Cómics

El Infierno está en la tierra

  • Ecc recopila las primeras andanzas de este peculiar personaje que tantos buenos y escalofriantes momentos nos ha regalado a los lectores

Ilustración de la portada.

Ilustración de la portada.

Los años ochenta fueron una época convulsa en Inglaterra. Tras las puertas de Downing Street se había instalado un gobierno de derechas al que el término reaccionario se queda corto para definirlo.

En las calles, la insatisfacción, el paro y la pérdida de valores provocaron que la violencia se instalara en los corazones de mucha de su juventud, renaciendo el fenómeno skinhead y regando el país con una temible lluvia de racismo y homofobia.

Al protagonista de este cómic le vimos por primera vez en los pantanos de Lousiana, tratando de no ensuciar su impoluto traje azul y ayudando a cierto hombre vegetal…

Nacido de la imaginación de un genio como Alan Moore, no cabía duda que en breve tendría su propia cabecera que, con el tiempo, y una vez instalada en la añorada línea Vertigo, sería la más longeva, alcanzando los trescientos números. Ahí es nada.

Pero toda buena historia tiene un comienzo, y en este primer volumen vamos a meternos en los bolsillos de John Constantine, para seguir sus andanzas tanto en tierras británicas, como al otro lado del charco, y más allá.

Con su nómina de amigos y conocidos en números rojos, Constatine es un tipo fumador y bebedor, no demasiado fiable y si tienes un problema y le pides ayuda ten en cuenta que sin que tú los veas, al tipo le siguen por donde va una autentica legión de fantasmas, antiguos colegas que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino…

Lester es un caso perfecto para romper el hielo. Por su culpa, alrededor del mundo, la población padece unas irrefrenables y locas ganas de comer, terminando convertidos en un consumido saco de carne seca.

Una visita a tierras africanas aclarará el origen del problema, cuyo impío nombre es Mnemoth, y para librarse de él tendrán que utilizar a aquel que lo invocó. Así que con la ayuda de Papa Midnite, un sacerdote vudú que vive instalado en la ciudad de New York, John deberá tratar de resolver el problema.

La mayor originalidad de esta serie es que mezclaba los oscuro, el terror más absoluto con temas reales, de actualidad. Como el fenómeno de los yuppies.

Si a esto mezclamos un diablo empresario llamado Blathoxi, lo único que puede surgir de esta ecuación es una historia inquietante y genial.

Y es que aunque Moore fue su creador, el que lo definió al cien por cien como personaje fue el también británico Jamie Delano, que lo acompañó en el camino durante buena parte del trayecto.

En este surgirá una chica llamada Zed, con un aura misteriosa que cautiva a John desde el primer momento que la ve, iniciando una relación con ella.

Lo malo es que la muchacha es el objetivo de una oscura organización, Los Cruzados de la Resurrección, que van a tratar de hacerse con ella para realizar sus planes. Pero claro, antes deberán lidiar con Constantine, que no les va a poner las cosas nada fáciles, aunque en medio de todo este embrollo tendrá que rescatar a su propia sobrina y estará a punto de morir al lanzarse de un tren en marcha, no teniendo más remedio que hacer un trato con Nergal, un demonio con el que va a tener mucho en común a partir de entonces…

Tras cada puerta puede esconderse el horror más absoluto, y John Constantine lo sabe, aunque él ya carga con el suyo propio, lo que hará que termine solo, convertido en un indigente.

Este primer volumen se completa con la curiosa continuación de las relaciones del protagonista y La Cosa del Pantano, cuya pareja, Abby Arcane, tendrá que aceptar, pese a todo, la presencia del inglés si quiere tener un hijo.

Este peculiar cruce de colecciones viene firmado por el propio Jaime Delano y Rick Veitch, y junto a ellos los dibujantes John Ridgway, Brett Ewins y Tom Mandrake, que con su talento supieron sumergirnos en este mundo tenebroso que está ahí mismo, a la vuelta de la esquina.

Y por favor, si os veis implicados en algún asunto macabro, pensadlo dos veces antes de recurrir a John Constantine. Ya sabéis lo que os puede pasar…

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