El polímata | Críticca

El hombre-mundo

  • Alianza publica la última obra del historiador cultural británico Peter Burke, 'El polímata', donde se recogen y se explican, cada uno en su secuencia histórica, medio millar de eruditos occidentales, desde Plinio a Borges y desde Leonardo a Sontag

Imagen del historiador cultural británico Peter Burke (Stanmore, 1937)

Imagen del historiador cultural británico Peter Burke (Stanmore, 1937)

Es fácil traer aquí algunos títulos de Peter Burke, que anticipan ya este estudio de ahora, y que no son sino distintas expresiones de una misma preocupación por el mundo moderno y su formas de concebir, almacenar y validar el conocimiento. En este caso, no es solo el Occidente que nace con el Renacimiento, cuyas repercusiones, cuyo eco cultural, llegan hasta hoy mismo; sino que alcanza a visitar, siquiera tangencialmente, tanto a los sabios de la Antigüedad y la Alta Edad Media, como aquellos eruditos de la hora dorada del Islam y aquellos otros del mandarinato chino. Citemos, pues, algunas obras de Burke, que avanzan al lector la profundidad y el tenor de sus averiguaciones -siempre claras y amenas-, y que señalan al Renacimiento como fuente primaria de sus inquietudes: Historia social del conocimiento, Cultura popular en la Europa moderna, Formas de historia cultural, El Renacimiento, El sentido del pasado en el Renacimiento y algunas otras que rondan este doble repliegue del saber y la modernidad, donde el hombre que hoy somos, incluso con desgana, adquiere su completa corpulencia.

Burke reúne en esta obra a quinientos polímatas occidentales, junto a sus condicionantes de época

Naturalmente, el lector ya habrá sospechado que el propio Burke es un polímata, a la manera, algo menos ambiciosa, que se formula desde la segunda mitad del XIX. Lo cual implica dos cuestiones que definen al fenómeno de la polimatía, y que son la justificación misma de este estudio: la amplitud de de los conocimientos que el autor baraja, y la vocación unitaria que dirige esta adquisición de datos. Burke ha reunido aquí a quinientos polímatas occidentales (el subtítulo de la obra. Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontag, es expresivo en este sentido), al tiempo que los clasifica según sus condicionantes de época. Quiere decirse, pues, que la robusta erudición de Isidoro de Sevilla y Alberto Magno, herederas de la de Plinio el Viejo, tiene una naturaleza compilatoria, no exenta de arbitrariedad, que el hombre del Renacimiento irá, no solo acotando con una mayor y más diestra precisión, sino que irá ampliando con el nuevo número de sus disciplinas y saberes. Esta es la hora mayor de Erasmo, de Vives, de Tomás Moro, de Leonardo, de Rabelais, de Bruno, pero también la hora, algo tardía y en transición, de Francis Bacon.

El paso siguiente, según Burke, será el momento de los “monstruos de la erudición”, de 1600 a 1700, que bien podemos resumir, por ejemplo, en Atanasio Kircher, sor Juana Inés de la Cruz, Peirre Bayle y Gottfried Wilhelm Leibniz. Es la hora de aquello que Hazard llamó “la crisis de la conciencia europea”, pero también, y principalmente, la hora de una nueva formulación del saber, basado en la experiencia, y que el viejo soldado René Descartes resumirá con singular y ceñido dramatismo: “Pienso, luego existo”. Es este protagonismo de lo experimental, esta principalía de las ciencias (recordemos que a finales del XVIII Locke escribe su Ensayo sobre el entendimiento humano), la que anticipa el siguiente paso, “El hombre de letras”, resumido en la Enciclopedia, debido a un hecho que podemos ver, expresamente, en Goethe, y que no es sino la creciente separación entre las disciplinas “científicas” y las humanísticas, y que anticipan ya la “Era de las demarcaciones” en la que aún nos hallamos, desde 1850. Como es fácil de imaginar, es enorme la nómina de polimatas del XVIII, desde madame de Stäel a Voltaire, a Jovellanos, a Vico, al crepuscular dúo de los hermanos Humboldt, que darán paso, gradualmente, a Durkheim, a Comte, a Marx, a De Quincey, a Coleridge, a Menéndez y Pelayo, a Fraser, y así hasta llegar, como se señala en el título, a los polímatas del XX donde se incluyen Huizinga, Ortega, D'Ors, Alfonso Reyes, Eco, Steiner, Borges, Sontag, Foucault, Sloterdijk, etcétera. El motor último de estos cambios es la especialización de las disciplinas, lo cual implica, en buena medida, la negación misma del polímata, reconvertido, acaso, en charlatán con visos de erudito.

El polímata, en cualquier caso, es una defensa razonada de estos hombres y mujeres universales, que aspiran a una visión total del mundo. Lo que Burke ofrece en estas páginas, llenas de erudición y perspicacia, es, pues, su condición de posibilidad, la forma en que el polímata ha ido reflejando, como un breve espejo de mano, el universo circundante.

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