La frontera salvaje | Crítica

Lo pintoresco y lo sublime

  • 'La frontera salvaje', publicada en 1834, es el melancólico testimonio de Washington Irving tras aventurarse en la conquista del Far West en compañía de los 'rangers'

Washington Irving. 1783-1859

Washington Irving. 1783-1859

Al lector de estas páginas, páginas fruto de la inteligencia de Washington Irving, que puso rumbo al Far West para documentar esa doble "epopeya" que fue la conquista de la Naturaleza y la expulsión de los indios en aquel trozo del mundo; al lector de estas páginas, digo, quizá le extrañe la profusión de mestizos, mitad indios y mitad franceses, que cruzan aquella lejanía en la primera mitad del XIX.

Y sin embargo, los aficionados a las melancolías de Chateaubriand ya sabrán de la importancia de lo francés en esa hora inaugural de América del Norte, ya sea en la configuración política del nuevo país, ya en la voraz persecución de los indígenas, que conocemos, con aprehensión, en las páginas de Atala.

Es la mirada del romántico la que impulsa a Irving a ponderar la Naturaleza en contra de la Civilización

Como buen romántico, Irving observa con recelo y estupor, cuando no con abierto desagrado, el modo en que se dirigen los blancos al tomar posesión de los inmensos bosques, más allá del Mississippi, así como la facilidad con que se aplica la ley del juez Lynch, que tanto ponderó entre nosotros por Valera, embajador en Whasington, en su correspondencia familiar.

También es la mirada del romántico la que impulsa a Irving a ponderar la "Naturaleza" en contra de la "Civilización", aun cuando su mirada es una mirada inevitablemente cultural, a cuya imaginación acuden catedrales góticas y un sonido de órganos cuando se adentra en aquellos bosques milenarios. Por otra parte, es significativo que Irving acuda con frecuencia a la palabra "pintoresco" para definir una situación, para describir un proceso de enorme dramatismo.

Pero si lo pintoresco era lo sublime despojado de dolor y de drama, aquello que se recoge en La frontera salvaje sólo cabe definirse como sublime: como lo sublime terrorífico había categorizado Kant unas décadas antes. A lo cual cabría añadir una pregunta, en absoluto retórica. Quién o qué es lo salvaje en esta frontera salvaje. Y en qué término de la ecuación se hallaban los rangers o el propio Irving bajo aquel cielo colosal y extraño.

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