Cultura

Crimen y estética

  • 'LA MUSA OSCURA'. Armin Öhri. Trad. Paula Aguiriano Aizpurua. Impedimenta. Madrid, 2016. 288 páginas. 21,95 euros.

La musa oscura es una novela sencilla, folletinesca, de escasa ambición compositiva, que sin embargo pretende reconstruir cierto clima intelectual del XIX, así como una terrible paradoja de aquella hora: la consideración del crimen como un refinamiento estético, y la catalogación del criminal como un genio demoníaco, como un príncipe del mal, cuya inteligencia desborda el canon de lo habitual y el ámbito de lo frecuente.

No espere, pues, el lector una sofisticada trama a la manera de Doyle o Wilkie Collins, y sí una modesta narración donde los amores juveniles y la trepidación policial corren parejas de los crecientes logros de la ciencia forense. Aun así, el mayor interés que revisten las páginas de La musa oscura es la plasmación literaria de aquel hallazgo de De Quincey (Del asesinato considerado como una de las bellas artes), que venía asociado a una pericia infrecuente y a la novedosa gratuidad del crimen. Ambos fenómenos, por otro lado, nacían de un darwinismo social que halló en los grandes suburbios del XIX la justificación para un concepto degradado, culposo, desechable, de lo humano, cuya máxima celebridad se alcanzará con la vil ejecutoria de Jack the Ripper. Y es esta concepción selectiva, esta extrema gradación clasista de la sociedad industrial, la que aflora en el Berlín decimonónico que retrata Öhri en su novela.

Por otra parte, que las audacias criminales que recoge De Quincey pudieran analizarse bajo un aspecto estético, deriva en buena medida de la falta de una motivación aparente. La motivación, sin embargo, existía, y no era otra que la infinita disponibilidad de las víctimas, hacinadas en los slums londinenses. Ahí es donde el criminal puro, el crimen aleatorio, hallará el tembloroso material para su nuevo oficio: el sacerdocio del mal, ejercido como una suerte de odiosa purificación del mundo. El John Williams que fascinó a De Quincey no fue sino el violento heraldo de una plaga moderna. El oficiante de La musa oscura es, digamos, la amalgama intelectual, el bosquejo literario, de aquella novedad monstruosa.

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