Un día más en el paraíso | Crítica

Mandanga de la buena

  • La editorial Sajalín amplía su colección de literatura criminal con las andanzas de un delincuente de 14 años que recorre Estados Unidos robando y atracando para costear su adicción a la heroína

El escritor norteamericano Eddie Little (Los Ángeles, 1955-2003).

El escritor norteamericano Eddie Little (Los Ángeles, 1955-2003). / D. S.

"Bobbie, entérate de una vez, somos ladrones, no unos putos animales. Un poli es un pavo que está haciendo su trabajo. Vale, de acuerdo, un trabajo de mierda, te lo acepto, pero tiene mujer, hijos, padres..., es un ser humano, no el puto enemigo. Si nosotros no hacemos bien nuestro trabajo, robar, entonces ellos tienen que hacer bien el suyo, capturarnos. Esos tíos están sobrecargados de trabajo, no sabes cómo. Y para facilitarles la vida tenemos que ser muy buenos en lo nuestro, así no se verán obligados a hundirnos, ¿de acuerdo?". En este pasaje de Un día más en el paraíso, el entrañable secundario Mel, un grandullón especialista en robos con fuerza, explica al protagonista, Bobbie Prine, un niñato de 14 años que aspira a convertirse en delincuente profesional, los entresijos del oficio.

El chico le responde que se ha perdido. "No sé, tío, tendré que pensármelo, ¿sabes? Esto me tiene algo confuso. Si ellos no son el puto enemigo, ¿quién cojones es el puto enemigo?". Y Mel, la voz de la experiencia, le responde: "Los gilipollas, chaval. Los gilipollas son el puto enemigo. La gente que pone en peligro tu vida, la gente que hace leyes estúpidas y luego son los primeros en no cumplirlas, los idiotas que ilegalizaron los narcóticos..., algunos de los comemierdas con los que tenemos que tratar, esos son el enemigo. Seres humanos que actúan como chacales, negros que odian a los blancos y paletos blancos que odian a los negros..., los putos vaqueros que odian a los indios. Una panda de gilipollas. Ya me entiendes".

Diálogos magistrales como éste se suceden a lo largo de la novela de Eddie Little que acaba de publicar la editorial Sajalín. Un día más en el paraíso es el número 42 de la colección Al margen, que reúne las mejores muestras de la literatura criminal que pueden encontrarse hoy en español. Es el mismo sello que ha editado buena parte de la obra de Edward Bunker, un escritor que antes de publicar nada figuró en la lista de los delincuentes más buscados por el FBI y que luego dejó algunas obras que sobrepasan con mucho los límites del género negro, como No hay bestia tan feroz, título que abrió la colección hace ya unos años.

Bunker es, sin duda, una referencia en la literatura de Eddie Little. Los dos tuvieron vidas similares, sumidas en la delincuencia y marcadas por las adicciones. Como explica la pequeña biografía del autor que se incluye en la solapa del libro, Little (Los Ángeles, 1955-2003) se inició en el mundo de la droga a los 8 años, cuando esnifó cola por primera vez. A los 12 huyó de casa harto de las palizas que le propinaba su padre y cometió su primer robo. Con 15 años fue detenido por atracar farmacias y encerrado en un reformatorio, del que escapó para irse a Boston, donde tuvo como mentor a un ladrón profesional.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Aquel maestro está muy bien reflejado en la novela en la figura de Mel, un tipo que recoge al protagonista después de su primera experiencia fallida, que le cura (fue médico militar expulsado del Ejército por yonqui), que le droga y que le enseña las claves del buen ladrón ("Cuando no puedas evitar una pelea, utiliza un arma, una pistola a ser posible. En caso de ir desarmado, agarra lo que tengas más a mano, y si no hay nada a tu alcance, ninguna botella que romper, ningún ladrillo ni piedra que lanzar, métele el dedo en el ojo. Atraviésaselo, házselo papilla, empuja el índice bien adentro hasta llegar al cerebro y garantizado que te deja en paz").

La biografía de Little continúa con una pelea de bar, en la que desfiguró con una botella rota a su rival y fue acusado de intento de asesinato. Regresó a Los Ángeles y trabajó como vendedor por teléfono y productor de cine, pero su adicción a la heroína lo llevaría de nuevo a la cárcel. Allí comenzó a escribir Un día más en el paraíso, que vio la luz en 1997. Un año siguiente fue adaptada al cine por Larry Clark, en una película que protagonizaron James Woods y Melanie Griffith. En 2001 escribió una secuela titulada Steel Toes (que podría traducirse como "Pies de acero"), que está inédita en español. Dos años después, a los 47 años, murió de un ataque al corazón en un motel de Los Ángeles.

En Un día más en el paraíso, el lector asiste a la carrera desenfrenada de una banda de delincuentes que siempre anda preparando su mejor golpe, en el que siempre sale algo mal y que obligará a los participantes a cruzarse Estados Unidos para huir de la Policía y en busca de nuevos objetivos. El protagonista, trasunto del autor, tiene el desparpajo y descaro propios de un tipo de 14 años. Es chulo, altanero y gallito, se mete en cualquier pelea aún sabiendo que puede salir mal parado, pero se enamora como sólo pueden hacerlo los chicos de su edad. Y se engancha. Y, sobre todo, brilla la galería de secundarios que pululan por el libro. "Dudo que leas otra novela sobre ladrones profesionales tan buena como ésta". Palabra de Edward Bunker.

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