La mala vida en la Sevilla de 1600 | Critica

Retablo de infortunados

  • Renacimiento publica un memorando interno de los jesuitas, obra del padre Pedro de León, actualizado por Bernardo Fernández, donde se da noticia de la azacaneada delincuencia del XVII sevillano y su hacinamiento en la Cárcel Real

Murillo retrató crudamente la pobreza en su Santo Tomás de Villanueva dando limosna (1669)

Murillo retrató crudamente la pobreza en su Santo Tomás de Villanueva dando limosna (1669)

La presente obra es un memorando interno, escrito en 1619 por el jesuita Pedro de León, y cuya finalidad no era otra que la de informar a su orden de las tribulaciones, culpas e infortunios con que dicho padre se había cruzado en su ministerio, tanto en los numerosos pueblos del sur de España donde había hecho predicación, como en la Cárcel Real, lindera con la Audiencia de Sevilla, en la que había ejercido como confesor y acompañante de los reos de muerte, a quienes se dedica en un muy abultado apéndice. Este carácter de documento interno, manifestado ya por el autor al comienzo de su informe, explica dos de los aspectos más sobresalientes de la obra: la naturaleza cumulativa y anecdótica de su contenido, escrito al término de las jornadas del confesor, así como el prolijo detalle de ciertos sucesos que, de haber sido conocidos por el público, hubieran resultado afrentosos e inconvenientes para todas las partes concernidas.

Es la Sevilla de Mateo Alemán y Cervantes, que algo más tarde retratarían Quevedo y Murillo, la que aquí se recoge

Nos hallamos, pues, ante una obra documental que, en principio, excluye el proselitismo y la vanagloria, y se dirige a enumerar y catalogar, con cierta precisión, la tipología de los delitos y el friso de los delincuentes que, por aquel entonces, abundaron en la Sevilla de entresiglos, todavía puerto y puerta de Indias. Una Sevilla, la Sevilla Mateo Alemán y Cervantes, que algo más tarde retratarían Quevedo y Murillo, y cuyo declive conocemos, en su pormenor, gracias, por ejemplo, a las indagaciones de Antonio Domínguez Ortiz en su Orto y ocaso de Sevilla. Ya en la contrasolapa del libro, el historiador Fernando Iwasaki recuerda tanto la Historia de Sevilla de Morgado como la Relación de la cárcel de Sevilla de Cristóbal de Chaves, obras ambas de finales del XVI, como precedentes inmediatos, como documentos complementarios de la presente relación jesuita. También cabría añadir una extensa crónica anónima, escrita a mediados del XVII, donde se da noticia de la revuelta de Omnium Sanctorum, ocurrida tres años después de la gran peste que asoló Sevilla en 1649, y en la que el narrador atribuye al hambre, a la carestía del pan, la verdadera naturaleza de aquellos sucesos, que se dieron al grito de “¡Viva el Rey y muera el mal gobierno!”. ¿Fue una mano religiosa la que redactó esas páginas, donde se vela por la verdad última de aquella sublevación, hija de una profunda y continuada escasez? No sería improbable, dada la mayor alfabetización del clero y ese constante trato con la pobreza que caracterizó a la Iglesia del XVII.

Sea como fuere, lo que encontramos en esa relación del padre León son los delitos y los delincuentes esperables de cualquier sociedad (latrocinios, crímenes e insolvencias), más las penas por brujería y sodomía, hoy felizmente inconcebibles. Recordemos, a este respecto, que la persecución de la brujería, más común al norte de nuestras fronteras, se recrudece con la urbanización y modernización de las sociedades barrocas (véase al gran Caro Baroja), siendo la bruja una suerte de episodio final del agro y sus débiles residuos paganos, todavía vivos en tiempos de Michelet y Heine. En cuanto a la persecución de la homosexualidad, habría que esperar a la separación de los delitos y los pecados, obrada en el XVIII, para que obtuvieran una suerte menos adversa. El grueso de la infortunada tropa que puebla estas páginas es, como cabe imaginar, la tropa afligida y maleante de los ladrones, prostitutas, arrebatacapas, estafadores y deudores, con la siniestra propina de los criminales que, a toda hora y bajo cualquier cielo, el mundo ha dado sin escatimar en gastos. Sorprende, aún así, el enorme número de insolventes que pueblan la Cárcel Real por cantidades minúsculas, y el corpulento ejército de “escribanos, procuradores y solicitadores” que obran en disfavor de los retenidos y les acarrean “los muchos males y traiciones que caen sobre los desdichados presos hasta dejarlos en cueros vivos”.

Según se desprende, pues, de este memorando, fue contra esta poderosa armada burocrática como el padre León ganó su reputación de hombre resolutivo y pío en la vieja Babilonia de Lope.

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