Obituario

La última partida de Max Von Sydow

Busco en Youtube para refrescar la memoria y alguno de los cientos de papeles (163 entre cine y televisión, según datos de IMDb) que interpretó Max Von Sydow (Lund, 1930-2020, París), fallecido ayer a los 90 años casi con las botas puestas, y lo primero que aparece, cómo no, son sus escenas en la popular serie de HBO Juego de Tronos. No sé si reír o llorar, pero pronto pienso que, en realidad, al menos las nuevas generaciones, ajenas casi por completo a la Historia del cine, podrán poner rostro, un rostro vetusto y sabio, a quien sin duda ha sido uno de sus más grandes intérpretes. Un actor de estirpe teatral, magro y de tallo largo, rostro afilado y anguloso, mirada fulminante, gesto firme, control corporal, dicción limpia y voz grave y rotunda que, como bien supo ver (y escuchar) Lars Von Trier para el prólogo de Europa (1991), podía convertirse a poco que se lo propusiera en el más poderoso de los hipnotizadores o en el mejor de los guías e introductores de cualquier relato.

Descubierto al cine por Ingmar Bergman en aquel memorable papel del caballero Antonius Block en El séptimo sello (1957), donde el actor, por entonces con 27 años pero como casi siempre con aspecto de ser mucho mayor, libraría la primera de sus muchas batallas reales y simbólicas contra la muerte, la fe y el destino, Von Sydow se había labrado sus primeros pasos en los escenarios del teatro municipal de Malmö (en clásicos como Peer Gynt o El Misántropo, también bajo las órdenes de Bergman), antes de quedar definitivamente asociado, en ocasiones como una suerte de alter ego en el que transfigurar las dudas, miedos e ideales, al genial director de títulos como El rostro, El manantial de la doncella, Fresas salvajes, En el umbral de la vida, Como en un espejo, La vergüenza, Los comulgantes, La hora del lobo, Pasión o La carcoma, en los que Von Sydow actúo indistintamente como protagonista o en papeles secundarios sin rebajar un ápice la intensidad y el magnetismo de su presencia.  

En todas estas películas encontraremos al actor en vestuario de época, en papeles históricos o de corte heroico-trágico, pero también en personajes normales o contemporáneos en los que fue poco a poco dominando su estatura, la gravitas (en palabras de Peter Cowie) y esa voz inconfundible que hicieron pronto de él el más conocido y respetado de los actores suecos junto a otros colegas bergmanianos como Erland Josephson o Gunnar Björnstrand, y también, en plena expansión del cine moderno, y en contactos que irían multiplicándose e intensificándose con los años gracias a ese perfecto inglés tan sólo al alcance de los actores nórdicos, el primero en desembarcar con éxito en Hollywood en los estertores de su periodo clásico.

Su estatura, su 'gravitas' y una voz inconfundible hicieron de Von Sydow el más respetado e internacional de los actores suecos

Allí llegó el actor en 1965 para prestar su quietud y sus intensos ojos azules al mismísimo Jesucristo en La historia más grande jamás contada, de George Stevens, para muchos un auténtico error de casting desmentido por su interpretación, y allí estaría también para contribuir al surgimiento, la eclosión y la posterior espectacularización del Nuevo Hollywood en papeles icónicos y títulos populares como El exorcista (1973), donde encarnó al famoso padre Merrin en plena lucha contra el diablo, Los tres días del cóndor, El viaje de los malditos, Flash Gordon, Conan el bárbaro, Evasión o victoria, Dune, Nunca digas nunca jamás, Despertares o, más recientemente, Minority report, de Spielberg, Robin Hood, de Scott, Shutter Island, de Scorsese, Tan fuerte, tan cerca, de Stephen Daldry, El juez Dredd, Hora punta 3 o Star Wars VII: El despertar de la fuerza.  

Filmes populares, muchos de ellos menores u olvidables, a los que la presencia de Von Sydow dio siempre un plus y una garantía de seriedad y prestigio que tal vez no merecían. No es el caso de la extraordinaria Hannah y sus hermanas (1986), de un Woody Allen aún en clave bergmaniana, o de sus ocasionales regresos al cine sueco (Los emigrantes, Oxen o Pelle el Conquistador, de Bille August, con la que obtuvo el Premio de la EFA al mejor actor y también la primera de las sus nominaciones a un Oscar que nunca consiguió) y europeo, donde trabajó a las órdenes de grandes autores como Zurlini (El desierto de los tártaros), Rosi (Excelentísimos cadáveres), Tavernier (La muerte en directo), Wenders (Hasta el fin del mundo), Argento (Insomnio), Konchalovsky (Ansias de vivir) e incluso de realizadores españoles como José Antonio de la Loma (Jugando con la muerte) o Juan Carlos Fresnadillo (Intacto).   

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