Jumanji: Siguiente nivel | Crítica de cine

Super espectáculo técnico sin sorpresas

Jack Black y Karen Gillan, en la película.

Jack Black y Karen Gillan, en la película.

Hacer correctamente lo mismo con ligeras variaciones una y otra vez para satisfacer una demanda de reconocimiento y continuidad era la clave del éxito de los géneros en los años de oro del cine americano. Tanto los grandes títulos como la serie B explotaban esta fidelidad del público a lo visto, sabido y conocido. Sobre todo la serie B, cuyo carácter artesanal garantizaba una mayor fidelidad a los modelos establecidos.En el Hollywood desestructurado y caótico de hoy, en el que gobierna el dinero con una crudeza que hace parecer mecenas a los viejos magnates, este filón se explota intensivamente. Sin la creatividad que los maestros sabían imprimir a golpe de variaciones a las leyes de los géneros y sin el sencillo encanto que la modestia de las producciones prestaba a la serie B. Ahora son producciones costosísimas en las que –como aquí sucede– la clave está en los caros y perfectos efectos especiales.

El punto de partida de esta película, su gancho, es excelente: aquella vuelta de tuerca al cine fantástico que –como siempre sucede con las cumbres de este género– fue para los niños de los 90 lo que la Toho, Harryhausen, los peplum y las películas de indios y vaqueros –como las llamábamos– fueron para los de mi generación: la adaptación que Joe Johnston hizo en 1995 del cuento Jumanji de Chris Van Allsburg. Afortunadamente se tardó dos décadas en darle una secuela. Pero en esos veintiún años –de 1995 a 2017– había explotado ya del todo la revolución digital que aquella película anunciaba siguiendo la estela abierta dos años antes por Parque Jurásico y las películas de efectos especiales no dejaban de cosechar éxitos. No era cosa de desperdiciar el potencial de la leyenda nostálgica creada en torno a Jumanji ni de sumar nuevos incondicionales. El resultado fue aceptable.

Ahora solo se han dejado pasar tres años para soltar una tercera parte. Con resultados tan previsibles como aceptables. Garantiza ambas cosas que sea obra del mismo equipo, encabezado por Kasdan. Da lo que se espera de ella –Johnson y Black solo lo que pueden, que no es mucho; Hart, Glover y Awkwafina algo más– y alguna propina como la secuencia de los mandriles o la siempre impagable –por breve que sea– presencia de Danny De Vito. Perfecta para una tarde de Navidad.

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