Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly | Crítica

Una Medea poscolonial en el banquillo

Guslagie Malanga en una imagen del filme de Alice Diop.

Guslagie Malanga en una imagen del filme de Alice Diop.

En una época de juicios sumarísimos y condenas a priori, Saint Omer pone a su espectador ante la tesitura y el complejo ejercicio de comprender el más terrible de los crímenes, el asesinato de un hijo de apenas un año de manos de su propia madre.

Basada en un caso real y mediático juzgado en Francia en 2016, el debut en la ficción de la hasta ahora estimable documentalista Alice Diop (Vers la tendresse, Nous), un filme premiado en Venecia, Sevilla y los pasados Cesar y favorito de la crítica internacional, sienta en el banquillo las conciencias de toda una nación y su herencia patriarcal y multicultural para indagar, a través del mito de Medea y la historia poscolonial, en los interrogantes, el contexto, las motivaciones y consecuencias del más atroz de los actos humanos.

En el estrado, la acusada confesa (estoica y elocuente Guslagie Malanga) aguanta el plano, la compostura y las miradas para responder a las preguntas de la juez, el fiscal y su abogada defensora amparada en la amnesia, el desconcierto, la contradicción y la brujería. Entre el público, una profesora (Kayije Kagame) embarazada que prepara un libro sobre el caso, proyecta su propia vida en un relato atroz que remite a las raíces africanas, a los misterios, tabúes y rincones insondables de la feminidad, a la relación conflictiva con la madre y a su propio futuro.

Diop controla la puesta en escena con intenso rigor dentro de la sala, firme en sus bloques de tiempo, aunque también necesita airear la tensión emocional de los testimonios y su escueto contraplano. El foco se cierra poco a poco sobre los rostros y el peso de la palabra se densifica casi hasta lo insoportable. Más cuestionable es ya cierta tendencia a explicar o subrayar los paralelismos entre esas dos mujeres, esas salidas al exterior donde el dispositivo formal y el ritmo se interrumpen o en las que las referencias explícitas (la Medea de Pasolini) le restan potencia simbólica a lo verbalizado.