Campo de Gibraltar

Algeciras releva a Tarifa

  • La Policía alberga en el polideportivo Andrés Mateo a 300 personas ante la saturación de las comisarías

  • Ayuntamiento y voluntarios se afanan en llevar agua embotellada, colchonetas y ropa para atenderlas

Diaby Fanta llegó el sábado al Puerto de Barbate junto a su hijo de 9 meses. Tras 15 meses de viaje entre Costa de Marfil y España, el cansancio acumulado en 3.600 kilómetros y la última etapa de paso del Estrecho en patera se dejan ver en un rostro que pese a ello sonríe cuando al hacerle unas preguntas. Tumbada en una colchoneta junto a su bebé, que duerme tranquilo, explica que se siente bien atendida. Su destino futuro es una incógnita pero por el momento, ya está en Europa.

La historia de Diaby es una entre 291 en el polideportivo Andrés Mateo del Saladillo, en Algeciras. A mediodía, la atención a su bebé es objetivo prioritario para la mezcla de policías nacionales, voluntarios, trabajadores y representantes municipales que se afanan por que no falte nada a las personas que han ido llegando desde la noche anterior al pabellón. No hay muchos medios pero sí voluntad y, como ocurriera hace semanas en Tarifa, han surgido carencias que se intentan solucionar sobre la marcha.

Voluntarios y organizaciones reclaman que se coordine la ayuda

El Andrés Mateo permanece fresco pese al calor exterior. A primera hora de la tarde 235 personas están repartidas en distintos grupos por la pista. Impresiona el enorme grupo de menores magrebíes, más de 100, rescatados el sábado por el Servicio Marítimo de la Guardia Civil. La mayoría son adolescentes y su futuro es distinto al del resto de los allí albergados: la Junta de Andalucía los trasladará al centenar de plazas de emergencia que había habilitado en distintos municipios en previsión de que pasara lo que efectivamente ha ocurrido. Mientras los llevan, están a la espera en un lateral.

En otros grupos se dispersan migrantes subsaharianos, adultos, entre ellos dos mujeres con sus bebés que "son nuestra prioridad máxima, junto con los menores", explica el jefe de Operaciones de la Policía Nacional, José Manuel Menacho. A ellos va en primer lugar la atención del grupo de voluntarios que en torno a las tres de la tarde desembarca en El Saladillo cargados de ropa, mantas e incluso dos carritos para los niños. Son de la red organizada para atender el polideportivo de Tarifa y responden a un mensaje lanzado por redes sociales en el que se alerta de que en el pabellón falta de todo, incluso agua y comida. Estos dos capítulos están cubiertos, se apresuran a aclarar Ayuntamiento y Policía Nacional, pero sí que faltan colchonetas, ropa y la comida caliente para los bebés; esta última la traen las voluntarias, que la preparan aparte con un microondas también aportado por ellas. El Consistorio se encarga de enviar un vehículo a recoger agua embotellada y las colchonetas que se usaron en Tarifa, explica el alcalde, José Ignacio Landaluce. "Estamos aquí para apoyar en lo que haga falta a la Policía", expone.

El pabellón se abrió el sábado por la noche después de un primer intento infructuoso el viernes. La llegada de 521 personas entre el viernes y el sábado a las costas de Cádiz no podía ser absorbida por unas comisarías ya saturadas, el polideportivo de Tarifa se había cerrado después de más de dos semanas en servicio y se estaba optando por mandar a los migrantes a otras provincias. Pero el flujo de personas a través del Estrecho ha sido de tal calibre que los medios no eran suficientes: el viernes, un grupo de migrantes durmió en módulos en el Puerto de Barbate y otro en la cubierta de una guardamar, al raso, custodiados por la Guardia Civil.

Esto terminó de decidir la apertura del espacio que el Ayuntamiento de Algeciras había ofrecido a primeros de mes. En él la Policía Nacional ha habilitado un centro de recepción e identificación para los migrantes que llegan, con un conjunto de ordenadores en una esquina que hacen las veces de oficina policial. El pabellón se ha convertido en una suerte de comisaría provisional a la que van llegando los migrantes conforme Salvamento Marítimo los va desembarcando en Tarifa o Algeciras. Y el flujo no cesa: ayer fueron rescatadas en el Estrecho otras 149 personas, lo que suma 670 desde el viernes. Si se le añaden las auxiliadas en el Mar de Alborán, la cifra asciende a más de 850 personas llegadas a costas andaluzas en el fin de semana. Mucho más de un Aquarius con muchos menos medios, se comenta en el Saladillo.

A las 15:30 accede al pabellón el penúltimo grupo de migrantes de ayer, medio centenar de personas, mezcla de magrebíes y subsaharianos. La Guardia Civil, encargada del transporte desde el puerto, los va colocando en una esquina del pabellón para que la Policía Nacional, responsable de Extranjería, realice el procedimiento habitual: identificación, toma de huellas. Se les ha colocado una pulsera con un número de identificación y retirado sus pertenencias, que les serán devueltas cuando finalice el procedimiento policial, para evitar conflictos. Entonces, los marroquíes serán devueltos a su país; los subsaharianos serán puestos en contacto con ONG que puedan ayudarles. El dispositivo es "un esfuerzo de la Policía Nacional", explica Menacho, en el que participan distintas unidades policiales, también refuerzos de Sevilla.

A la espera de esos trámites Sagisse habla con sus compañeros de trayecto. Cuenta una historia dura que se repite, la de un migrante que huye de la guerra y ve en Europa una forma de salvar la vida. Salió del Congo en diciembre del año pasado tras ver morir a sus hermanas y su madre, víctimas de un ciclo de violencia que está consumiendo una República Democrática rica en recursos naturales y desangrada en guerras, guerrillas y conflictos. Tuvo que dejar atrás a dos hijos que "no sé si están vivos" y salir de su país. "Un amigo me llevó a Mali y después he pasado por Túnez y Marruecos", explica en el pabellón. Desde entonces tiene problemas para dormir, cuenta, preguntando por un médico.

A su alrededor, varios hombres más miran. Uno de ellos explica que él ha estado seis años de viaje hasta llegar a Europa. Otro quiere cambiarse de ropa, aún llevan puesta la que traían en el trayecto en patera. Alguien pide una medicina. Todos ellos hablan con Jasmine Boulif, traductora, la voz de los migrantes en este pabellón y uno de los eslabones imprescindibles de la cadena que hace posible su atención aquí. Ella va de un grupo a otro hablando con ellos, preguntando por sus necesidades.

Los menores cambian de sitio en el pabellón mientras siguen esperando. La Junta confirma que esa misma tarde saldrán camino de los espacios habilitados de emergencia para ellos, plazas que seguirán abiertas en los próximos meses para hacer frente a la importante llegada de menores prevista y que se suman a las que han quedado libres mediante traslados a otras provincias que tenían espacio libre para los jóvenes. Mientras, un grupo de voluntarios de Málaga asegura que presentarán una queja al Defensor del Menor por haberlos alojado junto a los mayores.

Conforme avanza la tarde siguen llegando voluntarios con ropa y otros enseres y se acaba habilitando la parroquia de Pescadores para recogerlos. Los voluntarios y organizaciones como Pro Derechos Humanos alertan de la falta de coordinación y de la necesidad de organizar la ayuda para hacer frente a un suministro adecuado de alimentos y ropa.

Nadie sabe responder cuánto tiempo tendrá que permanecer abierto el polideportivo. El centro de recepción que se está preparando en un antiguo centro de formación Crinavis aún no está listo y todo dependerá de la intensidad de las llegadas en los próximos días. Por ahora, el pabellón seguirá abierto mientras se tramita la documentación de las personas que van llegando, muchas de las cuales partirán hacia otros destinos en pocos días. "Vamos a ver si los españoles me tratan bien", dice Diaby Fanta cuando se le pregunta si seguirá en España. Por el momento, ya está en Europa.

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