Wrong turn: sendero al infierno | Crítica

Un 'Deliverance' millennial

Una imagen del filme de terror de Mike P. Nelson.

Una imagen del filme de terror de Mike P. Nelson.

El folk horror gana terreno para un nuevo paradigma del cine de terror en el que se funden ya las viejas fórmulas del slasher adolescente con la memoria cinéfila (a medio y corto plazo) de títulos que también han contribuido a poner mal cuerpo a la audiencia con una calculada mezcla de leyendas tradicionales y contexto contemporáneo.

Es el caso de este irregular aunque interesante reboot de Wrong turn (la original era de 2003) que arranca como la enésima cinta de grupo multicultural perdido en los bosques de los Apalaches, una región convertida una vez más en una suerte de máquina del tiempo detenido en la que habitan los palurdos más salvajes y retrógrados de la nación (de Trump), para adentrarse luego en un oscuro territorio de persecución, caza y mitología supremacista que recuerda primero a aquella memorable Deliverance de Boorman para pasar después por el rastro de un Shyamalan (El bosque) o un Aster (Midsommar) y permitirse incluso un guiño de rescate paterno-filial que podría remitir, salvando las distancias, a Centauros del desierto.

Todo ello trufado de sobresaltos puntuales, algunas buenas escenas (como la del tronco por la ladera), salpicado de violencia extrema y estallidos gore y un constante juego de giros que estiran más allá de lo previsible, siempre con un inquietante gusto por lo morboso y cierta retranca política, esa premisa inicial del colectivo sacrificial soltado en el epicentro de las fuerzas ancestrales de la Historia y la leyenda. Se le perdona incluso ese doble falso cierre como vieja licencia de toda franquicia que permite Mike P. Nelson un último golpe de efecto para demostrar que ha llegado al género con voluntad de quedarse.