Animales sin collar | Crítica

La mujer del candidato

Aunque sigamos sin llamar a las cosas, los partidos y los medios por su nombre, hay en este estimable debut del gaditano Jota Linares una evidente voluntad de conectar su historia de poder, chantajes, decepciones y pasado que regresa con la actualidad política española, más concretamente con la andaluza, aunque el partido que lleva décadas en el gobierno no se nombre por sus siglas o el inminente nuevo presidente de la Junta sea el representante de Pueblo Unido (sic).

Más allá de estos detalles, que dicen más de los peajes industriales que otra cosa,   Animales sin collar presenta bastantes virtudes, casi todas ellas relacionadas con la contención y una cierta sobriedad, en su retrato de los días previos a la toma de posesión de un político andaluz (un Daniel Grao adaptado al habla y el acento) y cómo a su alrededor, sobre todo a los ojos de su esposa (Natalia de Molina, aquí en un registro tal vez demasiado dramático), se empiezan a desmoronar las certezas y a aflorar viejos asuntos pendientes que ponen en riesgo la proclamación del mandato ilusionante.

Desplazado así el meollo de la cuestión al drama interno de la pareja y a viejos asuntos y rencillas de familia en los que afloran el clasismo o la corrupción endémica del poder como temas resonantes, lo interesante aquí es observar cómo Linares maneja la atmósfera, los tiempos y el tono de su propuesta con solidez y personalidad, por más que, en contadas ocasiones, tienda a explicar o resumir la trama en boca de sus personajes o a salirse de ese controlado pulso narrativo y de puesta en escena con algunos experimentos sonoros o subrayados enfáticos innecesarios.

A los postres, la película aspira a enarbolar también un cierto discurso feminista de resonancias literarias (Ibsen) a propósito del sacrificio de las mujeres en todo ejercicio de ascenso al poder (masculino), un discurso liberador que no tenía los suficientes mimbres previos para un mayor y más creíble calado.