La historia de los Beastie Boys | Estreno en Apple TV

Nostalgia de la vanguardia

Una imagen del 'docu-show' de Spike Jonze sobre los Beastie Boys.

Una imagen del 'docu-show' de Spike Jonze sobre los Beastie Boys.

Ayer llegaba a Apple TV el esperado documental sobre los Beastie Boys dirigido por Spike Jonze (Cómo ser John Malkovich, Dónde viven los monstruos, Her), quien fuera el joven responsable de aquel famoso videoclip del tema Sabotage que ocupa ya un lugar de privilegio en la historia del formato. Un documental que es a un tiempo una suerte de stand-up show filmado durante la gira por teatros de los dos miembros supervivientes de la banda, Michael Diamond (Mike D) y Adam Horovitz, y un recorrido de montaje en vivo a través de las imágenes y documentos de archivo de la vida y hazañas de estos tres amigos blancos de Brooklyn que revolucionaron el rap a mediados de los años 80 con su desprejuiciada, festiva y visionaria integración de géneros (del hardcore al jazz, del punk al funk) y una voluntad iconoclasta, experimental y gamberra que ha resistido el paso del tiempo y los espejismos de la nostalgia.

Porque este curioso docu-show trabaja precisamente sobre la nostalgia a partir del recuerdo constante del desaparecido Adam Yauch (1964-2012), tercer vértice de un triángulo formado en la adolescencia callejera y golfa que decidió siempre pasárselo bien por encima de otros condicionantes y peajes del show business, un grupo que dejó más de un álbum glorioso, especialmente aquel audaz Paul’s Boutique (1989, Capitol) que fue todo un fracaso comercial en su lanzamiento, y que, desde el presente, recuerda ahora sobre los escenarios de terciopelo, entre el guion de teleprompter, los chistes preparados y ciertos destellos de humor y emoción espontánea, que cualquier tiempo pasado fue mejor pero que también en la propia evolución vital y personal de sus miembros hay lecciones que bien merece la pena haber aprendido.

Habrá quien vea este Beastie Boys Story como un ejercicio de aprovechamiento de la nostalgia generacional tan propia de los documentales pop-rock, quien piense que estos Diamond y Horovitz que ahora se dan el relevo cordial y calculado en el escenario han perdido la furia y la jocosa irreverencia de hace tres décadas, cuando irrumpían en plenos premios MTV para quitarle el micro a Michael Stipe, o que esta operación de reunión y rememoración no deja de ser un nuevo episodio de auto-explotación algo impúdica para pagar hipotecas, deudas y vidas familiares.

Tal vez algo de eso haya aquí si comparamos las imágenes del presente con los vídeoclips caseros, los conciertos salvajes, las entrevistas irreverentes y las noches locas del pasado. Con todo, estos Beastie cincuentones parecen sinceros y honestos con ellos mismos a pesar de las apreturas del formato, dispuestos a confesar en público los aciertos, errores y reinvenciones de su carrera, incluso a quitarse cierta importancia a pesar de haber grabado algunos de los mejores álbumes de música urbana de los 80 y 90 y de seguir arrastrando a los fans hasta su último concierto en 2009.