La extraña retaguardia | Crítica

El hampa en guerra

  • Protagonizado por espías, agentes dobles, delatores, traficantes, policías y pistoleros, el nuevo ensayo de Fernando Castillo se sumerge en la cara más turbia del Madrid sitiado

Bombardeo en la Gran Vía madrileña (noviembre de 1936) a la altura del edificio de Telefónica.

Bombardeo en la Gran Vía madrileña (noviembre de 1936) a la altura del edificio de Telefónica.

Nos tiene acostumbrados el historiador y ensayista Fernando Castillo, autor de excelentes aproximaciones al París de Modiano, al periodo maldito de la Ocupación o a los españoles que pulularon por entonces en la capital del Sena, a la indagación en el peculiar submundo de los años negros que han sido la obsesión del novelista francés y la de muchos de sus lectores. Su nuevo libro, como el que dedicó a la idea del Madrid rojo entre los escritores y periodistas del bando sublevado, se centra en la Guerra Civil española, pero conecta hasta cierto punto con los anteriores al transvasar la visión modianesca de la ciudad ocupada por los nazis -turbia, gansteril, perfecto hábitat para los negociantes o los aventureros sin escrúpulos- a las muy distintas circunstancias de la capital castellana durante el largo asedio de los facciosos.

En las situaciones extremas surgen individuos inclasificables que prosperan a costa del sufrimiento ajeno

Asumiendo la forma de una quest colectiva, como él mismo la define, Castillo dirige la mirada no a las figuras principales sino a una constelación de oscuros personajes secundarios -López de Letona, Verardini, Castilla Olavarría- que junto a otros más conocidos como García Atadell o Serrano Poncela protagonizaron actos criminales en una ciudad que era a la vez "extraña retaguardia" y disputado frente de guerra. Por esto último, la violencia, digamos, política, no puede entrar en el mismo saco que los delitos motivados por la codicia, pero es cierto que en muchos casos las fronteras no estaban claras y que en las situaciones extremas -como lo fue la del Madrid sitiado, Castillo también se ocupa algo de Barcelona y Valencia- surgen individuos escurridizos e inclasificables que medran o prosperan a costa del sufrimiento ajeno. Espías, agentes dobles, delatores, quintacolumnistas, policías y pistoleros con carta blanca, acciones de represalia, embajadas falsas, mercado negro y toda clase de negocios sucios definen una atmósfera característica que prefigura la de otras ciudades en la guerra venidera y se hará aún más sombría -el panorama llega hasta 1943- tras la conquista de la "capital aborrecida".

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