'Zapatos rojos y los siete trolls' | Crítica

Animación global 'made in Corea'

Una imagen de la cinta de animación 'Zapatos rojos y los siete trolls'.

Una imagen de la cinta de animación 'Zapatos rojos y los siete trolls'.

Zapatos rojos y los siete trolls es una cinta de animación surcoreana, pero que nadie se asuste, no hay en ella un gramo de coreanidad ni ningún otro rasgo asiático que la identifique como tal.

Salida de los punteros Estudios Locus, la película que dirige Hong Sung-ho se disfraza de producto global (o sea, hollywoodiense) en todos sus aspectos estéticos y narrativos. A saber, asume las formas digitales y tridimensionales de cualquier otro título de los últimos 25 años salido de Pixar, Dreamworks o Blue-Sky, y tira de viejo repertorio de cuentos de hadas y relatos infantiles para darles la inevitable vuelta de tuerca posmoderna que actualice las fábulas y sus personajes legendarios, de Cenicienta a los Siete Enanitos pasado por Merlín, la bruja maléfica o la espada Excálibur, en una clave cómica que contente por igual a niños y padres abnegados. Y sin renunciar a las cancioncillas pop de regusto cursi o las cámaras lentas a melena suelta que harán las delicias de todo seguidor de Shrek o Frozen sin que note la diferencia.

Estamos por tanto ante un hábil, limpio y astuto producto franquiciado para el mercado global que camufla toda identidad cultural en su desprejuiciada política de préstamos, su buen hacer tecnológico, sus moralejas blancas sobre la diferencia y su voluntad de ligereza paródica sobre el legado cultural de Occidente, por más que las princesas de ahora vengan con sobrepeso y los príncipes heroicos estén atrapados en los cuerpos enjutos de trolls (por lo visto no se puede decir enanitos) de piel verde.