Clásicos olvidados del siglo XX (III)

La ciencia del amor

  • ... o de cómo Carson McCullers entregó en el relato 'Dilema doméstico', incluido en el volumen 'La balada del café triste', una desgarradora y hermosísima historia de dolor, rabia, derrota y misericordia

La escritora estadounidense Carson McCullers (Georgia, 1917-Nueva York, 1967).

La escritora estadounidense Carson McCullers (Georgia, 1917-Nueva York, 1967). / D. S.

Martin Meadows, un joven padre de familia, regresa a su casa después del trabajo. Allí le esperan su mujer y sus hijos, y las cosas habituales que nos esperan a todos al volver a casa: una cena de sopa y chuletas, el baño de los niños y la recogida de los trastos que se han quedado olvidados en la salita. Millones de personas viven igual que Martin y su esposa Emily. Nada los distingue de sus vecinos o de sus compañeros de trabajo. Nada, salvo un pequeño detalle: las copas de jerez que la esposa esconde detrás de la mecedora cuando el marido vuelve del trabajo.

Estamos en 1951 y Martin Meadows es un hombre un tanto insólito. En un mundo de maridos que apenas se preocupan de la vida familiar y de las tareas domésticas, él es un padre cumplidor y atento, que no desdeña cocinar y que incluso disfruta bañando a sus hijos. Está claro que Martin siente amor hacia su casa y su familia. Ha plantado con cariño en el jardín un macizo de flores y un enrejado de rosas. También quiere a sus hijos: hay amor y afecto sincero en todo lo que hace. Pero desde que descubre que su mujer bebe mucho, ese marido siente una perpetua amenaza que se cierne sobre su familia.

El 95% de la acción de Dilema doméstico trascurre en una casa de clase media a las orillas del río Hudson, al norte de Nueva York, en una ciudad que podría ser Nyack, donde vivía Carson McCullers cuando escribió el relato. Martin y Emily, los protagonistas, son del Sur, de Alabama. Tienen unos 35 años y dos hijos: Andy, de 6 años, y Marianne, que aún se cae al caminar. En el relato hay un incidente, narrado a modo de flashback, que determina todo lo que se nos cuenta. Más o menos un año antes del día en que Martin regresa a casa, Emily ha tenido un accidente grave con su hija Marianne. Al bañarla, la niña se le escurrió de las manos, probablemente porque la madre estaba borracha, y la niña se golpeó la cabeza contra una mesa. Ese accidente provocó en Martin una "espeluznante visión del futuro" que le esperaba si su mujer seguía bebiendo. En el relato, Martin siente que existe "una amenaza de desastre inconcreto que socavaba sus días". La lucha entre la amenaza del desastre y las fuerzas opuestas del perdón y del amor son la clave de todo el relato.

Portada de la edición más reciente de 'La balada del café triste'. Portada de la edición más reciente de 'La balada del café triste'.

Portada de la edición más reciente de 'La balada del café triste'. / D. S.

Dilema doméstico está narrado desde el punto de vista de Martin, en esa maravillosa tercera persona subjetiva que en realidad es una primera persona camuflada. Conocemos las reacciones de Martin, su estado de ánimo, sus recuerdos y sus deseos. Emily, en cambio, es mucho más opaca y apenas sabemos nada de su vida interior ni de las posibles causas de su alcoholismo. Lo único cierto es que el alcoholismo de Emily es innegable. Martin se ha encontrado ya una sombrerera llena de botellas vacías de licor de menta. Y esa misma noche, Emily ha echado pimienta en la cena de los niños. ¿Es un error? ¿Un descuido? ¿O un acto deliberado de crueldad hacia los niños? Probablemente, de todo un poco. Ya sabemos que la vida doméstica no está hecha para Emily. Ya sabemos –o más bien intuimos– que se aburre al ser una ama de casa condenada a vivir encerrada en una casa de clase media muy parecida a todas las casas de su alrededor.

Martin ama a Emily, o la amaba, o está dispuesto a seguir amándola, pero todo lo que se encuentra esa noche en su casa le empuja a sentir un irresistible rechazo hacia su mujer. En realidad, todo el relato está construido sobre una alternancia de emociones –entre el odio y el amor– que se van apoderando del marido. Hay un momento en que la acción –si la viéramos como un partido de fútbol– da un resultado de 3-8 a favor del rencor que Martin siente hacia su esposa. Pero hay dos maravillosos momentos en que se revierte esta tendencia, y el equipo del perdón inicia la remontada cuando Martin, en el dormitorio, contempla el cuerpo de su mujer dormida. Por primera vez en la noche, Martin deja de considerar a su mujer un espantajo derrotado por el alcohol. La contemplación del cuerpo de Emily obra un nuevo cambio, más sutil, más misterioso: "El fantasma de la vieja ira se desvaneció". El tanteo, ahora, ya es de 4-8 a favor de la rabia y la ira. Pero el milagro de la remontada sigue en pie. Esa noche hay luna, y Martin observa con curiosidad el cuerpo dormido de su mujer. Y ahora llega el milagro: "Sus manos buscaron la carne inmediata y la pena igualó al deseo en la inmensa complejidad del amor".

El final del relato es un portento: el equipo del perdón mete cinco goles ¡en un minuto! Y logra igualar el partido en el último segundo. Del 4-8 pasamos a un empate inesperado: 8-8. El relato no nos dice lo que ocurrirá al día siguiente. El relato no desvela el final de la historia de Martin y Emily. Sólo nos deja con esa imagen hermosísima que introduce un leve atisbo de esperanza en esta historia sombría y desgarradora. El amor –la última palabra que se nombra en el relato– ha conseguido resistir todos los ataques de la rabia y del rencor. El amor. La inmensa complejidad del amor. Y el lector de esta historia, igual que un hincha en un campo de fútbol, se pone en pie y grita y aúlla de júbilo, porque ha vivido una historia de rabia y dolor y derrota, pero en el último segundo, las fuerzas de la misericordia han conseguido la remontada y han igualado el partido, porque así es la inmensa complejidad del amor.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios