Sonic, la película | Crítica

No pidan peras a este olmo

Sonic, el personaje de los videojuegos, protagoniza su propia película.

Sonic, el personaje de los videojuegos, protagoniza su propia película.

El cine arrastrado por los videojuegos –como desde hace años lo viene siendo por los tebeos o los remakes– cual Messala por los caballos de su cuadriga. Algo que se inició en los años 90 y las posibilidades de la imagen digital ha intensificado, pasando de las nueve películas basadas en videojuegos estrenadas entre 1993 y 1999 a las más de 30 estrenadas desde 2000 hasta hoy.

Sonic, como es sabido, es un personaje de los videojuegos Sega creado en 1991 para enfrentarlo al Súper Mario Bros de Nintendo. Su popularidad lo convirtió en mascota de la empresa, además de derivarlo de los videojuegos al cómic, las series de animación y ahora al cine.

El resultado da de sí todo lo que puede dar un erizo azul extraído de las consolas. Hay un humano bueno que lo protege (James Mardsen) y otro malo que lo persigue (un Jim Carrey descendido a lo más atroz de sus gesticulaciones). Y nada más. Aunque sería injusto pedirle a esta cosita algo más que entretenimiento infantil para padres con madera de mártires. No pidan peras a este olmo.

La dirige, debutando en el largometraje, el especialista en efectos visuales Jeff Fowler, nominado al Oscar al mejor corto de animación y responsable de los efectos de Donde viven los monstruos de Spike Jonze.

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