La gran fortuna | Crítica

Teoría del bibelot

  • Libros del Asteroide publica, traducida por Eduardo Jordá, 'La gran fortuna', primera entrega de la Trilogía de los balcanes de Olivia Manning, donde se narra la lenta caída de Rumanía en el en el periodo de 1939-1940

Imagen de la escritora británica Olivia Manning (Portsmouth, 1908-Londres, 1980)

Imagen de la escritora británica Olivia Manning (Portsmouth, 1908-Londres, 1980)

Una vez más, debemos a la delicada pericia de un poeta -el también escritor y articulista Eduardo Jordá-, la traducción de una excelente obra anglosajona. En este caso, aquélla que encabeza la Trilogía balcánica de Olivia Manning, y que lleva por título La gran fortuna. Existe una versión televisiva del ciclo bélico de Manning, que abarca ambas trilogías -la balcánica y la del Levante- y que lleva por título Fortunes of war (1987), protagonizada por Kenneth Branagh y Emma Thompson. De modo que lo que el lector tiene hoy a su disposición, en la hermosa versión de Jordá, es la primera entrega, de un total de seis, donde Olivia Manning recoge sus recuerdos de una Europa en guerra, luego continuados por el Mediterráneo, en compañía de su marido, profesor del British Council.

La inmediatez que emana de estas páginas no se debe a la urgencia con la que fueron anotados los sucesos, sino a esa labor de decantación que llamamos literatura

Un dato que el lector no debiera pasar por alto es que La gran fortuna de Manning está publicada en 1960. Hecho que no carece, en absoluto, de importancia, dado el carácter, a veces meramente documental, a veces de tono diarístico, que adopta la obra. Quiere decirse, pues, que toda la ligereza y la inmediatez, entre irresponsable y funesta, que emana de estas páginas, no se deben a la urgencia con la que fueron anotados los sucesos, sino a un escrupulosa labor de selección y decantación, al que solemos llamar literatura. Esta misma destreza literaria de Manning (que ya nos ha presentado como inmediatos unos sucesos que tienen, en su memoria, más de una década), es la que podemos admirar, bajo un doble aspecto, en el desarrollo y en el tenor mismo de la trama. Una trama de enorme sencillez y, por eso mismo, maleable y dúctil: el matrimonio formado Harriet y Guy Pringle llegan a Bucarest tras la invasión de Polonia; vale decir, en un momento en el que las simpatías políticas y la voluble y enigmática inclinación de las potencias forman un vasto conglomerado especulativo bajo el que la población tiembla, exulta y se aflige. En cierto modo, La gran fortuna es la celérica y arbitraria “biografía” de este temor, que en breve -estamos, repito, en el Bucarest de otoño del 39- se inclinará del lado de los alemanes y la Guardia de Hierro rumana, en cuyas cercanías, ay, debemos situar a los jóvenes Cioran, Eliade y Vintila Horia.

La habilidad de Manning consistirá, pues, en retratar la numerosa colonia de trasterrados ingleses que allí se concitan (profesores, periodistas, diplomáticos y marginales de paso), bajo una luz que la propia Manning define en la página 406: “Harriet y Clarence fueron en coche a la Chaussée en lo que les pareció el último atardecer de la historia”. Esto lo escribe así porque los protagonistas acaban de conocer la caída de Francia. Pero lo importante, a efectos literarios, es que el lector, que ha acompañado a los personajes durante muchas páginas, se entera junto a ellos de la noticia. Y no sólo de eso; también de lo que tal suceso implica para todos esos seres, desamparados y errantes, que copado su atención durante algunas horas. De un modo ligero, de un modo humorístico e inadvertido, Manning ha ido informándonos de las simpatías políticas de cada cual (su marido es un admirador de los soviéticos), de la creciente amenaza que pende sobre los judíos rumanos, del infantilismo brusco y amenazador de la colonia alemana, de la exasperada frivolidad con la que todo el mundo parece asomarse al vértigo de una “guerra de mentira”, que dará paso a la devastación a no mucho tardar. También de la penuria económica del campesinado rumano, que agita y exhibe su pobreza con un violento dramatismo... Y así hasta componer un tenue, por nebuloso, retrato de época.

La gran fortuna es el resumen, el feliz encapsulamiento de todo aquel ayer dramático e irrepetible, como si de un aciago bibelot se tratara. Dentro de esa esfera de cristal, Manning ha logrado agavillar una porción de sentimientos humanos, una agitada reunión de caracteres, enfrentados a lo inevitable. Pero enfrentados, ya se ha dicho, con la verdad primera de quien descubre la sombra de un coloso, antes inadvertido. En esta indeseada umbría, cuando aún resuena la misteriosa música del mundo, reside la eficacia, a un tiempo efervescente y melancólica, de esta obra.

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