'Miquiño mío'

Amigo tierno, compañero literario

  • Turner publica una edición ampliada de 'Miquiño mío', un libro que recoge la apasionada correspondencia entre Galdós y Pardo Bazán

Retrato de Emilia Pardo Bazán realizado por Vaamonde en 1894.

Retrato de Emilia Pardo Bazán realizado por Vaamonde en 1894.

Mi ratonciño amado, querido de mi corazón, miquiño mío del alma, mi bien, caro roedor literario, chiquito mío… En las misivas que Emilia Pardo Bazán enviaba a Benito Pérez Galdós se advierten la complicidad y el cariño que la autora de Los pazos de Ulloa tuvo con el novelista canario, una relación que conoció la pasión y el desengaño pero en la que perduró siempre la amistad. Miquiño mío. Cartas a Galdós, un volumen que reedita este año Turner con motivo del centenario del autor de los Episodios Nacionales, divulga esta reveladora y encendida correspondencia que se cruzaron entre 1883 y 1915 estos dos personajes inigualables.

Desde la única carta que se conserva de las que Galdós dirigió a Pardo Bazán, un texto en el que le alaba "un estilo que seguramente podrían envidiar a V. los que con más empeño han cultivado la dicción castellana" y en el que se reconoce como "de los primeros y más vehementes admiradores" de su talento, hasta las últimas y escuetas líneas que han sobrevivido de todas las que esa "invariable amiga" le remitió a su maestro, la colección muestra el deslumbramiento y el desgaste, la afinidad y la distancia que conoció la historia común de estos dos autores.

El investigador Juan Manuel Hernández. El investigador Juan Manuel Hernández.

El investigador Juan Manuel Hernández.

"En el conjunto faltan muchas cartas, sólo hay una de Galdós, y si trazamos una cronología vemos que a veces transcurren meses entre una y otra de las que tenemos de Pardo Bazán, aunque se escribieran en ese intervalo", señala Juan Manuel Hernández, autor de esta edición junto con Isabel Parreño. "Pero si vas leyendo el libro sí asistes a una especie de recorrido en el que, en un principio, ella le expresa su admiración, ese respeto se convierte en amistad y, más tarde, de ser amigos los dos autores pasan a tener relaciones esporádicas. Pese a que el vínculo sentimental se rompería, ellos estuvieron unidos hasta que Galdós murió", apunta el investigador.

Entre observaciones sobre su oficio y juicios de sus libros –"he leído y saboreado los tres tomos de Fortunata y Jacinta. Todo cuanto diga a V. de los caracteres es poco para lo que me han gustado"–, porque Pardo Bazán "siempre buscó que sus amantes tuvieran una conexión con la literatura, le importaba esto tanto como el aspecto pasional", la narradora expresa sin rodeos el afecto arrebatado que le provoca su compañero. "Aquí está una buitra esperando por su pájaro bobo, su mochuelo", escribe en una misiva. "Yo no sé cómo es esto del amor; se me figura (sin ánimo de blasfemar) que en algo se parece a la eucaristía: non confractus, non divisus. Hay en mí una vida tal, afectiva y física, que puedo sin mentir decir que soy tuya toda: toda, me has reconquistado de muchas maneras, y más que nada porque nunca me habías perdido; porque te quise ayer y te querré mañana".

Benito Pérez Galdós, en la época en que publicó 'Tormento'. Benito Pérez Galdós, en la época en que publicó 'Tormento'.

Benito Pérez Galdós, en la época en que publicó 'Tormento'.

Esta intimidad desatada que parece explotar en algunas cartas se alterna con otros envíos más comedidos, dirigidos a guardar las apariencias. "Galdós era muy querido en casa de Doña Emilia y ambos corrían el peligro de que alguien abriera esa correspondencia y descubriera toda la verdad", explica Hernández. Esa armonía secreta de los dos amantes se romperá, no obstante, tras conocer Don Benito que ella ha mantenido un idilio fugaz con Lázaro Galdiano. En la madura gestión de ese episodio se aprecia la modernidad con la que los dos escritores afrontaron sus relaciones. "Lo que debe constar y lo que no se escapa a tu inteligencia es que nada hay de humillante, para ti, en lo ocurrido. Bien te alcanza la filosofía y la razón para comprender que a nadie humilla lo que hace otro, y que solo las acciones de uno mismo honran o avergüenzan", sostiene ella en una carta en la que concluye: "Ante la moral oficial no tengo defensa, pero tú y yo se me figura que vamos un poco para nihilistas en eso".

En las cartas se aprecia la modernidad con la que los dos escritores afrontaban sus relaciones

Isabel Parreño. Isabel Parreño.

Isabel Parreño.

A través de las 94 cartas que recoge, Miquiño mío refleja el carisma arrollador de Pardo Bazán, la introductora del naturalismo en las letras españolas, la primera mujer que presidió la sección de literatura del Ateneo de Madrid, que llegó a ser catedrática en la Universidad Central de Madrid… pero que batalló sin éxito contra la Real Academia de la Lengua, reacia a abrir la institución a una aportación femenina. "Aunque era condesa y procedía de una familia con dinero, siempre quiso ser independiente. Se desplazó por Europa, aprendió idiomas, escribió ensayo, cuento, crónicas de viajes…", enumera Hernández, "pero es verdad que en los últimos años se sintió un poco decepcionada con muchos de sus amigos escritores, gente como Menéndez Pelayo, que pensaba que su obra tenía menos valor por ser la de una mujer". En una misiva a Galdós de 1893, Pardo Bazán le confiesa: "Tengo yo hoy poquísimos amigos; casi ninguno entre los literatos que militan". Unas líneas más abajo, la autora resalta el valor que ha tenido el encuentro de ambos: "Me hace V. más falta que nunca. Amigo tierno o compañero literario; fraternal o algo más este cariño, yo no lo sé definir, pero bien claro veo que es de lo que no se ha venido a tierra. Y V. ¿no experimenta también deseo de abrir su alma de artista a alguien que no le envidie y que le entienda y le mire como cosa propia?".

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