Cuatro generaciones de pasión por el helado dan para mucho que contar, pero si tuviéramos que destacar algo de Francisco Colomina (1986) sería su apuesta por el sabor. La búsqueda constante del auténtico sabor. No es fácil, porque implica, entre otras cosas, emplear un producto base que, por precio, suele ser antieconómico para un negocio. Pero aquí eso no importa. Aquí se pelea todos los días para que el cliente pruebe un helado y sonría de satisfacción.
¿El secreto del éxito? A simple vista uno no sospecha que dentro de este local se trabaja con una materia prima de verdadero lujo: vainas de vainilla de Tahití, que llegan a alcanzar los 850 euros por kilo; auténticos pistachos con Denominación de Origen D.O.P. Di Bronte, que traen desde Italia; puro cacao procedente de Ecuador, que viene en tabletas de chocolate Pacari, uno de los más selectos del mundo; los exclusivísimos mangos de la variedad india Alphonso; o, como no podía ser de otra forma, el turrón con mayúsculas, el de la Denominación de Origen Jijona, que usan para hacer uno de los helados más exitosos de la casa. Y esto, por supuesto, se nota.
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