Cómics

Las ciudades oscuras

Detalle de la portada del volumen.

Detalle de la portada del volumen.

El ciclo de Las ciudades oscuras conforma una de las mejores series de la historia del cómic. Ya sé que esto mismo se dice alegremente de no pocas obras, pero, en el caso de los álbumes de Benoit Peeters y François Schuiten, la afirmación no puede ser más cierta. Las ciudades oscuras están a años luz de casi todo lo demás. Les invito a leerse La fiebre de Urbicande o La torre, por ejemplo, y llevarme la contraria. Literariamente hablando, son imaginativos, atrapantes, sofisticados y misteriosos. Desde el punto de vista gráfico, son sencillamente perfectos. Nos transportan a otro universo, uno poblado de ciudades de compleja arquitectura y personajes que se ven afectados por ella. O viceversa, son ellos los que afectan su entorno.

Todos los álbumes de la serie han sido publicados en España por Norma Editorial, que los lleva reeditando desde hace tiempo, y su cronología, a grandes rasgos, es la siguiente: Las murallas de Samaris (1983), La fiebre de Urbicande (1985), La torre (1987), La ruta de Armilia (1988), Brüsel (1992), La chica inclinada (1996), La frontera invisible (dos partes, 2002 y 2004), La teoría del grano de arena (dos partes, 2007 y 2008), Recuerdos del eterno presente (2009), más los títulos metaliterarios El archivista (1987) y El eco de las ciudades (1993). Precisamente estos dos últimos han llegado a librerías este verano; el primero de ellos en una esperada reedición con el formato general del resto de la colección de Norma.

El archivista es una especie de compendio de todo lo demás, pues se nos narran aquí, en textos e imágenes separadas, las pesquisas de un especialista en mitos y leyendas que busca en un fabuloso archivo las pistas que demuestren la existencia de una realidad paralela en la que existen realmente estas ciudades oscuras. Norma lo publicó por primera vez hace 30 años en una edición de lujo, con formato gigante, que, por desgracia no vuelto a reeditarse, aunque la grandeza de este libro no está en su tamaño, sino en la maravilla que encierra.

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