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Trascendiendo el dolor

  • Gian Alfonso Pacinotti es uno de los historietistas europeos más talentosos e influyentes de la actualidad con su mirada incisiva y poética

Trascendiendo el dolor

Trascendiendo el dolor

Gipi (seudónimo de Gian Alfonso Pacinotti, Pisa, 1963) es uno de los historietistas europeos más talentosos e influyentes de la actualidad. Tiene una mirada incisiva y poética, que suele dirigir hacia temas dolorosos, con la rara capacidad de trascenderlos y hacerlos universales, a lo que suma una narrativa personalísima, marcada por esa línea suelta tan característica, su hermosa forma de aplicar las acuarelas, una permanente voluntad de experimentación y un ingrediente propio, imposible de clonar, por más que lo hayan intentado sus numerosos epígonos. Verán que hablo de él con pasión, como también lo haría de otras luminarias contemporáneas como David B., Frederik Peeters o Joann Sfar, nombres que revolucionaron la escena del viejo continente en el cambio de siglo con propuestas idiosincráticas y poderosísimas, capaces de abrir caminos sin dejar de conectar con los lectores.

Títulos como La ascensión del Gran Mal, Lupus, El gato del rabino o S. son clásicos contemporáneos que renuevan la fe en la historieta de autor, frente al ruido insistente y vacío de la producción en serie, una especie de equivalente en viñetas a la nouvelle vague cinematográfica, en la que forma y contenido fueron llevados a nuevos límites para recordarnos que ver, mirar y observar son verbos distintos.

Viene todo esto al hilo de la reedición por parte de ECC de El local (Questa è la stanza, 2005), el tercer álbum de un Gipi que empezó más tarde lo habitual su carrera como historietista. El italiano había cursado formación artística en la década de los ochenta y había hecho sus pinitos como ilustrador y caricaturista en los noventa, firmando alguna que otra historieta, aunque no se decidiría a empezar una primera novela gráfica hasta 2001. Su álbum de debut se tituló Exterior de noche (Esterno notte, 2003), y allí volcó el gusto experimental que mencioné más arriba. Le siguió un título memorable, Apuntes para una Historia de Guerra (Appunti per una storia di guerra, 2004), publicado, como el anterior y todos los que han venido después, por la editorial boloñesa Coconico Press, y luego Los Inocentes (Gli innocenti, 2005), con una hechura más descuidada. En esas estaba cuando murió su padre, y el dolor como material creativo acabaría por inundar su poética. Fruto de la tormenta emocional, trasladada al papel no como tema, sino como deseo de escapar de ella, contemplando la pérdida y asumiendo que es parte de la vida misma, dibujó esta historieta de un grupo de amigos apasionados por la música y sus ensayos en la habitación de una vieja granja.

Una excusa, o, mejor, una metáfora que le permitió plasmar temas personales de distinta índole y en la que el propio espacio se convierte en un protagonista más. Dice Gipi que quizá sea su álbum "más débil" porque refleja la propia debilidad que sentía, pero gustó mucho, por su ternura y su honestidad y por la afortunada decisión de abandonar el bitono de sus anteriores obras y dar el salto al color. Su siguiente paso sería S., pero esa es otra historia.

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