La metamorfosis de los pájaros | Crítica

Bodegones de la memoria

La ausencia y la saudade siguen siendo los grandes temas del mejor cine portugués. Lo son también en La metamorfosis de los pájaros, deslumbrante debut de Caterina Vasconcelos (Lisboa, 1986) que llega milagrosamente a las salas españolas gracias a Atalante tras ganar premios en Berlín y San Sebastián, un filme de poética inclasificable que sublima la memoria familiar en una forma libre y sensorial, entre el ensayo lírico, el diario y la ficción experimental y con ecos de Erice y Guerin, a través de la reconstrucción de la historia de los abuelos, separados por la distancia entre el océano colonial y la casa, y el legado de sus vidas, edades, recuerdos y objetos en las generaciones posteriores, de las que la cineasta-nieta se erige aquí en depositaria, transmisora y fabuladora con todas las licencias.

El filme vuela así por el territorio de la memoria íntima y secreta y el tono de los cuentos de fantasmas, por la biografía familiar y el sueño, conjugando en su relato meándrico los fragmentos materiales de un pasado rememorado desde la polifonía de unas voces que entran y salen, desde la correspondencia de ultramar (literalmente rescatada del fuego) entre la esposa/madre y el marido ausente, pero también desde las de los hijos y la nieta o desde un narrador tan distante como preciso (qué determinante es siempre la voz, la dicción, la palabra y su cadencia musical en el cine portugués), que guía el sentido y acompaña esos bodegones donde la reescenificación de los juegos y gestos de la infancia y la belleza efímera de la vida natural se suceden y alternan con pasmosa fluidez y resonancia.

Poco a poco, el filme de Vasconcelos va apuntando también hacia el otro gran tema que la atraviesa, que no es otro que el de la reivindicación de la figura esencial y central de las madres, madres/árbol en tiempos difíciles restituidas aquí en las imágenes y asociaciones visuales más insólitas de un cine que embalsama y modela el tiempo para reconstruir lo que éste se ha llevado desde las texturas, la luz y los tonos del 16mm y el plano entendido como doble, especular, viviente y hermosísimo espacio pictórico.