fue el Mundial de un extraño remiendo con forma de futbolista. El carioca Garrincha era deficiente mental, tenía metido los pies hacia dentro, una pierna medía seis centímetros más que la otra y tenía la espina dorsal curvada como una hoz. Todo lo indispensable para hacer de él uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.

La cita de Qatar llegó con su consabido olorín a edición corrupta (cuestión aparte de los derechos humanos). Mundiales sucios los hubo antes, como el de Argentina 78 (el de la dictadura de Jorge Rafael Videla y el sospechoso 6-0 endosado por la albiceleste a Perú); el de Japón-Corea del Sur en 2002 (arbitrajes favorables a los surcoreanos frente a Italia y sobre todo ante España, con el inefable árbitro egipcio Al-Gandhour); o el más lejano de Inglaterra 66, con ese gol que no fue pero que se le concedió a los ingleses frente a Alemania (tal vez porque la zamarra encarnada que usó Inglaterra se la considera una de las más bellas de la historia). Fue aquí, en el país de los inventores del fútbol, donde a un dirigente de la FIFA se le ocurrió el uso de las tarjetas amarillas y rojas para sancionar el fútbol punible entre jugadores. Sucedió a la vuelta de un partido en Wembley, mientras aguardaba en su utilitario a que un semáforo cambiara de rojo a ámbar (los argentinos, adelantándose a la guerra de las Malvinas, habían acribillado a patadas a la selección inglesa).

Tras el primario Mundial de Uruguay 1930, las siguientes copas del mundo en Italia 34 y Francia 38, ya al borde de la Segunda Guerra Mundial, consagraron el fútbol de la fascista Italia de Mussolini (en la victoria ‘azzurra’ frente a Hungría en la final del 38 ‘La Gazetta dello Sport’ tituló su crónica como “La apoteosis del deporte fascista en esta victoria de la raza”).

España 82, con Italia de nuevo como vencedora, trajo consigo el triunfo de los hijos de Matusalén sin menoscabo de la flor de la juventud. El portero transalpino Dino Zoff se convirtió en el jugador más longevo en ganar un Mundial (40 años y 4 meses), mientras Norman Whiteside, pipiolo de Irlanda del Norte, fue el más joven en participar (17 años). El célebre tongo entre Austria y Alemania –que dejará eliminada a Argelia– fue noticia en un periódico de Gijón: la crónica apareció en la sección de Sucesos.

Si quiere usted saber que un niño israelí de Haifa se declaró en huelga de hambre porque habían echado por doping a Maradona en Estados Unidos 94; si desea conocer cuál fue el Mundial literalmente de los cagones (el inglés Gary Lineker) y los meones (el portero argentino Goycoechea) sobre el mismo césped; si le agrada saber que el serbio Dejan Stankovic se convirtió en el único jugador que participó con tres selecciones distintas en Francia 1998 (como Yugoslavia), en Alemania 2006 (como Serbia-Montenegro) y en Sudáfrica 2010 (sólo como Serbia); si esto y muchísimas otras perlas más le resultan curiosas, pues he aquí su libro. Tan balompédico como literalmente histórico.

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